De los robots, la muerte y los impuestos

De los robots, la muerte y los impuestos

Por Leandro Zanoni
No hay debate con más ebullición en el mundo laboral y de la tecnología que el de si los robots se quedarán con nuestros trabajos. La respuesta rápida es sí. La robótica, apoyada por la Inteligencia Artificial (AI) reemplazará una gran porción de los trabajos actuales y el mundo será cada vez más automatizado. Hay varios estudios que, más o menos, dicen lo mismo. Deloitte asegura que hasta el 50% de los puestos actuales podrían ser robotizados en los próximos años. Los que más peligro corren son los manuales, de los sectores industriales y manufactureros. Pero el dato nuevo es que también, gracias a la sofisticación de los algoritmos y el aumento en la capacidad de procesamiento, corren peligro otro tipo de trabajos más complejos, como aquellos que necesitan de la creatividad, las ideas y la interacción humana (publicidad, ventas, call center, etc). Esta semana se supo que la filial japonesa de la agencia publicitaria del grupo McCann Erickson tiene un nuevo director creativo: AI-CD Beta, un robot que almacena cientos de miles de anuncios publicitarios de los últimos años. Se le introducen los parámetros de un tipo de producto o servicio y el robot escribe un brief con un par de ideas básicas para armar el nuevo spot.
Los robots existen hace décadas y su progreso se fue dando en forma lenta. Pero ese progreso se dio mucho más rápido que el avance de las capacidades humanas. Por eso, más temprano que tarde, los robots nos superarán en casi todas las tareas. La gran pregunta es: ¿qué haremos nosotros en un mundo dominado por robots?

Hace unas semanas entrevisté a Yuval Noah Harari, el historiador y antropólogo de moda, autor de los best sellers Homo Sapiens y Homo Deus y unos de los autores preferidos de Obama y Mark Zuckerberg. Su visión es drástica: “Los humanos tenemos dos tipos de habilidades: físicas y cognitivas. Y las computadoras nos superan en ambos planos”. Sin embargo cree que habrá nuevos tipos de trabajos, aunque no necesariamente resolverán el problema del gran desempleo que se avecina. “Habrá una desigualdad social y política sin precedentes. Una pequeña élite todopoderosa será dueña de los algoritmos (¿Facebook, Google?). Un ejemplo: millones de taxistas, choferes de colectivos y camioneros tienen un gran poder político y económico en el transporte. Arman sindicatos y hacen una huelga. Pero en el futuro, todo ese poder podría estar monopolizado por unos pocos multimillonarios dueños de las corporaciones que tengan esos algoritmos que hacen andar a todos los vehículos de manera autónoma”, explicó.
Las principales automotrices y tecnológicas como Uber, Tesla e incluso Apple ya tienen proyectos de autos autónomos avanzados. Intel acaba de anunciar la compra de Mobileye, empresa de Israel de desarrollo de sistemas de visión para coches autónomos que trabajó para Tesla y BMW. Intel pagó u$ 15.000 millones.
Algunos economistas piensan en una Renta Básica Universal para las personas que sean reemplazados por máquinas. Y hace pocos días Bill Gates fue noticia porque lanzó la idea de cobrarle impuestos a los robots. Que las empresas paguen un plus por usarlos. El fundador de Microsoft aceptó que esa medida frenará las inversiones privadas y la expansión del sector.
La idea de Gates no es nueva. Hace tiempo que Xavier Oberson, un profesor de la Universidad de Ginebra especialista en temas fiscales, estudia esa posibilidad. El suizo tiene un argumento simple: si habrá más robots en más puestos de trabajo, los ingresos de las arcas sociales de los gobiernos caerán drásticamente. Cobrarle impuestos a las máquinas sería la manera de equilibrar esa balanza. Pero, advierte Oberson, solo un acuerdo global puede ser posible en este caso porque un país no puede aplicar esta política impositiva en soledad. “En ese caso, se verá pulverizado por la competencia”, explicó.
Mientras tanto, Europa ya discute en el Parlamento y avanza hacia la creación de un marco legal para la regulación de robots. Con un Informe elaborado a mediados de febrero se convirtió en la primera institución del mundo en abordar este tema a gran escala. Se tratan allí varios temas: autos autónomos, responsabilidad civil y legal de los robots, la creación de un organismo que los regule, la privacidad de los datos que almacenan y también si deben pagar impuestos. Porque como dijo Benjamin Franklin, nadie se salva de la muerte ni de los impuestos. Ni los robots.
EL CRONISTA