02 Jun Donald Trump retira a EE.UU. del acuerdo contra el cambio climático y quiere negociar otro
Por Paula Lugones
El presidente Donald Trump tomó una drástica decisión de impacto global, de gran simbolismo para los ciudadanos del interior del país que lo llevaron a la Casa Blanca, y anunció ayer que Estados Unidos se retira del Acuerdo de París, el histórico pacto mundial por el que más de 190 países se comprometen a reducir sus emisiones contaminantes.
La medida –considerada un triunfo de los “halcones” del gabinete del presidente– provocó un profundo rechazo en el resto de las potencias firmantes, entre los ambientalistas, grandes corporaciones y los sectores más progresistas, pero fue festejada entre buena parte de los republicanos y la “América Profunda” conservadora, industrial y minera, donde estiman que las regulaciones ambientales destruyen el empleo.
“En cumplimiento de mi solemne promesa de proteger a los ciudadanos estadounidenses, Estados Unidos se retirará del Acuerdo de París”, anunció Trump en el Jardín de las Rosas, rodeado de sus ministros y funcionarios que lo aplaudían. Acusó al pacto de ser “desventajoso” para los locales porque “disminuye la producción económica y el trabajo”.
“El resto del mundo aplaudió cuando firmamos el acuerdo. ¿Por qué estaban tan contentos? Porque puso a nuestro país en una gran, gran desventaja económica”, respondió y denunció que el pacto no ponía límites a otros países contaminantes como China o India. Y lanzó la frase que fue celebrada entre sus votantes: “Me eligieron para ser presidente en Pittsburgh, no en París”. En un tono de campaña electoral, dijo que “es tiempo de dejar el Acuerdo de París y tiempo de perseguir un nuevo acuerdo que proteja el medio ambiente de nuestras compañías, de nuestros ciudadanos y nuestro país”. Y reiteró los slogans que lo llevaron a la Casa Blanca: “Hacer América grande otra vez”, y “Estados Unidos primero”. Igualmente dejó abierta la posibilidad de volver a negociar el Acuerdo de París “con claros beneficios para los trabajadores estadounidenses” o directamente buscar impulsar uno nuevo que se adapte a los intereses del país. Dice que el actual pacto, provoca “una masiva distribución de la riqueza de EE.UU. a favor de otros países”. Pero Europa y China ya rechazaron esa posibilidad y observan espantados cómo los Estados Unidos de Trump se aíslan de los compromisos globales.
Firmado a fines de 2016 en la capital francesa por más de 190 países bajo el auspicio de las Naciones Unidas, el acuerdo tiene como objetivo limitar el ascenso de la temperatura mundial con la reducción en forma gradual de gases de efecto invernadero. Fue un logro histórico que los dos países que más contaminan en el mundo, China y Estados Unidos, suscribieran este pacto y un hito fundamental en la política de Barack Obama que considera al calentamiento global como una amenaza crucial al planeta. Sólo Siria o Nicaragua se han negado a firmar el pacto. EE.UU. forma ahora parte de ese mínimo club.
Durante la campaña electoral Trump había prometido romper con el acuerdo al considerar que las regulaciones que impone dañan el desarrollo de la industria estadounidense y de ciertos sectores como el del carbón. El magnate había incluso dicho que el calentamiento global era un “invento de los chinos” para impedir el crecimiento económico de EE.UU.. De hecho, nombró a Scott Pruitt, un funcionario odiado por las organizaciones “verdes”, al frente de la Agencia de Protección ambiental, un organismo que vio disminuido drásticamente su presupuesto.
Sin embargo, durante sus primeros meses de gestión Trump no se había pronunciado sobre la promesa del retiro del acuerdo y había emitido señales contradictorias. Existían en el gabinete fuertes pujas sobre el tema. Por un lado, los sectores más extremistas, encabezados por el asesor Stephen Bannon y Pruitt, promovían el abandono del pacto porque consideraban que está influenciado por organizaciones ambientales que podrían perjudicar a Trump y sus políticas. Por otro, los más moderados como el canciller Rex Tillerson y su hija Ivanka eran partidarios de que Estados Unidos permaneciera en el acuerdo para poder promover nuevas políticas más favorables para EE.UU. Finalmente se impusieron las voces más duras y populistas. Seguramente en la decisión influyó la caída de la imagen del presidente en las encuestas, el escándalo del “Rusiagate” y las dificultades que Trump ha tenido para implementar otras promesas de campaña como la ley sanitaria, la construcción del muro en la frontera o la restricción del ingreso de musulmanes. Necesitaba un gesto fuerte para recuperar credibilidad.
De nada sirvieron las fuertes presiones para que no abandonara el pacto. En su reciente gira por varios países europeos Trump había escuchado varias voces de alerta de mandatarios de la Unión. El propio papa Francisco le insistió personalmente sobre la importancia de luchar en forma global contra el calentamiento del planeta. Incluso una docena de grandes empresas como ExxonMobil, DuPont, Google, Intel o Microsoft, presionaron a Trump para que no abandonara el acuerdo.
La noticia fue festejada por los líderes republicanos en el Congreso. El titular de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, dijo: “Celebro al presidente Trump por cumplir su compromiso con el pueblo estadounidense y retirarse de este mal acuerdo”.
CLARIN