21 Apr La sangre recobrada de los muertos
Por Patricio Féminis
Los muertos seguirán su camino hasta el final. “Sabía cómo iba a terminar esto”, recordó Sasha sus últimos diálogos con su amor Abraham (Michael Cudlitz), asesinado bajo el bate de Negan en octubre, al inicio de la séptima temporada de The Walking Dead, que el domingo 2 de abril culminó a las 23.30 por Fox Premium Series. Y el lunes a las 22 por FOX. Con la prédica de Abraham: “Arriesgar el pellejo por otros. Hacértelo pedacitos por todos ellos. Dios mío, ¡eso es vivir!”.
Fue una de las escenas más sutiles en este capítulo mortal -el 16- en The Walking Dead, para la tensa espera de la octava temporada (llegará recién en octubre). Los hechos de este último capítulo circulan sin asco por Internet, pero muchos rezagados verán spoilers aquí.
¿Qué ocurrió? En un plano cerrado, desde un lugar oscuro y espectral Sasha (Sonequa Martin Green) recobró la voz de Abraham (Michael Cudlitz) mientras escuchaba por auriculares un clásico de soul negro de Donny Hathaway: Algún día, todos seremos libres. Y el título sintonizó con el del capítulo 16: El primer día del resto de sus vidas.
¿Qué muertos en camino saciarían a los espectadores? Las redes sociales ardieron enseguida. Sin zombies a la vista, en la comunidad Alexandria, el castigado héroe Rick (Andrew Garfield) convenció a Jadis (Pollyana McIntosh), de Los Carroñeros, para la futura guerra total contra Negan (Jeffrey Dean Morgan) y sus asesinos proclamados Los Salvadores.
En tanto, en la comunidad La Colina se armaba otra heroína rumbo a la octava temporada: Maggie (Lauren Cohan). Y en El Reino, el líder Ezekiel (Khary Payton) acariciaba a su mascota, el tigre hembra llamado Shiva. Con sus armas listas, todos dudaban qué camino moral tomar: ¿Rick o Negan? ¿La rebelión postergada o la opresión por conveniencia?
Otro especulador hacía su juego: el violento y cobarde Eugene (Josh McDermitt). Desde aquí, el suspenso se transformó en una épica colectiva, tan necesaria y esperada. A los tiros.
Como en otras temporadas, las despedidas en The Walking Dead suelen ser más creativas (y poéticas) que sus tramos medios. Los zombies saben cuándo aparecer para masticar más. Y Rick, con los ojos enrojecidos, miraba a su hijo tuerto Carl y luego a Negan: “Quizá no hoy, quizá no mañana, pero te mataré”.
Las fuerzas humanas se reinventaron en The Walking Dead para darles esperanza a los fanáticos, de cara a la nueva temporada.
Allá por octubre, 17 millones de personas habían latido en los Estados Unidos con el primer capítulo de la séptima, cuando murieron Abraham y Glenn, con sus cráneos aplastados por Lucille, el bate con púas de alambre de Negan.
En el segundo capítulo, el índice bajó (es un modo de decir) a 12 millones y se inclinó aún más en los siguientes. Pero como dijo el productor Scott M. Gimple: “Queremos que TWD dure veinte años”. Por eso la guerra futura se librará a ambos lados de la pantalla. Llegó a hora de resolver esta lenta sangría en The Walking Dead. Hasta los recurrentes gestos sádicos de Negan deberán reinventarse para sorprender. Y así, serán los televidentes los que puedan sonreír al final.
CLARIN