Lo abstracto, ese inagotable campo de investigación

Lo abstracto, ese inagotable campo de investigación

Por Daniel Gigena
En 2017, el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba), fundado por el coleccionista Aldo Rubino, cumple cinco años. Si bien cuenta con una colección que parece cubrir el elástico concepto de arte contemporáneo, reúne en especial obras de la tradición del arte abstracto. En estos años, el museo produjo destacados ciclos de arte, como Ellas, que convocó durante 2016 a varias artistas mujeres del país. Hoy el Macba inicia su programación anual con Pensar en abstracto, al cuidado del curador estrella de la Argentina, Rodrigo Alonso. No hay museo público o privado del país que no haya contado con una curaduría de él. Las suyas suelen ser antologías fluidas de obras que, para usar el cliché de la época, “dialogan” entre sí, con la institución que las alberga y con el presente.
“Me gusta el trabajo curatorial -confiesa Alonso en la sede del Macba-, la posibilidad de poner en relación obras y artistas, los hallazgos que se producen en las exposiciones colectivas, el desafío de transitar caminos que ya han sido transitados por otros con el fin de encontrar nuevas soluciones.” A diferencia de las muestras individuales, las colectivas, según el curador, “permiten asociaciones de ideas más abiertas e impensadas, e incluso algo de capricho”. Una exposición bien curada, diseñada y construida aporta a la mirada y la comprensión del espectador. “En el caso de un museo eso es primordial, porque su misión es pedagógica -afirma-. A mí también me aporta muchas cosas, desde mi práctica curatorial que se va enriqueciendo con cada nueva exposición hasta las ideas, conocimientos y conceptos que surgen durante las investigaciones que llevo adelante durante la etapa de diseño de las muestras.”
arte-2375723w620
Pinturas, fotografías, instalaciones, obras cinéticas y lumínicas, esculturas, videos e intervenciones site-specific interactúan, al modo discreto de las obras, en las salas del Macba. Se seleccionaron obras de veintiséis artistas, algunos infaltables en una muestra de arte abstracto, como César Paternosto, Rogelio Polesello o la ubicua Marta Minujín. Otros, como Martín Pelenur, Amalia Pica y Andrés Sobrino, son los futuros clásicos. El Macba, cuya dirección artística pasó este año de manos de Teresa Riccardi a Jimena Ferreiro, inaugura además una serie de intervenciones en la fachada del edificio de la avenida San Juan 328. Diego Mur es el responsable del primer proyecto.
En las cuatro salas del Macba, con cincuenta obras (algunas de la colección y otras que los artistas de la colección prestaron), se diseña un mapa de la abstracción que va del constructivismo a las nuevas tecnologías. El segundo subsuelo, con videos de Karina Peisajovich y Marcolina Dipierro, y obras de Arturo Aguiar y el único artista extranjero invitado, el chileno Benjamín Ossa, reserva sorpresas ópticas.
La consigna de Ferreiro, al asumir la dirección artística del Macba, consiste en repensar el rol del museo en el llamado Distrito de las Artes. “Su elección me parece excelente -dice Alonso-. Es una persona joven, con ideas propias, con una gran experiencia tanto en la curaduría como en la gestión y la investigación, y posee un gran conocimiento del campo para poner en práctica en su nueva labor. Darle un perfil a un museo es un gran desafío.” El año recién empieza y el Macba promete un encuentro sobre crítica de arte, la participación en la Bienal de Performance y una impactante muestra, en el segundo semestre, de Gabriel Valansi.

Tres preguntas a Jimena Ferreiro
¿Cuál será tu función?

Mi propósito es promover una cultura curatorial crítica que contribuya a dar espacio a profesionales de mi generación que recién en los últimos años han podido encontrar canales institucionales donde desarrollar su trabajo. Somos una generación “retrasada”, que tuvo dificultades para insertarse. Algo semejante pasa con muchos artistas. La producción local es intensa y de enorme interés. ¡Tenemos tantas deudas con artistas históricos y contemporáneos!

¿Qué significa “repensar el Macba?
No creo en las cabezas iluminadas que llegan a las instituciones para sanearlas, más bien promuevo una modalidad de trabajo horizontal y plural. Macba está emplazado en un edificio de cierta inspiración “brutalista” que se lleva muy bien con el corazón de su colección. Materiales industriales y líneas puras caracterizan su diseño y aparecen en primer plano. La fachada es vidriada y el edificio es transparente; sin embargo, ha esquivado la relación con el exterior y le ha dado la espalda al espacio público. La relación con la comunidad es clave, y me refiero tanto al público que decide ingresar al museo como al caminante o aquel que vive en San Telmo. Me gustaría que el museo logre generar mayor curiosidad e intriga y para eso tiene que trabajar en una relación más transparente con el exterior. Perder el miedo y salir del “efecto búnker”.

¿Qué ventajas tiene trabajar en un museo privado?
En primer lugar, no depende de ningún ente gubernamental para su financiamiento y si bien tenemos limitaciones presupuestarias, procuramos que no condicionen la programación artística. Este año el museo tendrá menos exposiciones que el año pasado. Preferimos trabajar con mayor detenimiento en una plataforma crítica que nos permita evaluar la misión del museo en su quinto aniversario. Mi gestión va a trabajar en pos de ampliar el enfoque que privilegió el museo centrado en la abstracción geométrica, que se origina en la colección de Aldo Rubino, fundador del Museo, mecenas y director ejecutivo. Apuesto a promover exposiciones que busquen problematizar la escena, más que a consolidarla.
LA NACION