La batalla por la supremacía en el triángulo del litio

La batalla por la supremacía en el triángulo del litio

Por Silvana Colombo
La Argentina, Chile y Bolivia suman más de la mitad de las reservas mundiales de este mineral clave para la fabricación de celulares y compiten por atraer inversionesChile, Bolivia y la Argentina compiten en la región por atraer inversiones.
El salar de Olaroz está a casi 4000 metros sobre el nivel del mar al final de un camino que serpentea a través de la cordillera de los Andes. El sonido más fuerte en esta expansión uniforme es mecánico, de unas bombas que funcionan solas. Extraen una salmuera cargada de litio de pozos que llegan muy profundo debajo de la costra de sal y la depositan en piletas de evaporación. El concentrado es llevado a una planta cercana para su procesamiento, produciendo carbonato de litio. La operación en la provincia de Jujuy, de la Argentina, con una inversión conjunta argentino-australiano-japonesa, es una de las dos minas de litio del país en actividad. El año pasado produjo 11.845 toneladas de carbonato de litio, alrededor de un 6% del producto mundial. Este año Sales de Jujuy planea producir 17.500 toneladas.
El litio es una commodity muy valorada. Las baterías de ion de litio guardan la energía que hace funcionar los teléfonos celulares, los autos eléctricos y las redes de electricidad (cuando están conectadas a turbinas eólicas y células fotovoltaicas). Joe Lowry, experto en el metal más liviano, espera que la demanda se triplique para 2025. La oferta va a la zaga, lo que ha hecho subir el precio. Los valores de los contratos anuales de carbonato de litio e hidróxido de litio se duplicaron en 2017, según la publicación especializada Industrial Minerals. Esto está atrayendo inversores al “triángulo del litio”, que abarca zonas de la Argentina, Bolivia y Chile. La región contiene el 54% de los “recursos de litio” del mundo, indicación inicial de oferta potencial antes de evaluar reservas probadas.

Los tres países no han tenido la misma disposición para aprovechar la oportunidad. Chile, que es pro mercado, lleva la delantera. La Argentina se apresura a recuperar el terreno perdido, como lo sugiere la actividad en el salar de Olaroz. Bolivia, cuyos recursos son tan grandes como los de la Argentina, apenas ha comenzado a explotarlos. Esas diferencias son muy sugerentes respecto de cómo trata el trío sudamericano las empresas y las inversiones en términos generales. Tienen un competidor formidable en Australia, donde el litio debe ser sacado de las rocas por un proceso costoso de molienda y enviado a China para su procesado, pero hay una actitud más amigable hacia los inversores.
Chile dominó durante décadas los mercados mundiales de litio. El salar de Atacama tiene las reservas probadas más grandes y de mayor calidad. El sol del desierto, la escasa lluvia y la salmuera rica en minerales hacen que los costos de producción en Chile sean los más bajos del mundo. Junto a esto está el clima más benigno para las inversiones en la región. Chile lleva mucha delantera en los rankings en cuanto a la facilidad para hacer negocios, niveles de corrupción y cualidad de su burocracia y su sistema de justicia. Sus depósitos de litio están cerca de Antofagasta y otros puertos chilenos; el carbonato de litio que se produce en Jujuy pasa por ellos.
Pero el crecimiento se ha achatado, permitiendo que Australia amenace el puesto de Chile como máximo productor. Esto se debe principalmente a que, en lo que se refiere al litio, Chile es menos liberal que respecto del cobre, la mayor exportación del país. Por fortuna, ese problema puede solucionarse fácilmente.
Leyes aprobadas en las décadas de 1970 y 1980 clasifican el litio como material “estratégico” sobre la base de que puede ser utilizado en futuras plantas de energía de fusión nuclear. Hay pocas perspectivas de que Chile construya una de estas plantas pronto, pero se mantienen los controles sobre la producción de litio como un modo de proteger el frágil ecosistema del desierto.
Sólo dos compañías, SQM, de Chile, y Albemarle, de Estados Unidos, tienen autorización para extraer el metal bajo contratos firmados en la década del 80. Además, están sujetas a cuotas del litio que pueden producir de la salmuera, que también rinde otros minerales. El gobierno quiere aumentar la producción.Pero la Agencia de Desarrollo Económico (Corfo), que es dueña de las reservas de litio, ahora está en una disputa legal con SQM y por lo tanto se ha negado a elevar sus cuotas, que la compañía probablemente agote para 2021.
Chile está en busca de otras maneras de incrementar la producción. En enero, Codelco, la compañía cuprífera estatal, invitó a firmas privadas a invertir en los salares de los Pedernales y Maricunga, áreas ricas en litio que controla. Este año Corfo hizo un nuevo acuerdo con Albemarle, que extiende su contrato de minería hasta 2044 y le da una cuota adicional. Albemarle acordó vender un cuarto de su producción a precios preferenciales a firmas con base en Chile que se proponen producir productos con valor agregado, comenzado por cátodos para baterías.

