El tributo de San Antonio para conmover a Ginóbili, con el deseo de que no haya sido el adiós

El tributo de San Antonio para conmover a Ginóbili, con el deseo de que no haya sido el adiós

Por Matías Baldo
En una noche con aroma a despedida, San Antonio se rindió a los pies de Emanuel Ginóbili. La derrota por 129-115 frente a Golden State Warriors, previsible y lógica, se sintió más como un homenaje a la leyenda que podría retirarse que un partido de final de conferencia.
Fue una constante: el AT&T Center estalló ante cada intervención del argentino. Con Tim Duncan ya fuera del básquetbol y Tony Parker lesionado, Ginóbili fue el foco de una ciudad que ya recuerda al Big Three, ese tridente que conquistó cuatro campeonatos, con nostalgia.
“No sé si me quisieron retirar definitivamente, pero yo todavía no lo anuncié”, aseguró entre risas en la conferencia de prensa posterior, aún conmovido por la reacción de los 18.466 fanáticos que lo ovacionaron durante todo el encuentro.
Ginóbili recibió demostraciones de afecto desde que salió al parquet para el calentamiento junto con Ettore Messina, ahora asistente en San Antonio y coach del bahiense durante su paso por Italia. Mientras el grupo de argentinos que habían llegado desde Pergamino coreaban su nombre, dos amigos taiwaneses sostenían un cartel en donde aseguraban que habían viajado casi 13mil kilómetros para verlo y una mujer de rasgos orientales mostraba una pancarta de agradecimiento: “No podíamos pedir más. Gracias por todos estos años. Muchas gracias, Manu”.

Incluso Gregg Popovich tenía preparada una sorpresa: incluyó a Ginóbili en el quinteto titular después de tres años. En la que parecía una presentación más, la voz del estadio anunció primero a Patty Mills, continuó con Danny Green, siguió con La Marcus Aldridge, prosiguió con Jonathon Simmons y cerró con Manu Ginóbili. La reacción del público fue estruendosa.
Popovich explicó su decisión en la rueda de prensa posterior: “Esta noche fue titular como una muestra de respeto, esa fue la única razón. Antes del partido piensas que puede o no ser su último partido y no quería perder la oportunidad de honrarlo por su actitud a lo largo de los años. Él es un jugador del Salón de la Fama y me permitió ponerlo desde el banco la última década, o algo así, sólo porque nos hacía un mejor equipo. Obviamente él es una de las grandes razones de nuestro éxito. Se merecía tener una noche de respeto en la que pudiera sentir realmente que apreciamos todo lo que ha hecho a lo largo de los años”.
En su conferencia previa, Popovich ya lo había consagrado a la altura de los más grandes de la historia de la liga más importante del mundo: “Juega con la misma actitud que Michael (Jordan) y Kobe (Bryant), que Larry (Bird) y Magic (Johnson)”.
El duelo fue una sucesión de ofrendas a Ginóbili. Cada intervención suya era vitoreada con fervor por un aforo en el que se repetían los mensajes dedicados al argentino. “El fuego todavía arde”, rezaba una pancarta y Ginóbili lo confirmaba en la cancha: marcó 15 puntos, repartió siete asistencias y robó tres balones.
Como otra señal de respeto, Ginóbili jugó casi todo el último cuarto y recién salió cuando quedaban poco más de dos minutos de juego, con el resultado definido casi desde el primer cuarto. Fue en ese cierre cuando el AT&T Center abandonó la habitual solemnidad de una hinchada con su equipo ya eliminado y convirtió al estadio en un espejo de uno argentino, porque desde las tribunas bajaba el aliento constante al mito: el sudamericano “olé, olé, olé, olé, Manu, Manu” alternaba con el “Manu, Manu, Manu” tan norteamericano y con el ruego de que siguiera un año más.
Cuando Ginóbili salió por última vez hacia el banco de suplentes tras ser reemplazado por Kyle Anderson, casi todos en las gradas se pusieron de pie para aplaudirlo, también su propio banco de suplentes y hasta los rivales: Stephen Curry, quien esperaba en la línea para lanzar un libre, y Kevin Durant se sumaron a la ovación. Ginóbili levantó su brazo, saludó a su público y se sentó junto a Patty Mills. El australiano, su amigo, bromeó con él sentado al costado de la cancha: “No sé por qué estos muchachos te están ovacionando, le pregunté, y me respondió que iba a renovar por tres años más”.
Cuando el reloj se agotó y Golden State selló su clasificación a su tercera final consecutiva, todos lo abrazaron y saludaron. Incluso retrasaron la salida de un Ginóbili que se fue cuando sus compañeros probablemente ya estaban en el vestuario. Fue una salida perfecta, como si hubiera estado planeada aunque claramente se dio sin saberlo: el escolta argentino, el hom–
breque fue sustancia l para la transformación d el aNB Ay que durante los últimos 14 años enamoró con su corazón a una ciudad que lo adoptó como su ídolo, enfiló hacia el túnel bajo una atronadora catarata de aplausos, gritos e incluso algunos llantos.
Después del partido, todos hablaronde él, de un jugador de 39 años que en los últimos días de su carrera acaparó la narrativa de una liga que vive la antesala de una final que promete ser histórica. En la noche del lunes a nadie le importó la clasificación de Golden State, la fantástica actuación de Curry y Durant ni la posibilidad de que los Warriors puedan tomarse revancha de la derrota del año pasado frente a Cleveland Cavaliers.
Tras bambalinas todo giraba en derredor de Manu, incluso entre los periodistas. Adrian Wojnarowski, estrella de Yahoo y probablemente el periodista más influyente de la liga, sirve como ejemplo: en vez de irse anticipadamente rumbo a la sala de prensa como suele hacerse para no llegar tarde a la conferencia casi instantánea post partido de los entrenadores, se quedó en el estadio, grabó la salida de Manu y la subió en su Twitter.
En la conferencia de prensa y ante los ojos del mundo, Ginóbili confirmó lo que ya había anunciado: que se tomará tres semanas para decidir si seguirá jugando.
El día después en San Antonio fue uno más en una ciudad circunscripta por la tranquilidad, como si la noche del lunes nunca hubiera sucedido, salvo por la portada de la sección deportiva del San Antonio Express News que publicó la foto de Ginóbili lanzándole un beso a su mujer desde la boca del túnel y una columna a cargo de Mike Finger que resume el sentimiento de sus compañeros, de sus fanáticos y de toda la NBA: “Este no tiene por qué ser el final del paseo de Ginóbili”.
LA NACION