06 Jun La globalización, otra vez en el banquillo
No hay nada oscuro, mucho menos satánico, en la fábrica Revolution Mili de Greensboro, Carolina del Norte. La alta chimenea de ladrillos amarillos, con “Revolution” escrito en ladrillos rojos verticalmente, fue construida pocos años después de creada la fábrica, en 1900. Era un tiempo de auge para las empresas locales. La industria del algodón de Estados Unidos se estaba mudando al Sur desde Nueva Inglaterra, para aprovechar los salarios más bajos.
La cantidad de plantas industriales en el Sur más que se duplicó entre 1890 y 1900, llegando a 542. Para 1938, Revolution Mili era la fábrica más grande del mundo, produciendo exclusivamente franela, a razón de 45 millones de metros al año.
El edificio principal de la planta aún tiene los pisos y las vigas de madera instalados en sus tiempos de auge, pero no se oye el traqueteo de los telares aquí desde hace tres décadas. La planta cesó su producción en 1982, alerta temprana de otra revolución a escala global.
La industria textil comenzaba una nueva migración en busca de mano de obra más barata, esta vez en América latina y Asia. Revolution Mili es un monumento a una industria que se perdió por la globalización.
En la cercana Thomasville hay otro hito de la gloria industrial del pasado: una réplica de nueve metros de una silla tapizada. La Gran Silla fue erigida en 1950 para celebrar el éxito del pueblo en la fabricación de muebles, actividad en la que Carolina del Norte fue en un tiempo líder en Estados Unidos. Pero el éxito no duró. “En la década de 2000 la mitad de Thomasville se fue a China”, dice T. J. Stout, patrón de Carsons Hospitality, un fabricante local de muebles. Los fabricantes locales de gabinetes, vestidores y cosas por el estilo perdieron ventas frente a Asia, donde la producción de mano de obra intensiva es más barata.
El estado ahora está encontrando otras maneras de prosperar. Una hora al Este en auto desde Greensboro se encuentra Durham, una ciudad que está repleta de nuevas firmas. Una es Bright View Technologies, con sede moderna en las afueras de la ciudad, que produce película y reflectores para variar el patrón y la difusión de luces LED.
El edificio de Liggetty Myers en el centro de la ciudad fue en un tiempo el hogar de los cigarrillos Chesterfield. El edificio elegante ahora se está llenando con empresas más nuevas, dice Ted Conner, de la Cámara de Comercio de Durham. La Universidad Duke, centro de gran parte de la innovación en la ciudad, está ocupando parte del espacio para laboratorios. Carolina del Norte ejemplifica tanto la promesa como las bajas de la economía abierta de hoy. Pero aun las empresas locales en ascenso se quejan de que Estados Unidos se ve perjudicado en los acuerdos comerciales y de que los rivales extranjeros se benefician de subsidios injustos y normativa laxa. En las zonas donde les ha resultado más difícil adaptarse al cambio las quejas tienden a ser más ruidosas. En todo el mundo occidental hay creciente inquietud respecto de la globalización y del tipo desigual e inestable de capitalismo que se cree que ha producido.
La reacción contra el comercio más libre está cambiando la política. Donald Trump logró una improbable nominación como candidato del Partido Republicano para las recientes elecciones presidenciales con el apoyo de los obreros del sur de Estados Unidos y de la zona conocida como el “cinturón del herrumbre” [nota de la nación: y resultó elegido el 8 de este mes]. Éstos son lugares que perdieron muchos empleos en la manufactura en la década posterior a 2001, cuando Estados Unidos fue golpeado por un auge de las importaciones de China (que Trump dice que va a dejar afuera con aranceles punitivos).
El libre comercio ahora provoca tanta hostilidad que Hillary Clinton, la candidata presidencial del Partido Demócrata, se vio obligada a rechazar en la campaña la Asociación Transpacífica (conocida por la sigla TPP), un acuerdo comercial con Asia que ella misma ayudó a negociar. Se han trabado las negociaciones de un nuevo acuerdo comercial con la Unión Ejyopea, la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (la sigla en inglés es TTIP). Importantes políticos en Alemania y Francia se han vuelto contra ese acuerdo en respuesta a la oposición popular al pacto, con el que se buscaba bajar las barreras a la inversión y de tipo regulatorio entre Europa y Estados Unidos.
