19 Mar Cristian Ledesma: “Cuando dejás de ser futbolista, volvés a la vida real”
Por Gustavo Yarroch
¿A quién tuve de ídolo cuando era chico? Me gustaba mucho Fernando Galetto. Era uno de mis espejos. Y otro al que miraba mucho era Leo Astrada”. Cristian Ledesma , el Lobo Ledesma, recuerda al Conde Galetto y miles de imágenes comienzan a pasar por su cabeza como si se tratara de una película retro de su vida. Galetto fue uno de sus referentes por gusto futbolístico, pero también porque así se lo dictaba su corazón: es hincha de San Lorenzo. A Argentinos Juniors y a River aprendió a quererlos, pero a San Lorenzo supo seguirlo a todos lados como cualquier hijo de vecino. “En la campaña del 95, la que terminó con los 21 años sin títulos, íbamos a todos lados con mi primo. Estuve en la cancha en casi todos los partidos”, evoca.
Ledesma se deja ver como una persona sencilla y de principios nobles, un tipo agradable que dice “buen día”, “por favor”, “gracias”; en fin, palabras que no todo el mundo utiliza. Su recorrido profesional da cuenta de un mediocampista central de juego siempre prolijo y respeto por la pelota, y nunca de escándalos o agachadas: la corrección hecha persona. Un dato lo pinta: confesó públicamente su condición de hincha de San Lorenzo recién después de dar la vuelta olímpica en 2007 con aquel Ciclón que dirigía Ramón Díaz.
-¿Por qué no lo quisiste decir hasta ese momento?
-Porque cuando recién llegué al club no me pareció prudente. Más allá de que era cierto, no quería que se pensara que estaba haciendo demagogia.
-¿Y qué significan Argentinos y River en tu vida?
-Muchísimo, muchísimo. Mi cariño por Argentinos, que fue el club que me dio la oportunidad de jugar en Primera, es algo muy lindo. Y a River le tengo un cariño enorme por haber jugado tantos años allí y porque además gané cinco campeonatos. Mis tres hijos (Candela, de 16 años; Santiago, de 15; e Ignacio, de 11) salieron de River. Me acompañaban mucho. Y los dos varones juegan en las inferiores de Argentinos.
Ledesma (38) se retiró como futbolista en junio del año pasado y en diciembre se recibió de director técnico. “Hice el curso en Olivos con Paco Gerlo, que fue compañero mío en River. También iba el Tano Facciuto, (Enzo) Kalinski hizo el primer año conmigo. También me los cruzaba a Andrés D’Alessandro y a Guillermo Pereyra”, comenta. Sus días serán agitados hasta el sábado 25 de este mes, cuando tendrá su partido homenaje en la cancha de Argentinos. Le gusta estar encima de todos los detalles, pero además mantiene una fuerte lucha interna contra su perfil bajo: de alguna manera lo incomoda saber que ese día estará en el centro de la escena, que será el foco de atención, el faro de la tarde. “No quería saber nada con hacer el partido, pero la gente que me quiere terminó convenciéndome de que era una linda manera de poder disfrutar con tantos amigos que me dio el fútbol. Y terminé aceptando”, dice, y agrega: “Va a ser muy emocionante. Ojalá que me pueda sacar los nervios y la ansiedad porque quiero disfrutarlo. Seguramente voy a estar muy emocionado”.
-¿Cómo se conforma tu manual del número 5?
-Te puedo decir el que yo creo que es el manual porque hay diferentes tipos de mediocampistas centrales y todas las características son respetables. A mí me gustaba tener un buen primer pase, estar bien ubicado, darle una salida clara al equipo, limpiar la jugada y jugar lo más simple posible, que no es fácil. Y, obviamente, tener recuperación de pelota. Ahora son muy pocos los equipos que juegan con un solo cinco, ya que se van reemplazando por volantes mixtos, que tienen más llegada.
-Con 34 o 35 años, en River, alcanzaste acaso tu mejor versión. ¿Cómo fue posible eso, siendo que estabas en la recta final de tu carrera?
-Fue la época en la que mejor me sentí pese a tener una edad elevada. Se dio que nunca bajé los brazos y siempre me seguí entrenando de la misma manera. Y también que llegó Ramón y me dio confianza, que mis compañeros me hicieron sentir muy cómodo dentro de la cancha y que era un equipo que jugaba muy bien.
-Con Almeyda no jugaste casi nunca en River. ¿Cómo quedó tu relación con él?
-Es una gran persona, quedó todo muy bien. Había momentos en que me llevaba al banco y que los dos sabíamos que no me iba a poner. Yo sentía que lo hacía por respeto a mi trayectoria y lo hablé con él. Y me dijo que me quería cerca del equipo, que igual me consideraba importante. Se lo respeté. Además, en ese momento teníamos que ascender o ascender. Ése era el lema. Matías es una gran persona y me alegra mucho cómo le está yendo en México.
-¿Qué es lo más importante que te llevaste de tu carrera como futbolista?
-El abrazo que me dieron los compañeros en la cancha de River cuando marqué el gol el día de la consagración ante Quilmes. No recuerdo haber vivido otro momento como ese en una cancha. Es una imagen que me va a acompañar toda la vida. Marcelo Barovero cruzando toda la cancha para saludarme, el abrazo de todos. Con Barovero somos muy amigos e íbamos juntos a entrenar. Él sabía lo que era para mí ese momento.
-¿Qué cosas te gustan y cuáles no del ambiente?
-Lo que me gusta es el fútbol en sí, la pelota, el hecho de ver un lindo partido, que haya muchos goles, una gambeta, un caño. El fútbol argentino me encanta, es el más lindo de todos porque hay equipos que juegan realmente bien. Y lo que no me gusta es lamentablemente lo que abunda: los malos manejos, que los jugadores no cobren, que no se sepa cuándo arranca el campeonato, que todos quieran sacar ventaja. Cosas que van apagando la llama de nuestro fútbol. Me da pena lo que pasa en el fútbol argentino y no lo veo una solución de fondo cercana. Ojalá que me equivoque, pero todos los años pasa lo mismo y eso me preocupa cada vez más.
-¿Por qué pensás que ocurre todo eso?
-Es la forma en que vivimos, es un tema cultural. De chico te enseñan que tenés que sacar ventaja, que tenés que ganar y no importa cómo. Vivimos en una sociedad donde se respeta muy poco al otro, cada uno mira lo que le conviene y no a su alrededor.
-¿A veces el futbolista vive en una burbuja?
-Sí, no me cabe ninguna duda de que el futbolista vive en una burbuja. Y uno lo comprueba cuando termina de jugar. Todos te dicen que vivís en una burbuja y seguís en la misma burbuja. Cuando se para la pelota, te das cuenta que era verdad.
-¿Cómo se manifiesta eso?
-En que uno vive para el fútbol y no se detiene a ver ciertas cosas. Me refiero a la familia, a los amigos, a lo que ocurre en la sociedad. Vas al banco, pasas por un costado, te para un policía, te conoce y te deja seguir. Cuando dejás de ser jugador, volvés a la vida real, como toda la gente.
LA NACION