La versión de “A sangre fría” que Capote ocultó

La versión de “A sangre fría” que Capote ocultó

Por Frances Peirón
Hay otra versión de A sangre fría. Cinco decenios después de la publicación de su elogiado relato criminal -en 1966-, la reputación literaria de Truman Capote se mantiene intacta. Otra cosa es la consideración ética que despierta su trabajo de investigación.
En medio siglo, los estudiosos descubrieron datos erróneos y “embellecimientos” de la historia sobre el asesinato de los cuatro miembros de la familia Clutter, registrado en 1959 en el Kansas rural. The Wall Street Journal develó que la explicación de Capote no es la única que existe de la masacre. El autor se ca
lló un dato relevante. Se “olvidó” de mencionar que Richard Dick Hickock, uno de los autores de la matanza y una de sus primordiales fuentes de información, también escribió sobre los hechos.
A partir de su correspondencia se deduce que Capote sabía de su existencia. Su competidor había acabado su “creación” con antelación.
En parte gracias a las gestiones de Capote, el manuscrito de 200 páginas no encontró editor y acabó perdido. En su descripción, Hickock no defiende su inocencia ni la de su cómplice Perry Smith. Cuenta que se metieron en la casa de los Clutter –Herbert, su esposa y sus dos hijos– y, con las luces apagadas, él iluminaba la cabeza de cada uno con su linterna para que Smith les pegara el tiro de gracia. “Me habría gustado ver al embalsamador rellenando esos agujeros”, escribe.
Sólo lamenta no haber disparado.
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Su narración cuenta con un giro inesperado. En A sangre fría se cuenta que Hickock y Smith fueron a robar. Floy Wells, ex compañero de presidio y ex empleado de la granja, les había dicho que los Clutter tenían una caja fuerte con 10.000 dólares. Pero Hickock sugiere que acudieron para ejecutar un encar
go. Un tal Roberts les prometió 5.000 dólares por la muerte de, al menos, el padre Clutter. Escribe que marcharon rápido porque tenían poco margen para llegar a cobrar. Los indicios apuntan a que esa idea del crimen a demanda es una fabu
lación de Hickcock, definido como “mentiroso patológico”.
Otra incertidumbre envuelve el manuscrito. Un periodista de la zona, Mack Nations, contactó en 1961 con los condenados. Hickock le confesó que escribía. Quedaron en que se los enviará por correo. La correspondencia se cortó tras una prohibición de las autoridades penitenciarias de que hubiera contacto con los presos, en directo o epistolar. Hicieron una excepción. Truman Capo
te sí podía verlos. En 1962, Robert Hoffman, abogado de la oficina del fiscal de Kansas, pidió una copia a Nations -que es la que vio el Wall Street Journal, en posesión de un hijo de Hoffman.
Según testigos, Capote quiso comprar el manuscrito. Nations se negó y trató de publicarlo. Random House se lo devolvió con la aclaración de que tenían contrato con Capote. Por entonces, y para felicidad de éste (la expresó en su correspondencia al referirse al “periodista bastardo que tantos problemas me
ha causado), a Nations le sacaron un viejo caso de evasión fiscal.
Aunque lo absolvieron, eso fue el fin de su carrera en el diario The Wichita Eagle. En 1968, a los dos años del éxito de A sangre fría, Nations se mató en un accidente de coche. Su copia del libro de Hickock desapareció. Llevaba el título de Autopista.
CLARIN