01 Jun Jefe secreto: los descubrimientos que hizo un CEO infiltrado en su propia empresa
Por Sofía Terrile
A la planta de procesamiento llegó un joven con rulos, anteojos y dientes un tanto desparejos. Ninguno de sus colegas de la compañía brasileña de plásticos MVC sospechaba que David, el recién llegado que les pedía ayuda para completar las tareas, era en realidad el director general de la empresa, Gilmar Lima, que sin mencionárselo a nadie había encarado la transformación para participar del show de televisión Jefe secreto, de la cadena local Globo.
De aquella experiencia nació el libro Descubriendo héroes, en el que Lima relata anécdotas y conversaciones que vivió con los operarios de la planta. Pero sobre todo, detalla los aprendizajes que se llevó de aquel contacto “horizontal” con sus colaboradores. En diálogo con LA NACION, el autor habla de la desconexión que existe entre los ejecutivos y los empleados de las organizaciones, y llama a formar un liderazgo más “sensible”.
Del tiempo que vivió como “David”, Lima conoció historias personales de los empleados -tanto felices como dramáticas- y aprendió a realizar trabajos manuales a los que nunca se había acercado. Sobre este punto, rescata la facilidad de los empleados de la planta para compartir conocimiento. “Ellos no tienen miedo y en eso son muy diferentes de los ejecutivos de la compañía, que se enredan en competencias estúpidas e individualistas”, señala.
Asimismo, critica la “desconexión total” que existe entre la dirección de las empresas y los colaboradores: “No quiero generalizar, pero creo que existe en el 70% de los casos”, asegura.
Lima recuerda que, en su período de desconexión, un día resolvió que el horario de entrada a la fábrica no debía ser a las 7.30 de la mañana, sino a las 8, porque pensó que era lo mejor para los operarios. “Fue un desastre”, reconoce, porque la gran mayoría de los empleados dejaba a sus hijos en la escuela antes de acercarse a la fábrica. “Hubo problemas que no consideré por falta de información”, rememora.
Liderazgo sensible
Gilmar Lima asegura que los líderes generalmente se gradúan de escuelas “que no forman buenas personas”, sino que tienen una fuerte carga técnica y de conocimiento. Apunta que quienes deseen estar en puestos de alta jerarquía deben trabajar incesantemente en una cualidad humana básica: la empatía. “Escasea lo humano: hay que trabajar mucho la humildad y la sensibilidad. En las organizaciones, las nuevas generaciones ya no desean trabajar sólo por plata, quieren ser felices. La gente está empezando a despertar: ¿vale la pena dedicarle toda la vida a una compañía que no valora a sus empleados?”, explica.
“Las organizaciones están carentes de sensibilidad y de gestores que sepan cuidar, inspirar y desarrollar a las personas -continúa-. El mayor desafío de las compañías no es crear programas espectaculares, sino tener actitudes simples para no desmotivar y para generar un ambiente feliz donde todos se sientan parte de algo más grande.”
Contacto directo
Para evitar esa desconexión, Lima propone hacer fuerte hincapié en la comunicación y el contacto con los empleados, ya sea en persona -en desayunos en los que se pueda hablar de los desafíos personales y profesionales, aclara- o a través de mensajes que pueden ser vía video.
“Un líder tiene que crear ese ambiente de confianza. Es más difícil transformar a un buen ejecutivo en una buena persona que a una buena persona en un buen ejecutivo. Mejor elijan hombres o mujeres que tengan buena relación con la gente”, subraya. Recomienda rodearse de psicólogos, sociólogos y expertos “que comprendan lo humano”.
Asimismo, indica que todos los ejecutivos deben estar alineados y que el Departamento de Recursos Humanos puede jugar un papel de termómetro a través de las áreas para conocer cómo se encuentra cada uno de los empleados y “cómo está la motivación” a cada momento.
La verdad ante todo
El director de la consultora G12 Innovation afirma que, en sus 35 años de experiencia en puestos de liderazgo en diferentes compañías, encontró que existe un paso clave antes de motivar y es muy simple: no desmotivar a los empleados. “Las empresas cometen errores de comunicación. Tienen programas de recursos humanos con frases muy lindas, pero en la práctica no es real. Falta coherencia y eso desmotiva”, explica.
El problema, sostiene Lima, radica en la falta de transparencia y añade que, en su caso, lo notó especialmente durante el período de crisis que vivió y que vive la economía brasileña. “Los líderes se sienten empoderados, guardan información y eso hace que la organización se sienta insegura”, dice. Afirma que “las empresas trabajan muy bien la parte de la contratación”, porque venden a la compañía como el mejor lugar del mundo, y luego decepcionan a los empleados una vez que son contratados. “No hay necesidad de vender grandes programas, sino de decir verdades y de comunicarse con las personas con seguridad”, detalla.
No perder la humanidad
Finalmente, sobre los tiempos en los que la macroeconomía no acompaña, Lima toma su experiencia en Brasil y pide a los líderes que sean “especialmente transparentes y francos”, tomando en cuenta la delicada situación social.
El consultor mediático subraya que, si bien los despidos muchas veces son “necesarios” para “buscar más competitividad”, deben realizarse a plena conciencia y sin dejar de lado el aspecto humano.
“Por ejemplo, si un hombre y su esposa trabajan en el mismo lugar, lo último que un ejecutivo debe hacer es desvincularlos a los dos al mismo tiempo, porque destruye la renta de esa familia”, dice, y añade que las compañías deben entender que, luego de la desvinculación, las personas “no pasan a ser enemigas”. Concluye: “Sobre todo, no perder la humanidad, porque el mercado vuelve a crecer, todo mal pasa, y las empresas que sobrevivan seguramente intentarán ser mejores en el futuro”.
LA NACION