10 May Por 13 razones: la serie sobre bullying que provoca debate en los colegios
Por Soledad Vallejos
Es la serie de la polémica y el debate. Hoy se conmemora en el mundo el Día contra el Acoso Escolar, y la ficción de Netflix 13 Reasons Why (Por 13 razones), que aborda el bullying y el suicidio adolescente como consecuencia de ese hostigamiento, se convirtió en estos días en uno de los temas de debate en los colegios. Los alumnos, coinciden las escuelas consultadas por LA NACION, fueron los que llevaron la inquietud a las aulas. Y tras el planteo de los chicos llegaron las dudas de los padres: ¿Es recomendable que los adolescentes vean la serie? ¿A partir de qué edad? ¿Solos o en compañía de los adultos? ¿Puede esta ficción desencadenar una ola de suicidios adolescentes por un efecto contagio? Los especialistas desaconsejan que los menores de 13 se expongan a la historia.
Para quienes están en los últimos años del secundario, en cambio, afirman que el debate es necesario y constructivo.
La ficción está basada en el best seller de Jay Asher, y cuenta la historia de Hannah Baker (Katherine Langford), una alumna de 17 años que padece el hostigamiento de sus compañeros; un caso de ciberbullying que comienza cuando uno de los varones publica por las redes sociales una foto de ella en ropa interior. La serie tiene dos momentos que encendieron la alerta: la violación y el trágico desenlace, cuando Hannah decide suicidarse y graba en caseteslas 13 razones que la impulsaron a hacerlo.
Marisa Conde, docente en el Instituto Sacratísimo Corazón de Jesús y especialista en Tecnología Educativa, cuenta que fueron los alumnos de 3° y 5° año que llevaron el tema a la clase. “Querían saber si yo había visto la serie, y a partir de ahí comenzamos a debatir sobre las redes sociales, los perfiles, la necesidad de exponerse todo el tiempo y de conseguir likes. La semana pasada también se mencionó el juego de la Ballena Azul [un supuesto desafío con enorme impacto en las redes que consiste en superar 50 pruebas, una por día, como autolesiones, privación del sueño y carreras a toda velocidad por vías de tren; y donde la última prueba se vincula con el suicidio, donde el reto es “saltar de un edificio alto”]. La charla giró en torno de los motivos que pueden llevar a un adolescente a querer participar de un juego así”.
Conde está convencida de que los padres deben conocer los riesgos a los que sus hijos están expuestos para ayudarlos. “Si este tipo de contenidos se ven en compañía de un adulto habilita la charla, la posibilidad de reflexión, y el diálogo es clave para construir alternativas posibles”.
En los colegios de la Red Vaneduc, y como parte de su programa Creciendo, el equipo directivo y docente comparte cualquier tipo de material que pueda resultar de interés para trabajar con los alumnos.
Diana Capomagi -asesora pedagógica de esa red de escuelas-, fue quien propuso ver la serie: “Sabíamos que trataba varias de las situaciones problemáticas que muchas veces atraviesan los adolescentes: violencia, bullying, adicciones, relaciones peligrosas, sexo. Luego de verla abrimos un foro de discusión para evaluar acciones. Con los alumnos de los últimos años de secundaria de los colegios Esteban Echeverría y Galileo Galilei tuvimos las primeras dos experiencias con talleres de reflexión y debate y así ayudar en la consolidación de una buena autoestima y canales de comunicación efectiva”.
Para Arístides Ricardo Álvarez, director del Instituto Superior N° 9045 zona Oeste, de Rosario, se trata de una serie con típico formato “yanqui”, con realidades sociales y educativas distintas a las de nuestro país. “Traté de abordarla con mirada crítica y tratando de traerla al contexto local, que ya de por cierto es muy diverso -señala-. De todas formas, recomiendo verla en compañía de adultos y de ninguna manera para menores de 13 años. La serie trata el tema de la sexualidad, del alcohol, de las adicciones, de los vínculos familiares y escolares de un modo cruel, pero sin reflexiones.”
Álvarez es el responsable de la Asociación Civil “Si nos reímos nos reímos todxs” y plantea: “[Los adolescentes] confían, se exponen, se dejan llevar por impulsos, por deseos, por curiosidad y muchas veces son engañados porque se sienten solos y poco contenidos en sus familias.”
“¿Puede resistir la identidad adolescente el maltrato, sea bajo la forma de la indiferencia o de la agresividad? ¿Cuál es el costo afectivo de ser parte de circuitos violentos para una frágil identidad en construcción? -cuestiona el psicólogo Matías Muñoz-. Tanto para un niño como para un adolescente, sentirse excluido o denigrado puede generar fuertes alteraciones en la formación de la autoestima.”
“Cuando esto sucede -prosigue-, surgen sentimientos de angustia, miedo, incomprensión, impotencia, enojo y, en ocasiones, la irrupción de impulsos agresivos que llevan a conductas de riesgo: lastimarse a sí mismo por impotencia o lastimar al otro como revancha o búsqueda de supuesta justicia.”
En la etapa de la adolescencia, explica Muñoz, es la propia subjetividad la que está cuestionada. ¿Quién soy? ¿Cuánto valgo? ¿Cómo soy mirado por el otro? “Buscará fuertemente ser mirado y aceptado por el grupo de pares para sentirse sólido y valioso. Los adolescentes crecen en el autoconocimiento y esa mayor conciencia personal los lleva a construir juicios sobre sí mismos. Y, desde esa autoconfianza, pujan por la independencia.”
Pero la paradoja del crecimiento, dice Muñoz, es que para ser autónomo se neceista del apego que implica tener experiencias relacionales de confianza segura y apoyo incondicional.
“El apego puede sentirse con los padres, pero se buscará fuertemente con el grupo de amigos. Esa experiencia de aceptación da consistencia a la autoestima. Se afianza la identidad ante la valoración positiva de todos aquellos en los que busca confiar”, sostiene.
Desde su perspectiva como psicóloga y profesora de Clínica con niños y adolescentes de la Universidad Maimónides, Silvina Ferreira dos Santos argumenta: “Destacamos la viralización digital junto con su imposibilidad de olvido: son dos elementos clave en la configuración de ciberbullying, además de las particularidades del sentir y pensar adolescente y el funcionamiento perverso de los contextos referenciales”.
La especialista concluye entonces: “Vale sostener la pregunta: ¿Qué podemos hacer para mejorarlo?, tal como lo formula un joven de la serie, encarnando una cruzada ética que, por más utópica que parezca, aún no está perdida”.
LA NACION