04 Mar Mundo asimétrico
Mayordomos de Downton Abbey, versión china
Por Chris Buckley y Karoline Kan
Mao Tsé-tung dijo una vez que la revolución no es una fiesta. Sin embargo, a medida que la revolución comunista se transforma en capitalismo opulento, los ricos de China quieren asegurarse de que la vajilla esté impecable y el vino, bien servido.
Inspirados en parte en la serie Downton Abbey, los magnates del país, otrora rudos y escandalosos, aspiran a alcanzar una distinción a la vieja usanza y demandan los servicios de mayordomos chinos, pero entrenados al estilo de una mansión británica. “Quieren poder contarles a sus amigos que tienen un mayordomo estilo inglés como muestra de su riqueza”, dice Neal Yeh, un británico nacido en China y residente en Pekín, que desde hace más de una década se dedica a formar mayordomos y encontrarles trabajo.
“Hoy en día, no hay país del mundo donde los mayordomos estén más de moda que en China”, dice Yeh, cuyo acento inglés no desentonaría para nada en Downton Abbey, la serie que cuenta la historia de una familia inglesa de sangre azul, que los chinos consumen con avidez.
Las agencias y escuelas de formación de mayordomos funcionan desde hace más de una década en China, pero, según quienes se dedican a ese negocio, en los últimos años aumentó drásticamente el número de ingresantes. La mayoría son chinos, y muchos de ellos, mujeres. En 2014, la Academia Internacional de Mayordomos (TIBA, por su sigla en inglés) abrió sus puertas en Chengdú, una ciudad brumosa del sudoeste de China, donde ofrece entrenamiento intensivo de seis semanas en servicio de cena, administración del hogar y otras minucias de alto nivel.
“Los chinos ahora viajan de vacaciones al exterior como nunca antes, así que están cada vez más expuestos a Occidente –afirma Christopher Noble, instructor estadounidense de la academia TIBA de Chengdú y antes administrador de bares en Cleveland–. Cuando están en el extranjero, experimentan lo que es el servicio de primer nivel, y después quieren tener lo mismo acá.”
En manos de extraños
Parece absurdo que haya un boom de los mayordomos cuando el presidente Xi Jinping está en plena campaña contra la corrupción y la extravagancia, y la recesión económica está poniendo freno a los gastos suntuarios. Pero los más ricos de China siguen amasando fortunas descomunales y quieren vivir rodeados de toda la parafernalia que ellos consideran digna de un estatus respetable. Incluso durante la presidencia de Xi los mayordomos encuentran cada vez más trabajo como símbolos de buen gusto.
“Se habla de la recesión económica, pero en China la riqueza sigue creciendo –dice Luo Jinhuan, que trabajó como mayordomo en Shanghai y últimamente en Pekín, después de haberse perfeccionado en Holanda–. Antes el dinero pasaba de una generación a la siguiente. Pero los nuevos ricos no tienen la misma educación. Hay que ayudarlos a mejorar.”
Si bien los mayordomos simbolizan que el capitalismo chino va alcanzando su madurez, la rareza del fenómeno de alguna manera también refleja que los ricos de China deben cumplir con reglas diferentes de las de los ricos de muchos otros países.
El tema suele ser la desconfianza. En China, donde en los negocios impera la cultura del degüello, la riqueza trae aparejada la inseguridad de ser víctima de empleados, funcionarios o adversarios resentidos, en especial en medio del actual embate contra la corrupción. Según fuentes del sector, este recelo disuade a muchos millonarios de contratar un mayordomo para que les dirija la casa. “Algunos se dan cuenta de que en realidad no confían en que un extraño les administre el hogar –dice Tang Yang, director de marketing de la academia–. Son reacios a tener un mayordomo que sepa todo lo que pasa en la familia.”
Los graduados que terminan desempeñándose como mayordomos tradicionales son relativamente pocos. En lugar de eso,
muchos trabajan en clubes exclusivos, barrios cerrados y pisos para ejecutivos, atendiendo varios clientes a la vez sin llegar a tener la intimidad de un mayordomo personal.
Quienes promueven el servicio de mayordomos en China señalan que el país tiene su propia tradición de alto nivel; incluso en la novela clásica Sueño en el pabellón rojo aparecen mayordomos llamados guănjiā, algo así como “capataz” en mandarín. Sin embargo, fue la serie Downton Abbey la que contribuyó a reavivar el interés romántico por el servicio a la antigua.
Muchos estudiantes de la escuela de mayordomos cuentan haber mirado la serie una y otra vez, como si fuese un tutorial sobre la discreta imperturbabilidad del servicio doméstico. “Recién después de ver Downton Abbey empecé a entender esta profesión –dice Xu Shitao, estudiante de 34 años de la academia de Chengdú, nacido en Pekín–. Creo que en el futuro esta profesión va a ser bastante popular.”
