23 Jun Madres online: la obsesión de controlar a los hijos en tiempo real y a la distancia
Por Evangelina Himitian
Cuando Victoria Cardone terminó su licencia por maternidad, Emma tenía seis meses. Una amiga le recomendó una estudiante de psicopedagogía para que cuidara a su hija. “¿La vas a dejar con alguien que recién conocés?”, la alarmaron. Y le aconsejaron: “Poné cámaras. Las ves desde tu celular y podés trabajar tranquila”. Así lo hizo.
Como ella, cada vez son más las madres que usan las cámaras para monitorear a sus hijos y a las niñeras, pero también para seguir, en directo, el día a día de sus bebes.
Algunas madres usan las versiones más modernas del baby call y otras instalan circuitos cerrados.
Los especialistas consultados por LA NACION señalan que si bien estos sistemas permiten acortar el tiempo de separación, no necesariamente es así. “Uno no debería dejar a sus hijos con una persona en la que no tenga confianza ciega. No significa que las cámaras no sirvan. De hecho, permitieron detectar casos de maltrato por parte de los cuidadores. Significa que la confianza no es un vínculo que pueda estar basado en una cámara de vigilancia. Y que existen otros indicadores en la conducta de los chicos que nos hablan de que algo no está bien”, indica la pediatra y psiquiatra Beatriz Bakalarz, miembro del Comité de Ética y Familia de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
Ahora que Emma está por cumplir un año, Victoria reconoce que se volvió una adicción ese monitoreo de cámaras. Tres o cuatro veces al día corta la jornada mirando a su hija en el celular. “No lo hago para controlar a la niñera, que es superresponsable, sino para no perderme muchos de esos momentos cotidianos en los que no estoy, como el almuerzo, la siesta, los juegos de la tarde”, cuenta Cardone, de 34 años y licenciada en marketing.
Sin embargo, también hay que tomar recaudos legales para no incurrir en un delito: la persona que cuida a los hijos debe ser debidamente informada por quien la contrata de que está siendo filmada. “Lo recomendable es dejar el consentimiento por escrito”, detalla Daniel Monastersky, abogado especialista en delitos informáticos. Las cámaras no pueden estar en baños ni en lugares privados. Además, la persona que está siendo filmada tiene derecho a acceder a esos registros, (no a las cámaras) sino a las filmaciones en las que aparece.
La licencia por maternidad de Verónica Chávez terminó hace unas semanas, cuando su beba cumplió seis meses. Pero, antes de que naciera Ana ya había comprado las cámaras. Se había planteado ese dilema apenas quedó embarazada. Quién iba a cuidar a su bebe cuando ella volviera a trabajar. No había abuelas disponibles y para la guardería le parecía muy pronto. Con su marido decidió instalar cámaras. Pusieron tres. Cuando entrevistó a las candidatas a niñera, les contó que habría cámaras. Que no era desconfianza, sino una manera de quedarse tranquila. “Lo tomó bien. Me parecía que correspondía que supiera que la íbamos a estar viendo. Hoy, consulto las cámaras dos o tres veces por día. Pensé que iba a estar mucho más pendiente, pero no. Me sirvió para quedarme tranquila. Quizás esa consulta a las cámaras me haya servido para reemplazar el llamadito que una haría varias veces al día para ver si comió, si está todo bien”, cuenta Chávez.
“Lo que no suple una cámara es la presencia de la madre o del padre. Brinda información, nos deja tranquilos, aporta la sensación de control, pero no permite establecer un vínculo, aunque permita hablarles y ponerles música. No hay que supeditar el cuidado ni la situación de contacto a la tecnología. El contacto interhumano es lo que nos salva de la depresión, de la locura y del autismo. El vínculo real permite sentir que el otro está conectado con uno, no sólo la idea de que otro lo está vigilando”, agrega Bakalarz.
Sol es la mamá de Mateo, que ahora tiene casi dos años y va a una guardería. Pero apenas nació, por recomendación de otras madres, llenó su casa de cámaras. Pensó que la iba a obsesionar el monitoreo, pero después de dos meses se dio cuenta de que ya casi no lo hacía. “Al principio, como no le había avisado a la niñera, me generó conflictos. Porque había cosas que veía, por ejemplo, si lo sacudía mucho para hacerlo dormir… Me volvía una madre omnisciente. Después, cuando vi que estaba todo bien, empecé a confiar”, dice.
A Melina Díaz, la madre de Lila, las amigas la convencieron de que comprara un baby call con cámaras. Ahora que su hija tiene ocho meses, vigila cada tanto lo que ocurre en su casa. Pero no sólo eso. También usa el sistema para hablarle a la distancia, saludarla y hasta para ponerle música cuando la beba está jugando. “No estoy todo el día conectada, pero me deja tranquila”, cuenta. Cuando la beba era más chica, la cámara del baby call le permitió verla en el momento en el que empezó a dormir en su propio cuarto. Para quedarse tranquila, había contratado una niñera que dormía en el cuarto con la beba. Cuando con la cámara comprobó que la que dormía toda la noche era la niñera y no la beba, decidió que ya no necesitaba más de sus servicios.
“Antes de pensar en la cámara, los padres deben acertar con la persona que se ocupará del niño. La elección será adecuada si se toman recaudos básicos. Se trata de sentir confianza, que es un sentimiento que no siempre se percibe con todas las personas, por lo que hacer caso de nuestra intuición es importantísimo. Si hay algo que inquieta, seguir en la búsqueda. También hay una serie de recomendaciones a aplicar. Antes: pedido de referencias y, si es posible, la captación de datos a través de alguna red social. Probar a la postulante cuando todavía estamos en casa para observar personalmente su desempeño y para que incorpore las rutinas de la casa. Durante: solicitar a un abuelo (siempre es buena la cercanía de los abuelos), tío o amigo que se presente de manera inesperada y observe cómo van las cosas. Es importante también no olvidar dejar todos nuestros datos para situaciones complejas. Una cámara no suple todos estos pasos previos ni se convierte tampoco en una mamá a distancia”, dice Adriana Ceballos, licenciada en Educación, terapeuta familiar y directora del sitio Interpadres.
LA NACION