Invasor. A 10 años de ser el mejor del mundo, revive en uruguay

Invasor. A 10 años de ser el mejor del mundo, revive en uruguay

Por Carlos Delfino
PROGRESO, Uruguay.– Once triunfos en una docena de carreras en poco más de dos años son la cara más conocida de Invasor, el caballo argentino que más ganancias ha obtenido en la historia, 7.804.070 dólares, y que hace 10 años se coronó como el mejor del mundo. Rey en el turf del Río de la Plata, en Estados Unidos y en Emiratos Árabes, en las pistas se ha ganado la admiración mundial, pero fuera de ellas, como semental, tiene una cuenta pendiente. También, una nueva oportunidad.
Número uno del ranking tras sus conquistas en el Breeders’ Cup Classic, en Churchill Downs, Louisville, y en la Copa del Mundo, en Dubai, Invasor ha hecho leyenda su historia con el paso de los años. Es la del potrillo que llegó a manos de un grupo de propietarios uruguayos que debieron cambiar de recorrido cuando un desperfecto en una avioneta los obligó a buscar una cabaña más cercana para elegir en tierra argentina su futura ilusión. Corría 2004 y ese zainito estaba echado a la sombra de un árbol. Después, el viaje a Montevideo, la consagración en 2005 como triplecoronado invicto tras una operación en una rodilla y ser rebautizado (su criador lo había llamado “Quiet Style”), y la irresistible oferta de 1,4 millones de dólares de un jeque que lo disfrutó en su segunda y superadora etapa en los hipódromos, fuera de América del Sur.
Una vez retirado en 2007, su vida como padrillo en Estados Unidos resultó un tobogán vertiginoso. El costo de su servicio, fijado inicialmente en 35.000 dólares, fue desmoronándose hasta ser de apenas 4000 en 2013, y tras cubrir a 78 yeguas en su primera temporada en la cría bajó cinco años más tarde a escasas nueve. Por entonces se lo veía apagado, algo triste, sin la furia conocida, en un amplio potrero individual en Lexington, Kentucky, donde Shadwell Farm fue quitándole apoyo hasta comercializarlo.

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Así, se abrió la puerta en 2013 para su regreso a Uruguay, con un contrato por tres años en el haras Cuatro Piedras, ubicado a casi una hora del centro de Montevideo. Allí pasa hoy sus días, con una segunda oportunidad como semental y el embelesamiento de quienes lo visitan, como sus antiguos dueños uruguayos, que en la tarde del reencuentro, hace dos años, no quisieron contener la emoción. Lo abrazaron y lloraron.
El interrogante ahora es si serán capaces sus hijos sudamericanos de responder a las expectativas en mayor medida que los descendientes estadounidenses. Un 68% de éstos salió a las pistas y un 38% alcanzó el rango de ganadores, pero apenas cuatro de ellos se impusieron en pruebas clásicas, las más deseadas. La respuesta estará desde 2018, cuando quede habilitada para competir la primera de sus dos generaciones uruguayas, compuesta por casi 40 productos. En tanto, Invasor se pasea por la redonda de exhibición del haras que le devolvió protagonismo, posa para las cámaras como una megaestrella y retoza en medio de tierras que se pierden en sus quebradas, en un país que parece sentarle mucho mejor. Al menos para reproducirse.
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