Divertida vuelta de tuerca

Divertida vuelta de tuerca

Por Alberto Rojo
En el cajón de los tornillos sueltos de los talleres mecánicos, cada tanto aparece un bulón ajustado a su tuerca. Las posibles causas son dos: de tanto abrir y cerrar el cajón, el apareamiento se generó espontáneamente o alguien las enroscó antes.
El dilema involucra el del origen de la vida. Que se junten por azar suena improbable, diría la intuición creacionista, ya que para ajustar una tuerca a un bulón se precisa la mano inteligente que la enrosque.
Para refutar esa intuición, les comento un experimento casero y los invito a ensayar variantes. Tomé unos sesenta y tantos bulones pequeños de un cuarto de pulgada de largo y unos tres milímetros de diámetro, y el mismo número de tuercas, que elegí un poco más grandes para que el ajuste fuera un poco flojo y para minimizar la fricción. Puse el binario compuesto en una lata de café y lo agité, rotándolo y sacudiéndolo un poco, durante 25 minutos (esperé que no hubiera nadie en casa ya que el ruido de las tuercas en la lata es molesto). Abrí la lata y encontré -con sorpresa, confieso- ¡seis parejas enroscadas!
Desorden_by_achiss
El experimento es una variante del de Donald Simanek, profesor emérito de física de la Universidad de Lock Haven en Pensilvania. Donald lo pensó como un ejemplo didáctico para ilustrar un fenómeno a contracorriente de la intuición: la generación de orden a partir de desorden. Según me comentó, sus propios colegas pensaron que llevaría un tiempo larguísimo. Sin embargo, puso tuercas y bulones en un tambor rotante de juguetería y en menos de una hora encontró apareamientos. Mi variante es más casera todavía, una ilustración manual de que, con los ingredientes apropiados, pueden originarse estructuras ordenadas.
Dilato el foco y paso de la lata de café al mundo, a la complejidad, el caos y el orden que nos rodea. ¿Puede la diversidad de las criaturas que pueblan este singular universo haber surgido por accidente? Para los devotos del “diseño inteligente” -una alternativa teórica al creacionismo tradicional, pero sin poder predictivo y concebida sólo para desacreditar al darwinismo- la respuesta es no, y sostiene que hay, o hubo, una inteligencia que diseñó el mundo. Esta respuesta es imposible de refutar, del mismo modo que es imposible refutar que la tuerca abulonada pueda haber sido obra de una previa mano enroscadora. En cambio, la ciencia da una respuesta afirmativa a la pregunta y propone un mecanismo, la selección natural, por el que las moléculas y las proteínas pueden “enroscarse” paulatinamente y evolucionar hacia la diversidad y la complejidad de la vida.
A estos equívocos se suma una omnipresente confusión ante lo improbable: la chance de que yo hoy me gane la lotería es muy baja, pero es muy probable que alguien cualquiera la gane. Sin embargo, el ganador podría decir que fue un milagro, ya que sus probabilidades de ganar eran ínfimas. Del mismo modo, una ínfima fracción de los innumerables caminos evolutivos empiezan en un caldo primordial y culminan en las flores que vemos, la inasible multiplicidad de la fauna y Lady Gaga. Y somos hoy, de algún modo, los ganadores de esa lotería cósmica.
Por ejemplo, digamos que un domingo reciben un e-mail de un consultor financiero que predice el Merval. A modo de promoción les regala un “mañana va a subir”. Y ese lunes el mercado sube. “Le pegó de suerte”, dicen, y borran el mensaje. El domingo siguiente el email se repite: “Mañana va a bajar”, dice. Y el lunes el mercado baja. Con el mismo argumento que antes, borran el mensaje. Pero los e-mails se repiten el domingo siguiente y luego el otro, y las predicciones son correctas. “Este tipo sabe -se dicen-. Es muy difícil que acierte por azar tantas veces seguidas.” ¿Es así?
Digamos que el consultor tiene una lista de 2000 direcciones de e-mail y las divide en dos grupos de 1000. A un grupo le dice que el mercado va a subir y al otro, que va a bajar. Mil de las predicciones van a ser correctas (a menos que el mercado se mantenga igual, cosa improbable). El domingo siguiente repite el procedimiento con las 1000 direcciones de ese grupo y se queda con 500. Luego con 250, hasta llegar a un grupo de 125 direcciones que recibieron cuatro “predicciones” correctas. En ese grupo están ustedes. Los demás no “evolucionaron” por la combinación de azar y selección, y dejaron de recibir mails.
El ejemplo de los bulones ilustra la generación de estructuras ordenadas a partir del desorden en el mundo inanimado. Sería exagerado extrapolarlo alegremente a la biología, pero apunta al elemento central del darwinismo, a la evolución por las rampas (la rosca, en este caso) de complejidad creciente. Y le da al problema una divertida vuelta de tuerca.
LA NACION