Periodismo, deporte y arte

Periodismo, deporte y arte

Por Ezequiel Fernández Moores
“El deporte no es manifestación individual de un artista, sino una manifestación colectiva de un pueblo.” A la cita de Jorge Romero Brest le sigue más adelante otra de Horacio Salas. “A veces nombro a Sartre, a Dios, a Sanfilippo”. Homero Manzi se pregunta “si el alma está en orsái”. Y El Diente, canillita, aconseja a Natalio Botana: “Si querés que Crítica se vaya a las nubes, dedicale una página entera al fútbol”. José Gabriel describe en 1929 en la nacion el fútbol como “ejemplo de arte”. “Ayer vi ganar a los argentinos”, cuenta Roberto Arlt. Juan José Sebreli se preocupa ya en 1954. “Fútbol y alienación”. Luis Alberto Ruiz lo sigue. El hincha “como estilo de subpensamiento”. Juan Mondiola se enoja, en cambio, con “los sistemistas” que “desperdician” a Néstor Rossi ordenándole que marque “a un rengo”. Y en eso surge José Marial. “El fútbol -afirma- es un deporte argentino practicado por primera vez en Inglaterra.”
Roberto Santoro, periodista deportivo, leía todos los días tres diarios. Recortaba lo que le interesaba con una afeitadora y lo guardaba en cajas de zapatos. Coleccionaba El Gráfico y llevaba siempre una libretita. Anotaba hasta los fileteados de los colectivos. Publicó en 1971 su monumental Literatura de la pelota. La antología que va de Borges a los cantos de la hinchada le permitió unir su amor por la palabra y la pelota. Es una fabulosa compilación que incluye poesías, cuentos y hasta fragmentos de novelas. Santoro fue también poeta y militante político. “Un escritor surrealista, es decir, realista del sur”. Escribió: “Rechazo ser travesti del sistema, esa podrida máquina social que hace que un hombre deje de ser un hombre, obligándolo a tener un despertador en el culo, un infarto en el cuore, una boleta de Prode en la cabeza y un candado en la boca”. Su historia es una de las once de Los desaparecidos de Racing, libro flamante del sociólogo Julián Scher. Bueno recordarlo hoy, Día del Periodista. Tenía 38 años cuando lo arrancaron de su trabajo. El jueves pasado se cumplieron cuatro décadas de su desaparición.
“Frank Deford hizo que yo quisiera escribir”, tuiteó días atrás el periodista e historiador deportivo Dave Zirin. “Frank Deford -le respondió un aficionado- hizo que yo quisiera leer”. En 140 caracteres, dijo Zirin, “esa respuesta es el mejor homenaje” para un periodista mítico de Estados Unidos, que hizo un arte contando historias mucho más extensas en las páginas de Sports Illustrated. Lo leí por primera vez durante los Juegos Olímpicos de Barcelona, los primeros tras la caída del Muro y la disolución de la URSS. Cuando escribió que el deporte de la Guerra Fría había quedado reducido a una lucha “Adidas vs. Nike”. En sus columnas en la Radio Pública Nacional, tenía una acidez al estilo Dante Panzeri. Sus definiciones sobre periodismo y deporte tienen vigencia pura, aún cuando al periodismo le cueste distinguir hoy que una enfermedad no tiene por qué ser asunto público y aún también cuando la información esté cada vez más manipulada.
El amistoso Argentina-Brasil de pasado mañana en Melbourne es un último buen ejemplo. La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) decidió comenzar a producir ella misma los amistosos de la selección. Contrató a Pelé por 120.000 dólares como comentarista estrella. Intentó también con Diego Maradona. Negoció con TV Brasil, TV Cultura y Vivo, que tiene 74 millones de abonados en sus celulares. Para la Globo, que quedó afuera del negocio, el partido pasó a ser casi ignorado. Si hasta critica a la misma CBF a la que protegió durante décadas, cuando hacían negocios juntos. “El país -protestó días atrás con tono grave William Bonner, presentador del Jornal Nacional de la Globo- está pasando en limpio la vida de sus políticos y empresarios, pero no la de sus dirigentes de fútbol.” Y lo peor es que tiene razón. Y que esto no sucede sólo en Brasil, claro.
Deford, que murió el domingo pasado a los 78 años en su casa de Key West, Florida, contó una vez que ante todo él quería escribir y que, una vez que llegó al deporte, jamás quiso dejarlo. Autor de diez novelas, Deford confesó una vez su fastidio cuando le decían que alguna historia que había escrito era tan buena que no parecía un artículo de deportes. “Lamentaba desilusionarlos, porque el deporte es el territorio más fácil para cualquier escritor, lo tiene todo.” “El deporte -dijo muchos años después- no es seguramente la expresión humana más pura ni que dejará la huella más profunda, pero es una devoción que va mucho más allá del pan y circo.” Primero, porque el deporte (como también le gustaba destacar a Roberto Santoro) “une la excelencia y lo popular como no lo hace ninguna otra forma de entretenimiento”. Y segundo, porque ahora que la tecnología permite preservar sus hazañas, el deporte ya puede ser definitivamente equiparado con otras artes. “La música de Gershwin, las pinturas de Monet y los movimientos de Michael Jordan.” Y escribir de eso “es fácil”, dijo Deford, citando a Red Smith, otro periodista célebre: “Todo lo que debes hacer es sentarte ante la máquina y abrirte una vena”.
LA NACION