Señales de no pasar
El compromiso con el libre traslado de las personas dentro de la Unión Europea (UE) también está sufriendo presiones. En junio Gran Bretaña, una de las economías más fuertes de Europa, votó en un referéndum dejar la UE luego de 43 años como miembro de ésta. El apoyo para el Brexit fue fuerte en el norte de Inglaterra y Gales, donde solía estar gran parte de la manufactura británica; pero donde más firme resultó fue en los lugares que han visto los mayores incrementos en poblaciones inmigrantes en los últimos años.
Desde que Gran Bretaña votó por irse, partidos antiestablishment en Francia, Holanda, Alemania, Italia y Austria han reclamado referéndums sobre la pertenencia a la UE ‘en sus países también.
Tales partidos son partidarios de cerrar las fronteras, poner límites a la inmigración e imponer barreras al comercio. Están ganando popularidad y ahora influyen en los gobiernos de ocho países de la UE.
También hay creciente preocupación por el movimiento sin trabas del capital. Una mayor parte del valor creado por las compañías es intangible y las que dependen de la venta de ideas encuentran facilidades para instalarse donde los impuestos son más bajos. Estados Unidos ha atacado las llamadas inversiones de impuestos, en las que una compañía grande se muda a un país de bajos impuestos luego de acordar ser comprada por una firma más pequeña con sede allí.
Los europeos se quejan de que las firmas estadounidenses usan demasiados trucos ingeniosos para evitar el pago de impuestos. En agosto, la Comisión Europea ordenó a Irlanda recuperar hasta13.000 millones de euros (US$ 14.500 millones) en impuestos impagos de Apple, dicta-minando que la baja cuenta de impuestos de la compañía era fuente de competencia desleal.
El movimiento libre de capital de deuda ha significado que los problemas en una parte del mundo (digamos, la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos) se extienden rápidamente a otras partes. Lo esquivo de los flujos de capitales es uno de los motivos por los que la más ambiciosa de las iniciativas internacionales de la UE, el euro, que unió a 19desus28 miembros en una unión monetaria, está en problemas.
En los primeros tiempos del euro, países como Grecia, Italia, Irlanda, Portugal y España disfrutaron de mucho crédito y bajos costos de endeudamiento, gracias a una inundación de capital privado de corto plazo de otros países de la UE. Cuando llegó la crisis, se secó el crédito y debió ser reemplazado con créditos oficiales masivos, del Banco Central Europeo (BCE) y de fondos de rescate. Las condiciones con las que se dio ese apoyo han provocado que se agrien las relaciones entre países. Acreedores, tales como Alemania, y deudores, tales como Grecia.
Algunos sostienen que el creciente descontento en el mundo rico no tiene que ver realmente con la economía.
Pero hay una base material del descontento de todos modos, porque una lenta recuperación económica ha dejado de lado a grandes grupos de personas. En Estados Unidos uno de cada seis hombres en edad de trabajar sin título universitario no es parte de la fuerza laboral, según un análisis del Consejo de Asesores Económicos, un centro de estudios de la Casa Blanca. En Gran Bretaña, aunque hay más gente trabajando que nunca en la historia, las alzas salariales no se han mantenido a la par de la inflación. Sólo en Londres y en el Sudeste el ingreso real per cápita ha subido por encima de su nivel anterior a la crisis financiera de 2007-08.
La mayoría de los países ricos están en el mismo barco. Un informe del McKinsey Global Institute concluye que los ingresos reales de dos tercios de los hogares en 25 economías avanzadas quedaron estancados o cayeron entre 2005y 2014, en comparación con el 2% en la década anterior. Los escasos avances en una economía estancada han ido a asalariados privilegiados.
Esto ha generado una sensación extendida de que una economía abierta es buena para una pequeña elite, pero no favorece a la gran masa del pueblo. Incluso académicos y funcionarios que apoyaban la apertura sin reservas ahora tienen dudas. Siempre entendieron que el libre comercio crea perdedores tanto como ganadores, pero pensaban que la conmoción era transitoria y que los avances serían lo suficientemente importantes como para compensar a los que perdieran.
