Entrenan para aprender a ganar ese segundo que les permita escapar y pedir ayuda

Entrenan para aprender a ganar ese segundo que les permita escapar y pedir ayuda

Por Gastón Rodríguez
Darío Witt se dio cuenta hace 20 años, cuando recién habían pasado cuatro meses de la fundación de Casa Abierta María Pueblo, el hogar de tránsito para mujeres y niños víctimas de violencia familiar, que la denuncia, sin la debida intervención del Estado, puede provocar una situación de riesgo mayor.
“Fue el primer ataque de un esposo agresor que tuvimos -recuerda-. Llegó y dijo «dame a mi mujer y a mis pibes». Ella estaba escondida con sus hijos debajo de la cama y el hombre rompió la puerta con un hacha.”
Desde entonces, Witt, abogado y músico, desarrolló una metodología de intervención integral en un refugio con domicilio reservado que presta patrocinio jurídico gratuito y ofrece talleres y guardería. Nada de todo eso, sin embargo, podía conceder los segundos necesarios para escapar de una situación extrema. “Empecé a dar clases de defensa personal para que las mujeres tengan la oportunidad de intentar defender sus vidas ante posibles ataques de ex parejas agresoras, algo muy común en los casos en los que nos toca intervenir”, cuenta.
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Un instante crucial en el que se decide todo
Una vez por semana, y durante dos horas y media, Witt y su equipo se reúnen en el gimnasio del hogar para entrenar técnicas del boxeo y las artes marciales, movimientos básicos de ataque y defensa.
“En las situaciones de violencia de género -explica- está presente la diferencia de poderío físico en favor de los hombres. Partiendo de esa idea, en los talleres tratamos de que las mujeres logren una actitud psicológica que les permita evitar el enfrentamiento o, en caso de ser inevitable, que puedan desactivar al agresor y escapar. No se trata de enfrentar al violento, sino de buscar ayuda cuando está en riesgo su vida o las de sus hijos”.
Witt admite que la mayoría de las mujeres comienza con un poco de temor, pero que los efectos de esa enseñanza sobre la autoestima se hacen rápidamente evidentes: “Vemos que las ayuda a sentirse más seguras y con mayor confianza en sí mismas. La descarga de estrés por situaciones traumáticas vividas es otro punto a favor. De todos modos es importante aclarar que los efectos positivos no pueden estar descontextualizados del resto de las actividades del hogar. El taller de defensa personal por sí solo no conseguiría el resultado deseado”.
Da un ejemplo: “La semana pasada una de las mujeres defendió a otra compañera que era agredida por su ex pareja en la terminal de ómnibus de La Plata. Sus conocimientos de defensa personal evitaron una situación de consecuencias imprevisibles. Casos como éste nos hacen sentir que estamos colaborando para cambiar esta cultura de desigualdad, violencia y machismo”.

Mejorar la atención
Witt advierte como un problema que el Estado no entiende esta problemática como una cuestión de inseguridad. Y afirma: “Si cuando hacemos una campaña nacional para fomentar las denuncias no tenemos en cuenta la posible reacción de los hombres estamos dejando a las mujeres a merced del azar”.
“Así como está, la línea de ayuda 144 desprotege y facilita ataques y femicidios. Si no tenés los dispositivos adecuados ni personal capacitado, denunciar se vuelve altamente peligroso. Y no lo digo como una construcción teórica. Han asesinado mujeres adelante nuestro. La ruptura no deseada puede desencadenar en estos hombres dolor y frustración. Es en ese momento en que su vida, la de su ex pareja, e incluso la de sus hijos, dejan de importarle”, sostiene Witt.
– ¿Cómo se empieza a cambiar ésta situación?
– Generando sistemas de refugios con metodologías de trabajo unificadas y coordinadas y capacitando a todos los que intervienen en el proceso. Hoy, si llamás al 144 un operador, después de escuchar tu relato dramático, te va a decir que te dirijas a la Comisaría de la Mujer más cercana a tu domicilio. Decirle eso a una mujer que tal vez llamó desde el baño, encerrada, es como decirle que vaya a Saturno. Pero si la mujer tuvo suerte y se las arregló para salir de su casa, se va a encontrar con otro problema: las Comisarías de la Mujer siguen siendo lugares de castigo para los agentes, y lo mismo ocurre en la Justicia cuando a los empleados de las fiscalías especializadas en violencia de género no les significa un crecimiento profesional. Con una mejor intervención y respuestas, no sólo protegés a mujeres y niños sino, también, indirectamente, evitás que estos hombres cometan un hecho irreparable en sus vidas.
LA NACION