08 May Hablar sobre sexo todavía sigue siendo un tabú
Por Laura Marajofsky
La historia de la investigación de nuestras conductas sexuales es larga y complicada, y por lo general está teñida por los miedos, prejuicios e ideas imperantes de cada época. Pasando por los obstáculos que tuvo que enfrentar Charles Kinsey, en la década del 30, cuando comenzó su famoso archivo de comportamientos sexuales (que luego devendría en hallazgos tan relevantes como la famosa Escala de Kinsey), a los investigadores William Masters y Virginia Johnson, que en los 50 hicieron su propio estudio provocando un escándalo por observar gente en pleno coito o masturbándose. Lo cierto es que cuando se trata de sexo, estudiarlo, entenderlo, hablar sobre ello, más allá de la cantidad de años que hayan pasado o lo liberales que creamos que somos, siempre pareciera existir algún tabú. Teniendo en cuenta que el sesgo cultural siempre limita de alguna forma esta clase de estudios, la investigadora Zhana Vrangalova empezó a pensar otra manera de abordar los comportamientos sexuales.
Así en el 2014 comenzó el proyecto casualsexproject.com, un sitio que empezó silenciosamente y que hoy tiene casi cinco mil visitas diarias, en donde la gente puede dejar sus historias sexuales de forma anónima y sin ningún tipo de restricciones. A la fecha, contiene unos 200 testimonios provenientes de personas de distintos sexos detallando diferentes hábitos y experiencias.
Toco y me voy
¿Por qué todavía cuesta tanto hablar de sexo, en particular si es casual? Aparte de haberse convertido en un útil registro -¿el primero online?- de anécdotas sexuales de todo tipo, y con el que Vrangalova espera construir una base de datos con historias que algún día provean material para estudios académicos, el sitio cumple otra misión: desestigmatizar el sexo casual.
“Todavía estamos muy conflictuados como sociedad e individuos con el hecho de si es aceptable o sano tener sexo casual, sexo fuera de los términos de una relación romántica estable. Hay algo que me molesta de esta relación amor-odio con el sexo. Todos parecemos estar de acuerdo con que el sexo con un compañero romántico tiene todos los beneficios. ¿Cómo es que la misma actividad sexual puede tener efectos totalmente opuestos si la persona es un desconocido o un amigo? Es el sexo bueno sólo por el amor o compromiso que sentimos por nuestras parejas, y sin eso se convierte en una fuerza destructiva. ¿No hay algo bueno simplemente en el sexo?”, se pregunta con naturalidad esta psicóloga en una reciente charla TED
Este proyecto propone entonces no sólo un enfoque diferente respecto de cómo se estudian las conductas sexuales, sino también, sobre lo que tradicionalmente se piensa acerca del sexo casual como fuente de displacer, o como algo poco “sano”, “normal” o incluso poco conducente para las relaciones. El sitio está diseñado para abrir la discusión sobre los llamados “hookups” (sexo ocasional) y otras formas de comportamiento sexuales poco convencionales (sexo con amigos, grupal, relaciones abiertas, etcétera). ¿Por qué lo hacemos? ¿Lo disfrutamos? ¿Nos beneficia de alguna manera o nos daña? ¿Lo hicimos porque queríamos o porque nos sentimos presionados? Estas y otras preguntas atraviesan los variados testimonios que integran el archivo. También se pregunta por el modo en que se habla acerca del acto en sí mismo y cuáles fueron las reacciones de los otros para poder medir cómo se reciben esta clase de relatos, y la forma en que estas situaciones son reconstruidas socialmente.
En cuanto a la metodología, como se explica en un perfil de la revista New Yorker sobre Vrangalova -una figura de alta rotación mediática-, ella es la primera en admitir que el Casual Sex Project no tiene un enfoque objetivo o científico respecto de la recolección de la información. No hay asignación por azar, controles ni condiciones experimentales, y la muestra si bien es muy variada no es exactamente representativa de la población general. Pese a todas estas falencias, puede que sea el repositorio más grande de información sobre sexo casual que hay hasta la fecha, tal vez porque no tiene mucha competencia. Lo que sucede con el research que se viene haciendo sobre el tema es que casi todos estos estudios se realizan mayormente sobre poblaciones universitarias.
Es probable que bajo el supuesto erróneo de que sólo los estudiantes tienen sexo casual (para los 25 el 70% de la gente habrá tenido “hookups” una vez). Asimismo, el registro más extensivo de comportamientos sexuales en los EE.UU., incluyendo no sólo estudiantes, no le pregunta a los encuestados de ambos géneros por sus prácticas. ¿Casualidad?
Frustrada con las muestras parciales, los sesgos culturales, o directamente, los estudios que ignoran la variable por completo, Vrangalova se propuso armar un archivo lo más diverso posible, así como abrir la discusión en torno al tópico. El 80% de los estudiantes reporta haber tenido sexo fuera de una relación estable, y la cultura del “hookup” es algo ya naturalizado en los campus universitarios, fruto tanto de mayores libertades sexuales generacionales como de la propia cultura universitaria que alienta con alcohol, y a veces violencia, esta clase de encuentros.
Aunque el Casual Sex Project no comparte la demonización del sexo casual -señalado como una epidemia en lugares más conservadores y religiosos como EE.UU.-, tampoco le hace la vista gorda al acto sexual no consensuado y a los abusos. Por ese motivo, parte del cuestionario que las personas anónimas contestan online incluye preguntas relativas al consenso de ambas partes, si los participantes estaban alcoholizados, etcétera.
Lisa Wade, socióloga y autora de “American Hookup: The New Culture of Sex on Campus”, describe un poco la manera en que la cultura del sexo casual en las universidades camufla y cataliza el comportamiento de los predadores sexuales, normalizando cosas como emborrachar a alguien, llevarlo aparte, tener sexo sin consentimiento… El problema mayor destacado por la escritora, quien dice que los jóvenes no están teniendo más sexo que sus antecesores (encuestas longitudinales recientes la respaldan), es que el alcohol se ha legitimado como parte del acto sexual y de la vida del joven en general. Además destaca “el imperativo sexual”, es decir, cuando los jóvenes tienen sexo no porque quieren, sino porque que esa es la expectativa de sus pares y del ambiente.
Sin embargo, Wade plantea que sí estamos hablando, pensando y posteando en nuestras redes sociales sobre sexo constantemente, que no hay apps específicas para el flirteo, sino que hoy se usan “todas” las plataformas disponibles para esto, y que especialmente entre los jóvenes hay mucha conversación en torno a los encuentros casuales antes y después del acto.
Claro que, como señalaba al comienzo Vrangalova, el estudio de la propia Wade puede estar sesgado por focalizarse de más en el segmento estudiantil, con sus problemáticas y hábitos particulares.
Hablemos mucho o poco, se trata también de cómo hablamos de eso, y de abrirnos a la idea de que la experiencia no es -y no tiene que ser- igual para todos, evitando caer en lugares comunes y replanteándonos los roles de género (las mujeres lo sufren, a los hombres se les festeja, es algo negativo si no es con pareja estable, etc.). Quizás en un futuro, hablar o escribir sobre sexo casual, sea como hablar o escribir sobre cualquier otro comportamiento más. Algo por lo cual no sentirse ni coercionado, ni tampoco juzgado por tener y disfrutar.
LA NACION