Seis consejos para no volver a romper el celular

Seis consejos para no volver a romper el celular

Por Ariel Torres
Luego de varios meses de observar a las personas que tengo alrededor, pude compilar un número de factores que contribuyen a esta marcada tendencia balística de nuestros smartphones. Espero que los siguientes consejos ayuden a evitar un número significativo de pantallas quebrantadas, porque lo del vidrio irrompible sigue en veremos.
Sin manos. Por lo que pude observar, un gran número de incidentes ocurren porque el teléfono se nos cae de las manos. Parece una obviedad, pero no lo es. Si nos ocurriera lo mismo con la cubertería, habría varios heridos en cada almuerzo. Por eso, cuanto menos tiempo lo tengamos en las manos, mejor; y si vamos a escribir o grabar un mensaje, sacar una foto, chus mear el Fa cebo oko, aunque es raro, hablar por teléfono, intentemos concentrarnos en esa tarea. Lo que me lleva al siguiente escenario.
Una cosa por vez. En muchas ocasiones, he comprobado, el teléfono emprende su viaje sin retorno porque cometemos un error garrafal: tratamos de manipular el equipo mientras hacemos otras cosas, como bajar del auto, tratar de alcanzar las ojotas con la punta del dedo gordo del pie o ver si hay algo para picar en la heladera. Bueno, no. Hay que dedicarle el 100% de nuestra atención.
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Unplugged. Ya sabemos que, de forma aleatoria, la batería del celular puede durar todo el día, medio día, tres horas, etcétera. Por eso, solemos tenerlo conectado a la computadora o al USB del coche. Pero si quieren evitar que el delicado dispositivo termine estrellado o, todavía peor, salga disparado por la ventanilla del vehículo, antes de usarlo hay que desconectarlo del USB. O sea, no lo usen enganchado al cable. ¿Por qué? Porque tendemos a olvidar que lo tenemos enchufado y, al jalar del cable, como estos teléfonos son más resbaladizos que un jabón, gana el cable, nos lo arrebata y lo revolea por el aire, con consecuencias previsibles.
Pasa algo semejante al sacarlo del bolsillo. Si no lo sujetamos con la fuerza suficiente, es probable que se enganche en un pliegue, un dobladillo, una costura o un botón, y adiós. Además, y a pesar de las evidentes diferencias geométricas entre una esfera y un smartphone, estos dispositivos tienen la costumbre de rebotar con la agilidad de una pelota de tenis.
Muy border. Un hábito raro, pero difundido, es el de depositar el celular en los bordes de mesas, mesas de luz, mesas ratonas, escritorios, mesadas, islas, mostradores y pupitres. Bueno, está mal. Conviene siempre apoyar el smartphone en un punto equidistante de los bordes. Es decir, en el centro de la mesa, mesa de luz, mesa ratona (etcétera).
Es asimismo conveniente evitar las áreas muy transitadas, como la mesada donde estamos amasando un bollo para pizza. Sí, lo entiendo, está bueno tener el teléfono a mano, pero mejor ponerlo en un lugar donde no vayamos a impactarlo involuntariamente, ya sea con los dedos, el codo o el antes mencionado bollo para pizza. Ocurre lo mismo, debo aclarar, si en esa mesada estamos aderezando un pollo para ponerlo a las brasas, aliñando una ensalada, catando un par de buenos vinos de la cava o preparando un cóctel de camarones.
Esto es grave. En el fondo de todo, la culpa de estos accidentes móviles la tiene la gravedad, que atrae el teléfono hacia el planeta Tierra y, lo que es todavía peor, acelera su caída con la pérfida intención de que alcance su velocidadterminal,quedependeráde un número de factores, pero que será temeraria, si el objeto cae desde suficiente altura. Es decir, no es tampoco una gran idea el mensajear acodado en el balcón, el alféizar de una ventana o, en general, cualquier superficie que se abra al vacío.
Al paso. Mandar y leer mensajes mientras caminamos es bastante peligroso, se sabe. El otro día, para entretenimiento de una docena de transeúntes, hice una cabriole de lo más bonita cuando me llevé por delante el cordón de la vereda, cerca del diario. Por prestarle más atención a la dichosa pantallita que al entorno, casi termino con varias contusiones.
No es nuestra culpa; no existe modo de sujetar firmemente un smartphone
Pero, como no perdí del todo el equilibrio, el teléfono permaneció en mis manos. Lo usual, sin embargo, es que tendemos a usar nuestras manos para amortiguar la caída.
Se trata de algo por completo instintivo. No vamos a poder educar a nuestro cuerpo para que proteja primero el celular y luego nuestra cara; estaríamos un pelín perturbados, si hiciéramos algo así. Pero, de todos modos, no vamos a poder. Así que, tanto por el bien de nuestra salud como por la del teléfono, conviene dejar de mirar la pantalla cuando vamos caminando. Ya sé, es casi imposible, pero hagamos el intento.
Al volante. Usar el celular mientras manejamos es una práctica tan popular como peligrosa. No me voy a meter con esto, por lo tanto, porque parece algo incorregible. Pero, muchachos, existe el Bluetooth. Me he cansado de ver conductores de últimos modelos de media y alta gama con el teléfono pegado a la oreja y manejando con una sola mano. Todos hemos tenido emergencias que nos obligan a manejar y hablar a la vez, pero no es difícil conectar un smartphone al coche y después todo resulta más sencillo, porque respondés o llamás usando comandos en el tablero o en el volante. Este consejo no tiene nada que ver con romper el celular, sino con dañar algo mucho más valioso: nuestra integridad y la de terceros.
LA NACION