23 May Atentado en Manchester: por qué Estado Islámico atacó en un recital pop
Por Luisa Corradini
Aún antes de haber sido reivindicado por Estado Islámico y sin esperar que la policía británica difundiera la identidad de su autor, no existían dudas sobre el origen del ataque terrorista que anoche costó la vida de 22 personas en el Manchester Arena.
“Todas sus características permitían ver la firma del Estado Islámico (EI)”, afirma el especialista en terrorismo Mathieu Guidère.
El sitio escogido, el atentado-suicida, la acción de un hombre solo… Lejos quedaron los tiempos en que la organización radical islamista planificaba sus ataques contra “los infieles” occidentales montando sofisticadas células teleguiadas desde Irak o Siria, que exigían meses de preparación.
Desde hace un tiempo, al borde la desintegración debido al éxito de la guerra contra el islamismo lanzada por varios países occidentales en Medio Oriente, EI carece de medios para formar gente, financiarla y enviarla a Europa. Está obligada a conformarse con esos centenares de individuos que, marginados, frágiles o presas del fanatismo, creen dar un sentido a sus vidas provocando la muerte de decenas de vidas inocentes.
Ahora bastan para sembrar el espanto un hombre solo a bordo de un vehículo, con dos machetes en un bolso o una bomba artesanal en una mochila. Los objetivos, en todo caso, siguen siendo los mismos. Como en el teatro Bataclan en París, en noviembre de 2015, con el ataque de anoche en el Manchester Arena los jihadistas golpearon lo que más aborrecen: la juventud, la diversión, la alegría, la música. Trataron, sobre todo, de hacerle sentir a Occidente el mismo dolor que padecen sus pueblos bombardeados desde hace años -es verdad- por drones y aviones occidentales.
Aunque solos, esos “lobos solitarios” no dejan de representar un auténtico desafío para las democracias. Un peligro quizás mucho peor que las células estructuradas, mucho más fáciles de detectar. Lo prueba la relativa ineficacia de los cada vez más complejos sistemas de control, vigilancia y cooperación desarrollados por cuerpos policiales y servicios de inteligencia de toda Europa.
Gran Bretaña no es una excepción. Este es el sexto atentado terrorista cometido en su territorio desde 2005, cuando cuatro ataques-suicidas en el metro londinense provocaron 56 muertos y 700 heridos. Esto, sin contar los 13 proyectos desarticulados desde 2015 y el sinnúmero de complots desbaratados durante estos años.
Esa amenaza se agrava a medida que comienzan a llegar de regreso a Europa los terroristas que viajaron desde 2014 a Siria e Irak para hacer la guerra santa en las filas del EI o de otros movimientos jihadistas. Europol y las agencias de inteligencia de Gran Bretaña, Francia, Alemania y Bélgica estiman que se trata de unos 800 combatientes ahora decididos a buscar venganza.
En estado de alerta N°2 -el anteúltimo antes del nivel máximo-, el país sabe que, como Francia, es blanco privilegiado del terrorismo islámico. Junto a Estados Unidos, sus fuerzas armadas participan en la alianza militar que opera en Medio Oriente contra el EI. Incluso, Londres autorizó recientemente la “eliminación” de todos los jihadistas británicos que aún combaten en Siria o Irak.
LA NACION