17 Jul Afirman que el “estrés tóxico” afecta el cerebro de los chicos
No es ningún secreto que crecer en contextos y circunstancias duras puede provocar un fuerte impacto en los chicos y llevar a problemas de comportamiento y aprendizaje. Pero hay investigadores que van más allá y sostienen que el “estrés tóxico” en la primera infancia -producido por una pobreza extrema, la negligencia, adicciones de los padres, entre otros dramas- puede incluso dañar el cerebro de los niños y otros sistemas del cuerpo.
Las investigaciones sugieren que este estrés puede elevar el riesgo de algunas de las principales causas de muerte y enfermedades en la vida adulta, como los ataques de corazón y la diabetes.
“El daño que sufren los niños de la enfermedad infecciosa del estrés tóxico es tan grave como el daño de la meningitis o la polio o la tos ferina”, dijo la doctora Tina Hahn, pediatra en la zona rural de Caro, Michigan (Estados Unidos). Su objetivo número uno cómo médica, señaló, es prevenir el estrés tóxico. En su consultorio, Hahn consulta a las familias sobre el estrés en casa, les informa sobre los riesgos y les ayuda a encontrar formas de gestionarlo.
El creciente número de estudios sobre los riesgos biológicos del estrés tóxico está impulsando una nueva estrategia de salud pública para identificar y tratar los efectos de la pobreza, el abandono, los abusos y otros problemas. Aunque algunos miembros de la comunidad médica cuestionan esas investigaciones, cada vez más pediatras, especialistas de salud mental, educadores y líderes comunitarios adoptan miradas en ese sentido.
La estrategia se basa en la premisa de que el estrés extremo o los traumas pueden provocar cambios en el cerebro que pueden interferir con el aprendizaje, explicar un comportamiento problemático y poner en riesgo la salud. El objetivo es identificar a los niños y familias afectados y ofrecer servicios para tratar o prevenir el estrés crónico. Esto puede incluir clases para padres, tratamiento contra adicciones, programas escolares y psicoterapia.
Muchos chicos que asisten al centro de aprendizaje temprano del Verner Center han pasado previamente por hogares de niños o viven con padres a los que les cuesta llegar a fin de mes o que tienen problemas de alcohol y drogas, sufren depresión o violencia doméstica.
Llegan a la escuela en modo de “pelear o huir”, desconcentrados y retraídos o agresivos. En ocasiones patean y gritan a sus compañeros de clase. En lugar de agravar ese estrés con disciplina agresiva, el objetivo es eliminarlo.
“Sabemos que si no se sienten seguros no pueden aprender”, afirma Laura Martin, especialista en salud mental. Al crear un espacio seguro, el objetivo de programas como el de Verner es hacer los cuerpos de los niños más resilientes al daño biológico que provoca el estrés tóxico, explicó.
Muchos de estos chicos “nunca saben qué va a pasar después”, cuando lleguen a su casa. Pero en clase, tarjetas cuadradas colocadas a la altura de sus ojos les recuerdan con palabras y dibujos que tras la comida llega un rato de tranquilidad, después una merienda, luego lavarse las manos y una siesta. Los niños rugen como leones o sisean como serpientes en ejercicios de respiración que les ayudan a tranquilizarse. Una mesa de la paz ayuda les ayuda a resolver conflictos con sus compañeros.
El cerebro y el sistema inmunológico no están totalmente formados en el nacimiento, y podrían ser vulnerables a daños por problemas en la infancia, según estudios recientes. Se cree que los primeros tres años son los más cruciales y que los niños que no cuentan con la contención necesaria para lidiar con la adversidad son los más vulnerables.
La teoría del estrés tóxico se ha extendido, aunque hay escépticos como el psiquiatra de la Universidad de Tulane Michael Scheeringa, experto en síndrome postraumático en la infancia. Scheeringa cree que los estudios que respaldan la idea son endebles, se basan sobre todo en la observación y no ofrecen pruebas sobre cómo era el cerebro de los niños antes del trauma estudiado.
La Academia Estadounidense de Pediatría apoya la teoría, y en 2012 emitió recomendaciones instando a los pediatras a educar a los padres y al público sobre los efectos en el largo plazo del estrés tóxico y presionando en favor de nuevas políticas y tratamientos para mitigar sus efectos.
CLARIN