El correo electrónico contamina más que una carta simple

El correo electrónico contamina más que una carta simple

Por Eduardo Pérez
El cuidado del medio ambiente se convirtió en una de las principales puntas de la responsabilidad social empresaria y, en tal sentido, la medición de la huella de carbono de cualquier proceso de la cadena se fijó como uno de los medios para establecer el impacto de esa operación sobre el planeta.
Desde la segunda mitad del siglo pasado, las agencias especializadas recomendaron hacer esa medición desde el inicio del ciclo con la obtención de la materia prima hasta su conclusión en la deposición final de envases y residuos.
Uno de los sectores hacia los que se apuntó como de mayor responsabilidad en ese perjuicio ambiental fue el correo en papel y el correo electrónico apareció como su competidor menos agresivo. Sin embargo, ese paradigma impulsó a varias entidades que nuclean a las empresas de correos a realizar mediciones de la contaminación derivada de una operación, para permitir que sus asociados adopten medidas que mitiguen el impacto en el ambiente. Los resultados fueron inversos a los previstos.
Así, la Unión Postal Universal (UPU) que nuclea a los prestadores dedicados de 192 países -en su mayoría los correos oficiales- recomendó a sus asociados aplicar la Solución en línea para el análisis y elaboración de informes de emisiones de carbono para el sector postal (Oscar, por su siglas en inglés), con dos protocolos para medir 20 indicadores de desempeño de carbono, compararlos con otros sectores y fijar objetivos en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

La herramienta proporcionará mensajes a los participantes con las emisiones de gases de efecto invernadero individuales y un informe detallado de las emisiones por alcance, fuente y producto, incluyendo comparaciones con años anteriores para establecer los resultados de sus esfuerzos de mitigación y comparar su desempeño con el promedio de la industria. Por otro lado, según el Estudio de Impacto Ambiental realizado por la Asociación de Empresas de correo de la Argentina (AEcA) “el impacto ambiental de la carta simple demuestra que la actividad postal no contamina el medio ambiente”. Pero además estable que durante el proceso, un correo electrónico emite 19 gramos de dióxido de carbono (cO2), contra sólo 3,92 de un sobre.
Durante el trabajo, que fue analizado por la a la Unión Postal de las Américas, España y Portugal (Upaep), se nivelaron los valores de contaminación generados por el papel, en 25 gramos de cO2, para ambos procesos, debido a que se consideró que el destinatario -por cuestiones generacionales, en otras por practicidad- en muchos casos imprimiría el contenido del correo, en general facturas, resúmenes de cuenta y comprobantes.
Además, en este último paso, el proceso en manos del usuario final no garantizaría el uso de impresoras de bajas emisiones, de tintas amigables con el medio ambiente o papeles reciclados, más allá de las emisiones de pantallas y otros elementos tecnológicos. Esa dispersión e incertidumbre respecto del último punto del correo electrónico afectarían las estimaciones sobre su impacto ambiental.
Un tema de costos
con esos datos, la opinión de los profesionales del sector sería que “la huella de carbono en el sector postal en la Argentina no es un tema que implique un compromiso con el medio ambiente, es más bien una cuestión de costos logísticos que en los últimos años ha ido creciendo mucho. El ahorro en correo, papel e impresión es muy alto para las compañías que tienen grandes volúmenes de correspondencia”, dijo el especialista Roberto Luppo.
“La disminución de la huella de carbono es un aspecto que no se puede ignorar, pero detenernos en ella como elemento que va a convertir al e-mail en un gran rival por un tema de medio ambiente ha sido el falso dogma que se ha utilizado para demonizar la carta o el sobre. En la Argentina ha sido un tema de transferencia de los ingresos que deja de percibir el sector postal por el menor volumen de piezas físicas, y se traduce en el mayor ingreso que percibe la empresa que genera la pieza postal”, destacó.
Enfatizó que “no se mira el tema de la radiación, de la chatarra electrónica, el consumo de energía eléctrica. Sólo se cae en el lugar común instalado de que el papel contamina y nadie analiza si la carta contamina más o menos que el e-mail”, dijo el especialista, quien agregó: “toda la actividad del hombre genera un impacto en el medio ambiente, el tema es qué genera más”.
Según Luppo, “para pensar el tema de las emisiones, el Estado tiene que poner algo de su parte, para facilitar que las empresas puedan hacerlo. Porque si en esa línea se pierden puestos de trabajo se va a convertir en un problema social, si no se bajan las emisiones se podría producir un problema de salud en la comunidad. Entonces, el Estado tendría que tener una visión un poco más protectiva para el sector”.
recordó que “la ley de defensa del consumidor introdujo una exigencia de que se respetara el envío del correo físico y que solo en el caso de que el cliente pidiera el envío del correo electrónico, no se enviaría el físico. Hoy es al revés: se envía el electrónico y sólo si se pide se manda el físico y, además, lo cobran”.
LA NACION