“Hoy, el saber está dominado por los algoritmos”

“Hoy, el saber está dominado por los algoritmos”

Fabio Gambaro
En nuestro mundo actual, dominado por la hipertrofia digital, los filósofos pueden contribuir a la transformación del exceso de información en conocimiento. Lo recuerda Michel Serres, el filósofo francés , un estudioso que, desde hace más de medio siglo, se enfrenta con las mutaciones de la realidad.
“Lo que estamos viviendo es una revolución antropológica”, explica Serres, cuyo último libro traducido al italiano, Non è un mondo per vecchi ( Sin lugar para los viejos, un guiño a la novela de Cormack McCarthy), está dedicado al mundo inédito de los nativos digitales. “Hoy está naciendo un hombre nuevo, cuya característica principal es la casi completa externalización -en las computadoras y celulares, en las redes- de su memoria, sus conocimientos y su capacidad de cálculo. Es la última fase de un proceso que ha acompañado la historia de la humanidad. Al principio los hombres sólo conocían la transmisión oral, que emplea el cuerpo y la voz como soporte del mensaje. Con la invención de la escritura, el hombre ha empezado a utilizar un soporte externo: la piel, el pergamino, el papel. Esta primera etapa de la externalización produjo cambios enormes, por ejemplo el nacimiento de la moneda, la ley escrita y las religiones monoteístas. Sócrates, que sólo quiere hablar, es remplazado por Platón, que escribe.
-¿Cuál es la siguiente etapa?
-La invención de la imprenta, que multiplicó las potencialidades de la externalización, produciendo otras transformaciones, desde el protestantismo hasta el nacimiento de la democracia. El héroe es Montaigne, seguido por los humanistas. Hoy estamos viviendo una fase nueva, ya que el soporte digital permite una externalización de la memoria y los conocimientos sin precedentes. Las nuevas tecnologías permiten un acceso fácil y permanente a una enorme masa de información. También esta última fase está produciendo enormes consecuencias en el plano socioeconómico. Basta pensar en la cantidad de puestos de trabajo destruidos por la desintermediación que permiten las redes. Después de Platón y Montaigne, los nuevos héroes son los jóvenes nativos digita- les, que yo he comprimido en un personaje llamado Pollicina, que gracias a su smartphone tiene todo al alcance de sus dedos.
– Su Pollicina accede a una enorme cantidad de información, que a la vez pareciera no poder controlar…

-Es cierto, pero ha ocurrido lo mismo en el pasado. Leibniz, cuando era bibliotecario del duque de Hannover, escribió que se encontraba en presencia de una impresionante masa de libros de la que no tenía el control. Se preguntaba si toda esa acumulación de palabras escritas habría favorecido la barbarie o la cultura. El hombre siempre ha intentado administrar la creciente masa de información: en el pasado, ordenando y clasificando; hoy, inventando los motores e búsqueda. De todos modos, más que dominar el océano cultural, nosotros podemos apenas intentar navegarlo. Debemos aceptar que las nuevas tecnologías nos ponen a disposición de un inmenso mar de cultura en el que debemos sumergirnos, sin creernos capaces de controlarlo.
-¿Esta masa de información cambia nuestra relación con el conocimiento y el saber?
-Cuando la escritura sustituyó la comunicación oral, se verificó una revolución cognitiva. Hoy ocurre lo mismo, ya que Pollicina “conoce” de una manera nueva y diferente. Sus modalidades cognitivas, todavía en formación, son más intuitivas y prag- máticas. Si en el pasado el saber ha sido dominado por la abstracción – Platón ha inventado la idea del círculo para dominar la totalidad de los objetos redondos- hoy está dominado por los algoritmos. De a poco se afirma una cultura menos analítica, más sintética y concreta… Las nuevas tecnologías permiten formas de conocimiento colaborativo; así, el saber común evoluciona con la ayuda de los conocimientos individuales.
-¿Esto pone en duda el tradicional rol tutor del maestro al alumno?
-En el pasado, el maestro podía presuponer la incompetencia de su alumnos. Actualmente esto no ocurre más, los alumnos poseen muchísima información. Se ha pasado de la presunción de incompetencia a la presunción de información. Es el fin de una pedagogía unidireccional. Esto no quiere decir que se pueda prescindir de los maestros, porque la información no es conocimiento. El maestro, pero también el filósofo, es el que ayuda a transformar la información en conocimiento. Pollicina todavía necesita de alguien que lo ayude a atravesar este pasaje.
-Cierto pragmatismo anglosajón reconduce todo a la pareja solución/problema, alimentando la ideología del “solucionismo” típica de los gigantes de Silicon Valley. ¿Usted que piensa al respecto?
-Es cierto, pero la cultura no es sólo encontrar soluciones a problemas prácticos, también es conocimiento y espíritu crítico. Las nuevas tecnologías vehiculizan mucha cultura anglosajona, y nosotros, los europeos, debemos intentar equilibrar esta situación. En el acceso a la información que permiten las nuevas tecnologías, más allá de la dimensión práctica, hay una dimensión universal que para mí es casi una utopía cultural. Pollicina, de hecho, tiene en sus manos todos los lugares, todas las informaciones y todas las personas. En el pasado esto era una característica propia de los poderosos, de Augusto o de Luis XIV. Actualmente es la posibilidad de millones de personas.
-¿Pero al confiar la memoria y el conocimiento a un soporte externo, no se corren grandes riesgos?
-Efectivamente la externalización implica también una debilidad, porque el soporte externo puede ser destruido. Como también se corre el riesgo de una dependencia hacia los que controlan los procedimientos, sin mencionar aquellas cuestiones ligadas a la propiedad. En suma, los problemas para resolver son numerosos. Sin olvidar que, confiando la memoria y los conocimientos a los objetos tecnológicos, poco a poco se pierden algunas funciones intelectuales. De todos modos, cada vez que se pierde algo, el vacío se llena con otra cosa. La pérdida nos da miedo, pero es portadora de una potencialidad que por ahora no podemos ni siquiera imaginar.Estamos perdiendo la memoria, pero el olvido es una facultad cognitiva muy importante. En el fondo, Galileo ha podido interesarse en la experiencia porque ha “olvidado” a Aristóteles. Por eso sigo siendo optimista, aunque a veces me lo reprochen.
Traducción: Andrés Kusmisnky. La Repubblica/ CLARÍN