01 Jun Libros sobre ajedrez: 8 obras donde el tablero se apodera del relato
La feria del libro contó, entre sus atracciones sorpresivas, la expansión de la literatura alrededor del fútbol. Por supuesto, al tratarse del deporte más popular, también es el que más obras genera. Otro de los deportes con cierta presencia “literaria” es el tenis. Pero ¿qué sucede con el ajedrez? Y aquí también hay espacio para las sorpresas.
Para los aficionados al juego ciencia, la bibliografía ─dedicada específicamente a la técnica o a las historias de sus grandes protagonistas─ es amplia.
Pero en otro campo, el literario, también encontramos deliciosas recomendaciones para quienes disfrutan la lectura, y también el ajedrez. Entre novelas y relatos, suele destacarse una obra maestra de Stefan Zweig, llamada justamente “La partida de ajedrez” o “La novela de ajedrez” (Die Schachnovelle, es su título original en alemán). También escritores como Vladimir Nabokov y, entre los más recientes, Arturo Pérez-Reverte tomaron al ajedrez entre sus temáticas.
“La partida de ajedrez” es un relato, o novela breve, que Zweig escribió en 1941, poco antes de su suicidio en Petrópolis, Brasil, y que se publicó tres años más tarde. A esa altura, el escritor vienés era una leyenda en la literatura, y en muchos sentidos su obra se interpreta como una alegoría sobre el mundo cruel y convulsionado que le tocaba vivir. Zweig se había alejado de la barbarie nazi y, cuando se enteró de la caída de Singapur, imaginó que todo el mundo seguiría el mismo camino. Aún no habían producido ni Stalingrado ni Normandia. Zweig escribió que “después de los 60, se requieren fuerzas especiales para empezar de nuevo. Pero las mías están agotados luego de tantos años sin patria”.
En la definición de “La partida de ajedrez”, se considera que Zweig “analizaba el equilibrio y desequilibrio de una mente sometida a una pasión extraña, y nos conduce a los laberintos nunca explorados de la conducta humana”.
La obra está ambientada en un barco cuyo recorrido es Nueva York… Buenos Aires. Allí un campeón mundial de ajedrez, oriundo de los Balcanes y llamado Mirko Czentovic “ha derrotado” a todas las estrellas ajedrecistas de su época: Capalbanca, Alekhine, Botvinnik, Resevshki. Durante su viaje a la Argentina, lo desafía un magnate, otros tripulantes y por un enigmático Doctor B –con un pasado en los campos de concentración- quien consigue empatarle una partida.
Más allá de la anécdota en sí, lo relevante de la obra es el trabajo de Zweig sobre la psicología de los hombres, sus acciones y sus sentimientos. Y con metáforas precisas sobre lo que significaba el nazismo aún cuando, para el momento en que Zweig lo escribió o cuando murió, el mundo aún no comprendía la dimensión de esta tragedia (y la que se avecinaba).
Leontxo García ─español, tal vez el más reconocido periodista de ajedrez en el mundo─ define la obra como “una historia que habla de la capacidad de supervivencia humana frente a la privación extrema de la libertad”.
“La defensa”, de Nabokov, no tiene relación con esa temática. Aquí, alrededor de un persona llamado Luzhin y que también se convierte en un supercampeón de ajedrez, el autor de Lolita trabaja sobre el destino y la obsesión. Definen a Luzhin como “un muchacho tímido, miedoso, que maltratado por los compañeros de colegio, encuentra refugio en un juego mágico como el ajedrez. La auténtica vida del ajedrecista, ordenada, metódica y rica en aventuras. Y Luzhin advirtió con orgullo que era fácil para él reinar allí”. Después, todo se transforma. “A partir de su brillante carrera como campeón, que pronto se convierte en una obsesión que le absorbe por completo, Luzhin comprende que va a ser destruido. Y que su instrumento también es un arma que se vuelve contra sí mismo”.
Sin tanta profundidad psicológica ni búsquedas metafísicas, algunas de las obras españolas ingresan en el relato. Por estos días, llevan al cine “El jugador de ajedrez”, del novelista Julio Castedo. Anteriormente, un iconoclasta como Fernando de Arrabal, escribió “La torre herida por el rayo”, también ambientada en este juego. No es extraño: De Arrabal ─oriundo de Melilla, residente en París─ fue un prodigio infantil del ajedrez, antes que la vida lo llevara por por otros rumbos: artista, director de ópera y cine, dramaturgo, pintor. Un vanguardista total que, además, es reportero de ajedrez.
Mucho más conocido entre nosotros, y frecuente visitante, Arturo Pérez-Reverte escribió en “La tabla de Flandes” uno de los libros que cimentó su fama. “A fines del siglo XV un viejo artista introduce en uno de sus cuadros en forma de ajedrez, un secreto que puede cambiar la historia del mundo. Y cinco siglo después, un ajedrecista trata de resolver ese enigma”, se presenta.
Hace pocos años, con “El Tango de la Vieja Guardia”, Pérez-Reverte regresó a la trama del juego ciencia. La primera parte de su entretenida novela transcurre en… Buenos Aires, en los arrabales porteños de los 20, repletos de cuchilleros, bailarinas y compadritos. Pero luego nos transporta a una villa de Sorrento (Italia) en la década del 60 con un duelo de ajedrecistas de primera línea, una especie de Karpov-Kasparov, con sus ejércitos de asistentes y analistas.
La lista de recomendaciones no sería completa sin “Bobby Fischer fue a la guerra”. Pero aquí no se trata de la ficción, sino de una jugosa crónica, una investigación que John Eidinow y David Edmonds, periodistas de la BBC, realizaron sobre el match del siglo, aquel que Fischer y Boris Spassky protagonizaron en Islandia, en 1972. Y que, por el entorno de la Guerra Fría, fue mucho más que un simple duelo “deportivo”. Algo que también de pudo apreciar en una película reciente, “Pawn Sacrifice”, conocida entre nosotros como “La jugada maestra”, con Tony Maguire como protagonista.
La veta local relacionada con la literatura con temática ajedrecística la ofrece “La primera vida de Miguel Najdorf”, obra editada por Maipue en la que Gabriel Siegel ofrece un relato novelado sobre los años del ex columnista de Clarín en la Polonia de entreguerras, donde se forjó como ajedrecista, para luego enfrentar la barbarie asesina durante la Segunda Guerra Mundial con las armas del ajedrez. Un hombre imprescindible con una vida de película merecía un libro así.
CLARIN