La imperdible aventura de volar

La imperdible aventura de volar

Por Bruno Lazzaro
Volar es, sin duda, el verbo más alto. Y es, también, la acción más parecida a la libertad. Aquello que parece lejano. Inalcanzable. Pero que ya no lo es. El paracaidismo, el parapente y el ala delta pican en punta a la hora de cumplir con ese sueño postergado que todos los chicos y chicas remontan desde sus primeros años de infancia.
Ruben Patri tiene 33 años y es instructor en Paracaidismo Chascomús, la escuela que funciona desde hace ocho en la ciudad de la laguna y que tiene tres aviones y seis instructores para llevar a cabo un vuelo de bautismo.
Cuenta que la experiencia, que cuesta $3.500 y que dura entre 45 segundos y un minuto de aire, “siempre crece pese a que los valores son altos. En Argentina todo suele ser complicado, imagínate si algo vuela”.
Las medidas de seguridad no son un problema. “Es como en cualquier deporte. Si tenés continuidad, vas ganando la experiencia necesaria”, dice sobre el salto en caída libre que comienza a 4.000 metros de altura y que precede a la apertura del paracaídas. “Tengo 28.00 saltos encima y ya perdí la adrenalina que busca cualquier persona que viene a querer volar. Pero lo bueno de esto es que tiene un montón de ramificaciones que van apareciendo a medida que se conoce. Ahora disfruto del deporte. Y a muchos de los que vienen les pasa lo mismo y siguen viniendo”, asegura Patri, quien en breve parte al Mundial de Alemania.

PARAPETADOS EN EL AIRE
El parapente es un paracaídas dependiente. La experiencia es similar, pero sin la parte de la caída libre. “El vuelo de bautismo dura un mínimo de diez minutos, pero si encontramos algunas corrientes ascendentes podemos hacer como las aves y extender ese tiempo”, sostiene Juan Otado, instructor de Alto Valle Parapente, la escuela que funciona los fines de semana San Antonio de Areco y a la que cualquier persona puede acceder por $1.350.
En el parapente, que tiene una velocidad de 38 a 45 kilómetros por hora, la persona vuela sentada a una altura que oscila entre los 400 y los 600 metros. “Cuando alguien viene a probar, le digo que es como la moto. Si arrancás con una cilindrada muy alta en la 9 de Julio lo más probable es que tengas un accidente, pero si te asesorás con profesionales, es un deporte muy seguro”, sentencia Otado y agrega que además “hay que saber mucho de meteorología. No se puede salir con cierto aire. Hay algo que es claro. Cuando la naturaleza dice que no, es no”.

OCÉANO SALVAJE
En las afueras de La Plata, en el Kilómetro 2 de la Ruta 65, funciona Flyranch, uno de los espacios más buscados a la hora de practicar ala delta, una actividad que fue boom a fin de los 90 y que volvió a posicionarse otra vez entre las opciones de vuelo. “Viene mucha gente con miedo, y es lo normal. Pero nosotros no nos ponemos en riesgo y explicamos personalmente qué es lo que vamos a hacer”, dice el instructor Lionel Darman. Y agrega que “las personas que más aterradas se muestran son las que, una vez terminado, mejor la pasan”.
Los vuelos, que duran 15 minutos y que tienen un valor de $2.000, no se realizan con más de 20 kilómetros por hora. “Nos remolca un avión ultraliviano y nos soltamos a 650 metros. En el paracaidismo te meten la presión en el cuerpo como con una jeringa de adrenalina. Nosotros dosificamos más y eso resulta más placentero”, comenta Darman, quien tiene un promedio de 100 horas anuales en el aire y que este año viaja a Brasil para competir en el Mundial.
Volar dejó de ser una simple ilusión y pasó a ser una realidad para todo aquel que así lo desee. En el aire parecen estar algunas de las respuestas.
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