Científicos debaten los riesgos de explorar nuevos mundos

Científicos debaten los riesgos de explorar nuevos mundos

Por Marcelo Bellucci
El reciente descubrimiento de un sistema solar con siete planetas del tamaño de la Tierra –que giran alrededor de una pequeña estrella llamada TRAPPIST-1, situada a 39 años luz– convierte en posibilidad la fantasía de encontrar vida inteligente en nuestra galaxia. Sin embargo, entre los astrofísicos se produce una polémica. Por un lado, están aquellos que alientan esta cruzada espacial y no rehuyen del contacto con otras civilizaciones. Por el otro, aparecen quienes, sin resignar la exploración, abogan por evitar toda comunicación.
Entre estos últimos está el físico británico Stephen Hawking, quien tiene una postura algo controversial. Si bien se declara a favor de colonizar nuevos mundos, afirma que investigar el espacio es un arma de doble filo. De acuerdo con sus estimaciones, se corre el riesgo de toparse con “seres más poderosos y que tal vez nos darán el valor que nosotros otorgamos a las bacterias”. Y agrega: “Sólo tenemos que mirarnos para ver cómo la vida inteligente podría convertirse en algo que no quisiéramos encontrar”.
En la vereda opuesta, con sólidos argumentos, el astrónomo estadounidense Seth Shostak, el miembro más carismático del Instituto de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI), considera: “Cualquier elemento que nosotros tengamos aquí, ellos podrían encontrarlo en el lugar donde habitan. Y en el caso de que en la Tierra haya algún recurso que no exista en su planeta natal, seguramente habría una forma más fácil de conseguirlo antes que invadirnos”.
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La búsqueda de una señal fuera de la Tierra por parte del SETI comenzó en los años 60 bajo la dirección de Frank Drake, creador de una fórmula capaz de estimar la cantidad de civilizaciones en nuestra galaxia que podrían emitir señales de radio. Su ecuación fue aceptada por la comunidad científica como la primera aproximación teórica a la búsqueda de otros seres inteligentes. Aunque jamás se logró una aproximación a lo desconocido.
Pese a las advertencias, una organización llamada METI (Messaging Extra Terrestrial Intelligence) planea retomar el contacto con posibles civilizaciones ET. El proyecto, previsto para 2018, pretende enviar palabras para iniciar una conversación. El primer canal de sus señales partirá rumbo a Próxima b, un planeta rocoso potencialmente habitable, en la órbita de la estrella Próxima Centauri, situada a unos 4,2 años luz. Si no obtiene indicios, el METI apuntará a localizaciones más lejanas. China, que en 2016 inauguró el radiotelescopio FAST, uno de los más grandes del mundo, dedicado a buscar señales de civilizaciones extraterrestres, anunció que se sumará a este proyecto.
Si hay una persona apasionada por la astronomía es el estadounidense John Gertz, un productor cinematográfico que preside una fundación que financia las actividades del SETI. Su postura es aguardar en silencio una señal llegada del espacio. Está en contra de tomar cualquier iniciativa que revele nuestra posición a unos hipotéticos seres bienhechores.
En una carta destinada a la comunidad científica, Gertz indicó que lo que hace METI no es ciencia, sino diplomacia no autorizada. Según explica, contactar con una inteligencia extraterrestre está prohibido por el llamado Primer Protocolo, adoptado por la Academia Internacional de Astronáutica en el año 2000 y apoyado por el Comité para Usos Pacíficos del Espacio Exterior de Naciones Unidas.
Su idea es que los países elaboren “procedimientos rigurosamente definidos y aplicados” para regular los mensajes que se envían al espacio. Además, señala que no existen acuerdos ni leyes que establezcan qué hacer en caso de establecer un contacto, con lo cual nada impide que alguna potencia u organización, como ocurre con China, envíe mensajes como si fuera la única que forma parte de la humanidad.
En un artículo en defensa del METI publicado en Nature Physics, el físico estadounidense Mark Buchanan explicó que se trata de una mera especulación: “No tenemos idea si es probable que los extraterrestres fueran peligrosos”. Mientras que su compatriota David Grinspoon, astrobiólogo del Instituto de Ciencia Planetaria de Tucson, se ríe de los miedos reinantes: “Suena absurdo que nos invadan, nos roben nuestros preciosos fluidos corporales y nos críen como al ganado”, explica en clara referencia a las películas de ciencia ficción.
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