Pero, como descubrieron más temprano que tarde Xu y sus compañeros, ser mayordomo es un trabajo extenuante. Hace poco se pasaron toda una mañana practicando servir el vino y el agua como corresponde. Los ocho de la clase desfilaron al unísono una y otra vez alrededor de una mesa servida sujetando una botella de vino por la base hasta llenar sólo la parte más ancha de las copas, sin salpicar una gota en el mantel ni, Dios no lo permita, encima de un invitado.
Los estudiantes también aprenden cómo servir en cenas formales, a empacar, limpiar la casa y otros innumerables detalles para organizar la vida de los ricos. “Para hacer bien el trabajo hay que estar en los detalles –dice Yang Linjun, estudiante de 22 años–. Te duelen los brazos y las manos, pero es una forma de vida.”
Después de graduarse, muchos tienen la esperanza de entrar al servicio de alguno de los cada vez más numerosos superricos de China. A cambio, pueden recibir un salario mensual de 2800 dólares, o mucho más si el puesto es de mayordomo personal, según la experiencia que tengan y la suerte que les toque.
Según la lista anual de Forbes, para el año 2015 China ya tenía 400 megamillonarios y familias de megamillonarios, un incremento del 65 por ciento con respecto al año anterior. El uno por ciento más rico del país es dueño de casi un tercio de la riqueza de todos los hogares chinos, una proporción similar a la de la concentración de la riqueza en los Estados Unidos.
Es cierto que en China los modales pueden ser toscos, a veces simpáticamente toscos y otras no tanto. No obstante, eso fue cambiando con el enriquecimiento de la población y los viajes al exterior, de los que vuelven con la exigencia de un personal de servicio solícito y refinado.
“Hace una década, muy pocos chinos se hospedaban en hoteles cinco estrellas –dice Yang Kajoun, administrador del grupo Summit, que contrató un equipo de mayordomos profesionales para ponerlos a entera disposición de los huéspedes–. Pero ahora mucha gente lo hace y eso da una idea de lo bueno que es el servicio en esos hoteles.”
Al igual que la academia de Chengdú, la Universidad Sanda, un establecimiento privado de Shanghai, incorporó la formación de mayordomos a su programa de “hospitalidad”. Muchos otros chinos se capacitan en Europa. Y Sara Vestin Rahmani, fundadora de Bespoke Bureau, una empresa británica que provee personal doméstico a clientes acaudalados, dice que este año su compañía planea abrir una escuela de mayordomos y personal doméstico en China.
Es difícil precisar el número de mayordomos que hay. Pueden ser cientos o miles, sobre todo en Pekín, Shanghai y la zona próspera del Sur. Rahmani dice que en 2007 su empresa cubrió 20 puestos de mayordomo y que para 2015 ese número ya había aumentado a 375, incluidos los 125 a los que se les dio trabajo junto con sus familias. Otras empresas reportan un crecimiento similar.
“De hecho, estamos exportándole a China un oficio que alguna vez fue de ellos –dice Rahmani–. Pero con el comunismo todo lo que era refinado, exclusivo y de clase alta pasó a ser un recuerdo lejano.”
Sin embargo, los patrones chinos muchas veces tratan a los mayordomos como si fueran costosos lacayos multiuso que tienen que estar a su servicio las 24 horas. Esto viola la concepción tradicional del mayordomo respetado, administrador de la casa por encima de otras labores domésticas nimias. Luo, ama de llaves, dice que el trabajo resultó ser más ajetreado de lo que ella se imaginaba. La rutina diaria incluye supervisar el sauna, la sala de cine, la pista de bowling y todas las demás habitaciones de una casa de 3000 metros cuadrados. “Desde que arranco ya no tengo un minuto para descansar”, relata.
La presión se acentúa por el miedo de los patrones a que la servidumbre pueda sacar provecho de la información a la que accede. Se da por sentado que los mayordomos tienen un conocimiento profundo de todas las flaquezas de sus empleadores. Y la preocupación de que puedan usar esos datos para robarles, extorsionarlos o perseguirlos ha desalentado a mucha gente rica a la hora de contratar un mayordomo de confianza personal.
“Muchos de nuestros ricos son ricos de primera generación y no tienen una gran tradición familiar–dice Yang, estudiante de la academia de mayordomos de Chengdú, que trabaja para una empresa inmobiliaria–. Hacen falta mucha confianza y un largo período de adaptación para acostumbrarse a tener a una persona pegada al lado.”
THE NEW YORK TIMES/LA NACION