El daño por China
Sin embargo, nuevos estudios sugieren que la integración de China al comercio global causó más daño duradero de lo esperado a algunos trabajadores del mundo rico. Los desplazados por el auge de las importaciones de China están concentrados en bolsones de crisis donde es difícil encontrar empleo alternativo.
No es fácil establecer un vínculo directo entre la apertura y la des-igualdad salarial, pero estudios recientes sugieren que el comercio tiene un rol mayor que el que se creía. Se entiende cada vez más que las migraciones a gran escala entran en conflicto con la política de bienestar que se necesita para proteger a los trabajadores de las conmociones provocadas por el comercio y la tecnología.
El consenso en favor de la movilidad del capital sin trabas comenzó a debilitarse luego de la crisis del este asiático de1997-98. Al crecer los flujos de capital, crecieron las dudas. Un artículo reciente de economistas del FMI titulado “Neoliberalism: Oversold?”(¿Se exageró con el neo- liberalismo?) argumentó que en ciertos casos para las economías los costos de la apertura a los flujos de capitales superan a los beneficios.
La pregunta es en qué medida la globalización, definida como un flujo más libre del comercio, las personas y el capital por el mundo, es responsable de los males económicos del mundo y si, poniendo todo en la balanza, aún es algo bueno. Una evaluación cierta es más difícil de lo que podría parecer, y no sólo porque los principales elementos de la apertura económica tienen distintas repercusiones. Varias otras grandes conmociones han golpeado la economía mundial en las últimas décadas y los efectos son difíciles de desenredar.
En primer lugar, el empleo y la paga han sido muy afectados por el cambio tecnológico. Gran parte del aumento de la desigualdad de ingresos en los países ricos deriva de nuevas tecnologías que hacen más valiosos a los trabajadores con educación universitaria. Al mismo tiempo, la rentabilidad de las compañías ha divergido cada vez más. Plataformas online tales como Amazon, Google y Uber, que actúan uniendo a los consumidores con los productores y los anunciantes, dependen de efectos de red: cuantos más usuarios tienen, más útiles se vuelven.
Las firmas que llegan a dominar tales mercados obtienen ganancias espectaculares comparadas con las que vienen a la zaga. Eso a veces ha producido ganancias extraordinarias en la cima de la distribución de ingresos. Al mismo tiempo, la rápida declinación en el costo de la automatización ha dejado a quienes tienen baja o media capacitación en riesgo de perder sus empleos. Todos estos cambios han sido amplificados por la globalización, pero hubiesen tenido un tremendo efecto en cualquier circunstancia.
La segunda fuente de conmoción fue la crisis financiera y la lenta recuperación que comúnmente sigue a los estallidos de la banca. El boom del crédito previo a la crisis había ayudado a enmascarar el problema de la desigualdad de ingresos elevando el precio de las casas e incrementando el poder de compra de los de bajos ingresos. La quiebra subsecuente destruyó tanto empleos como riqueza, pero la gente con capacitación universitaria se recuperó más rápido que los demás. El libre flujo del capital de deuda tuvo un rol en el proceso previo a la crisis, pero gran parte de la culpa le corresponde a la regulación bancaria laxa. Ha habido quiebras bancarias mucho antes de la globalización.
A todo eso se sobre impuso un evento único: el rápido surgimiento de China como potencia económica. El crecimiento motorizado por las exportaciones ha transformado a China de un país pobre en un país de ingresos medios, sacando a cientos de millones de personas de la pobreza. Este logro probablemente sea irrepetible. En la medida en que el precio de los bienes de capital sigue cayendo marcadamente, lugares con gran cantidad de mano de obra barata, tales como la India o África, tendrán mayores dificultades para incorporarse a las cadenas de oferta globales, como lo hizo China tan rápido y exitosamente.
Este informe especial desenreda esta miríada de influencias para evaluar el impacto del libre movimiento de bienes, capital y personas. Concluye que algunas de las preocupaciones respecto de la apertura económica son válidas. Se subestimaron las tensiones generadas por una economía global más integrada y hubo demasiado poco esfuerzo volcado a ayudar a los perdidosos.
Pero gran parte de las críticas a la apertura es equivocada, minimizando sus beneficios y achacándole problemas que tienen otras causas. Revertiría dejaría a todos en peores condiciones.»
THE ECONOMIST/ Traducción de Gabriel Zadunaisky/ LA NACIÓN