Mantenerse en la cima
Con mayores cuotas, el salar de Atacama por sí solo podría más que cuadruplicar la producción a 350.000 toneladas el año sin extraer más salmuera, dice Eduardo Bitron, jefe de Corfo. Eso ayudaría a asegurar el puesto de Chile en la cima de la tabla de la liga global del litio. Terminar con el estatus estratégico del metal y con las cuotas tendría aún más sentido. También lo tendría mejorar las instituciones chilenas y su infraestructura. Aunque son las mejores de la región, van a la zaga de las de Australia. “Chile va en el sentido correcto, pero se necesita más”, dice Daniela Desormeaux, de signumBox, una compañía de estudios de mercado con sede en Santiago. Para SQM, los avances siguen siendo demasiado lentos, lo
que ha hecho que torne la mirada hacia lo que pasa en la Argentina.
Eso no hubiese sucedido hace dos años. Hace décadas que nadie pensaba en la Argentina como un lugar pro empresas. Cristina Kirchner, que gobernó hasta diciembre de 2015, hizo las cosas más difíciles. Controles de divisas para apuntalar el peso impedían que las compañías repatriaran sus dividendos. Los impuestos a las exportaciones reducían las ganancias y los controles de importación dificultaban traer maquinaria. Los inversores tenían que solicitar a la autoridad impositiva permisos para importar y luego solicitar al Banco Central monedas duras, cuyas reservas se redujeron a lo largo de la administración de Cristina Kirchner. “Habitualmente se tardaba meses en traer equipo de perforación y bombas al país”, dice
David Sidoo, CEO de la canadiense Advantage Lithium.
La Constitución argentina establece que las provincias, no el gobierno federal, son dueñas de los minerales del país. Las firmas mineras tenían que orientarse en medio de una confusión de reglas y normativas provinciales. “Era como la Torre de Babel”, dice Daniel Meilán, actual secretario de Minería del país. A los inversores les resultaba difícil entender a qué compañías se les habían otorgado concesiones, mientras que los gobiernos provinciales a menudo se entrometían a la fuerza en los proyectos. Jemse, una firma minera propiedad de la provincia de Jujuy, exigió una participación del 20% en el capital de Sales de Jujuy antes de aceptar un 8,5%, financiado con un crédito de la compañía.
El relativamente nuevo presidente argentino, Mauricio Macri, ha intentado destrabar la inversión, incluyendo el litio. En su primera semana en el gobierno, el ex empresario redujo los controles de divisas y comenzó a eliminar los impuestos a las exportaciones. Su celo empresarial ha influido en los gobiernos provinciales, que están aprobando permisos de exploración y extracción mucho más rápido. “Ahora se logra introducir
equipo en el país mucho más velozmente”, dice Sidoo. El gobierno de Jujuy ha creado una base de datos para facilitar a los inversores entender quién tiene las concesiones mineras.
El gobierno nacional está tratando de armonizar la normativa provincial. Ha impuesto un acuerdo sobre derechos estándar (3% de los ingresos, más 1,5% para mejorar la infraestructura), que ahora debe pasar por las legislaturas provinciales y el Congreso Nacional. Macri tiene planes ambiciosos para mejorar la pésima infraestructura del país, aunque eso llevará más tiempo. Estos avances han comenzado a descongelar la inversión en el litio. En 2016 el sector atrajo US$ 1500 millones; la producción aumentó casi un 60%. “Estamos en modo de expansión”, dice Alex LosadaCalderón, jefe operativo de Sales de Jujuy, que está invirtiendo US$ 160 millones en nuevo equipo. El país espera producir 145.000 toneladas de carbonato de litio para 2022, cinco veces el producto del año pasado. Pero Meilán se mantiene cauto. La Argentina perdió la confianza de los inversores a lo largo de muchos años, dice. “Se tardará más de un día en recuperarla.”

