La herencia del diseño americano

La herencia del diseño americano

Por Renato Tarditti
En la expedición al Salón de Detroit que tuvo lugar en enero, tuvimos la oportunidad de visitar el Heritage Center de General Motors, centro que preserva la herencia del mayor productor de autos de Estados Unidos. Son más de 600 vehículos de todas las épocas –desde los comienzos de la empresa en 1908, hasta la actualidad–, de los cuales unos 300 están en exposición en un enorme salón abierto a visitas por invitación especial. Para cualquier entusiasta de los autos que tenga este privilegio, es algo así como entrar en Disneylandia. Y si hablamos de diseño, más aún.
Pasa que General Motors –más allá de los gustos personales– es de las tres grandes americanas, la empresa que más aportó al diseño automovilístico a lo largo de la historia. Mientras Ford dominaba el mercado con su omnipresente Modelo T, GM comprendió que la manera de superar a la marca del óvalo era poner el foco en las necesidades y aspiraciones de los consumidores, con productos más atractivos y variados, y no solo utilitarios. De la mano de Harley J. Earl, el diseño fue una de las principales herramientas para lograrlo. Ya en 1938, GM inventó el concepto del concept car (valga la redundancia) ya partir de 1949 empezó a organizar sus exposiciones Motorama, en las que exhibía sus productos y visiones del futuro, dándole a las diversas marcas del grupo –Chevrolet, Buick, Pontiac, Oldsmobile y Cadillac– un aura vanguardista.
Lo fantástico de recorrer el Heritage Center es que permite apreciar la evolución del diseño
americano e incluso comprender un poco mejor –desde lo estético– cómo fue cambiando la idiosincrasia de una nación al compás de la evolución de sus autos. Hacerlo en profundidad sería una tarea ciclópea, pero vayan aquí algunos ejemplos, con la arbitrariedad que significa elegir unos pocos entre tamaña colección de maravillas.

Le Sabre Concept: el boom aerodinámico
Al automóvil le llevó un buen par de décadas encontrar un lenguaje formal propio. Hasta bien entrada la década de 1920, casi todos los autos mantenían una continuidad con la forma de las carretas que los precedieron. Todo cambió con la búsqueda cada vez más apasionada por la velocidad y con ello la aparición de la ciencia aerodinámica, que ya venía impulsada por la industria aeronáutica. Hay muchísimos ejemplos de este estilo streamline (palabra sin traducción literal, que expresa algo como líneas generadas por la corriente del aire), pero uno que lo expresa hasta el paroxismo es el Buick Le Sabre Concept de 1951. La apropiación de formas aeronáuticas –fundamentalmente tomadas de los primeros aviones de caza a reacción– es extraordinaria en este prototipo, que influenció a muchos de los modelos de serie posteriores. El Le Sabre (que comparte nombre con el famoso caza F86 que dominó los cielos en la Guerra de Corea), es una acabada expresión del optimismo que reinaba en los EE.UU. luego de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, y que se manifestaba en una grandilocuencia estilística y en una constante necesidad de expresar un salto hacia el futuro.

Corvette: el toque europeo
Pero hubo excepciones. Una parte del gusto estadounidense empezó a mirar lo que pasaba del otro lado del Atlántico, influenciado por la vuelta a casa de los soldados que habían combatido en Europa, especialmente en Italia. Así nació el más icónico de los autos deportivos de General Motors: el Chevrolet Corvette. Sin discusión uno de los autos más bellos de la historia, el ´Vette de 1953 fue la traducción del clásico roadster (descapotable de dos asientos) europeo al lenguaje americano. Conservaba el tamaño compacto, las líneas fluidas y un balance de proporciones italiano (más sensual que grandilocuente), pero a la vez tenía los toques estilísticos de la escuela americana, como el parabrisas panorámico, la carrocería bicolor, y la parrilla como una boca con dientes de cromo. El Corvette fue una señal muy prematura de una globaliza ción en el gusto que varias décadas más tarde se iba a convertir en el paradigma dominante.

Camaro: el nuevo hedonismo
Más allá de excepciones como el Corvette, el deportivo clásico estadounidense era en esa época más parecido a un transatlántico que a un automóvil. Todo cambió con el Ford Mustang, el primer Pony C ar( pon y, por pequeño) que dio origen a una nueva tipología de vehículos potentes, compactos y económicos, más representativa de lo que hasta el día de hoy entendemos como autoamericano. Dellado de GM, la respuesta fue el Chevrolet Camaro, en 1967. Estos autos eran mucho más pequeños, carentes de la excesiva ornamentación de los modelos precedentes, y establecieron un nuevo paradigma de proporciones. Anchos, bajos, relativamente compactos y con una fuerte carga muscular en los tres cuartos traseros, eran una expresión de fuerza bruta pero en clave atlética. Culturalmente representaban el hedonismo propio de los baby boom (los hijos de la generación de la guerra), que veían a los automóviles más como representativos de un estilo de vida, que como símbolos de status.

1967 Chevrolet Camaro Z28

Toronado: avant garde
Poco conocido y exitoso a nivel comercial, el Oldsmobile Toronado es una rara avis extraordinaria en la historia del diseño de GM. Además de ser uno de los primeros autos grandes con tracción delantera y el primero con faros retráctiles, su diseño estaba al menos una década adelantado a su tiempo, sobre todo por la forma de resolver las superficies de chapa, caracterizadas por una elegancia, simplicidad y fluidez formidables. Junto al Corvette Sting Ray de 1968, fue una de las obras maestras de WilliamBill Mitchell (sucesor del gran Harley Earl en la dirección del diseño de GM) y una prueba de la capacidad de la escuela americana de buscar nuevos horizontes fuera de los cánones establecidos.

Regal GNX: búsqueda en el desconcierto
Luego de la crisis del petróleo, todo cambió dramáticamente en EE.UU. El optimismo de posguerra se hizo trizas y el desconcierto invadió los estudios de diseño. ¿Si no podemos hacer autos grandes y exuberantes, qué hacemos? La respuesta fueron los autos cuadrados de los 80. Una suerte de reacción
racional al despilfarro estilístico de los años precedentes. En ese contexto GM se las arregló para expresar potencia y masculinidad, por ejemplo, con el Buick Grand Regal GNX de 1987; aún con su aspecto tosco y poco estilizado, era una expresión honesta de las líneas deportivas de esa época.
LA NACION