La criatura de la laguna blanca
El escudo de armas del siglo XVI de Potosí, una ciudad en el altiplano andino en el sur de Bolivia, la declaraba el “tesoro del mundo, reina de todas las montañas y envidia de los reyes”. Sus minas de plata financiaron el imperio español. Los buscadores de minerales de hoy están ansiosos por explotar los depósitos de litio del área, pero el gobierno democrático de Bolivia es menos abierto que el del virreinato.

El régimen de inversiones del país sufre por “falta de seguridad legal, débil imperio de la ley, corrupción y
medidas de arbitraje internacionales oscuras”, según el Departamento de Estado de EE.UU. Bajo el
gobierno de izquierda encabezado por el presidente Evo Morales desde 2006, Bolivia se ha retirado de
numerosos tratados bilaterales, negando a los inversores acceso a arbitraje internacional. Su gobierno ha
nacionalizado partes de las industrias petrolera y de gas, junto con la mayor compañía de
telecomunicaciones y la mayor parte del sector eléctrico.
El gobierno mantiene un control aún más férreo sobre el litio que sobre el gas, su mayor exportación. YPFB,
la compañía de gas natural estatal, al menos hace inversiones conjuntas con firmas del sector privado.
Desde 2010 el derecho a extraer salmuera de litio ha estado reservado al Estado. Las firmas privadas
ahora no pueden hacer otra cosa que mirar con ojos codiciosos el salar de Uyuni, cerca de Potosí, el mayor
del mundo.
La incursión del Estado en la extracción del litio no va bien. Aún no ha calculado cómo se traducen los recursos de Uyuni a reservas explotables, lo que normalmente sucede antes de abrir un pozo. Aun así, ha armado una operación de extracción piloto y está avanzando con planes para construir una planta de carbonato de litio a toda escala, capaz de producir 30.000 toneladas al año. El emprendimiento está atrasado, ha superado el presupuesto y se ve trabado por falta de experiencia y tecnología, dice Juan Carlos Zuleta, economista especializado en litio.
Al igual que Chile, Bolivia espera formar asociaciones con firmas privadas para hacer productos con valor agregado, incluyendo baterías y autos eléctricos, a través de una nueva empresa, Yacimientos de Litio Bolivianos. Pero la insistencia del gobierno en reservarse una participación mayoritaria desalienta a los inversores. En 2016 Bolivia vendió 25 toneladas de carbonato de litio a China, embolsando US$ 208.000. La actitud del gobierno boliviano hacia la inversión privada puede estar ablandándose. Una ley minera promulgada en 2014 permite nuevos contratos entre firmas privadas y el Estado (aunque no en el litio). Una ley de inversiones aprobada el mismo año establece un marco para traer inversores extranjeros al país. Otra medida reciente establece normas para el arbitraje de disputas entre inversores extranjeros y el Estado, que podría reducir la incertidumbre causada por la retirada de Bolivia de tratados bilaterales. En conjunto, todo esto ha atraído el interés de inversores, dice el abogado Fernando Aguirre.
Bolivia tiene mucho camino por andar antes de poder disputar a Chile y la Argentina la supremacía en el
triángulo del litio. Si sigue abriéndose, Potosí podrá algún día volver a su antigua gloria.
THE ECONOMIST/LA NACION