Megasellers: autores que venden millones

Megasellers: autores que venden millones

Por Karen Heller
Contrariamente a lo que sostienen miles de informes anteriores –incluso nuestros–, la lectura no ha muerto. Muy lejos de eso.
Los lectores del escritor brasileño Paulo Coelho, por ejemplo, son legión. Su libro más conocido, El alquimista –la historia de un joven pastor andaluz y su búsqueda personal–, fue traducido a 81 idiomas y figura en la lista de los mejor vendidos desde hace casi ocho años, dos períodos presidenciales completos…
Pero El alquimista es sólo una de las más de treinta obras de Coelho. Su último libro, El espía, se publicó en noviembre de 2016, y se calcula que en total el escritor lleva vendidos unos 350 millones de ejemplares de sus libros.
Sí, hablamos de libros, esos objetos multipáginas hechos con árboles muertos que supuestamente la gente había abandonado hace mucho para cambiarlos por pantallas, más grandes o más chicas.
Y Coelho no es el único. Con más de cincuenta títulos, Stephen King, el maestro del terror, también ha vendido un número aproximado de 350 millones de libros. Lo mismo que Dan Brown, que también tiene legiones de lectores: vendió 80 millones de ejemplares de El código Da Vinci, ese libro que casi todos tienen en su biblioteca.
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Libros como End of Watch, de King, y The Whistler, de John Grisham, que ahora encabeza la lista de los más vendidos, sin duda se venderán como pan caliente en todo el país.
Hay autores de best sellers y autores de megasellers, o sea, los que vendieron más de cien millones de ejemplares, como Ken Follett, Nora Roberts, James Patterson y Stephanie Meyer. Y actualmente hay más megasellers que nunca.
La industria del entretenimiento está atravesando una época de disrupciones: mucha gente ya no va al cine, no compra CD ni mira televisión en el televisor, y las nuevas generaciones se divierten mayormente con sus celulares. Pero todavía queda gente que compra libros en cantidad, muchas veces de autores que no pasan de largo por las listas de best sellers, sino que viven ahí.
Los escritores megasellers son como las estrellas de rock: no tienen lectores, tienen fanáticos que coleccionan todos sus títulos y peregrinan hasta las presentaciones y firmas de ejemplares a las que asiste el autor.
Los libros de esos escritores se venden en todas partes: en tiendas de rezagos, en farmacias y supermercados. En los quioscos de los aeropuertos, son un artículo de primera necesidad tan indispensable como las almohadas cervicales.
La génesis de un éxito de ventas
En parte, ese increíble éxito de ventas se debe a las mejoras tecnológicas de la industria editorial, como los e-books y la gran velocidad de impresión y de distribución. Hasta hace no tanto, si una novela exitosa se agotaba, libreros y lectores tenían que esperar su reimpresión. Pero ahora, el que quiera un ejemplar de Cross the Line, de Patterson, o de Two by Two, de Sparks, y no lo encuentre en la librería más cercana, puede descargar rápidamente un e-book o encargar en Amazon un ejemplar de tapa dura, que al día siguiente honrará el umbral de su puerta. Si no, el librero del barrio seguramente podrá conseguirle un ejemplar para el fin de semana. El éxito de estas obras también puede atribuirse al tamaño que ha adquirido el mercado internacional, aunque debido a la cantidad de sellos extranjeros y a la variedad de formatos de publicación (tapa dura, de bolsillo, e-books), la sumatoria total de las ventas mundiales sólo puede estimarse.
La lista de los megasellers incluye a autoras de novelas rosas (Roberts, Danielle Steele, Debbie Macomber), a un tejedor de cuentos espeluznantes que pone la piel de gallina (R. L. Stine), a un laureado en el tema del amor (Sparks, que rechaza la etiqueta de romántico), a una hechicera británica (J. K. Rowling, con un promedio de 450 millones de libros), a una provocadora de las sombras (E. L. James) y, más que de cualquier otro género, a profesionales del suspenso y la emoción (Grisham, King, Brown, Dean Koontz, Jeffrey Archer, David Baldacci y Mary Higgins Clark).
Los lectores cultos podrán burlarse de los que más venden, que tienen pocas chances de ganar alguna vez un premio codiciado o pisar las listas de mejor libro del año. Sin embargo, esos autores son el parante que sostiene la carpa de la industria, el poderoso motor que hace que el negocio de las editoriales siga siendo rentable y que los escritores aclamados pero sin grandes ventas sigan a flote.
¿Cómo se logra un éxito de ventas? Con teclear no alcanza, aunque al leer muchas de estas novelas, cualquiera diría que sí. La calidad de la escritura y de la historia varía enormemente, pero hay algunas coincidencias entre los escritores que más venden.
Para empezar, son extraordinariamente productivos. Publican con una puntualidad de reloj suizo: una o dos veces al año, y una vez por mes en el caso de Patterson, que es una industria en sí mismo, con una tropilla de escritores que trabajan para él. O Robert Ludlum, que gracias a los múltiples autores que escriben en su nombre, sigue publicando su serie Bourne y otros libros mucho después de su muerte, ocurrida en 2001.
“No hay prodigios de uno o dos libros”, dice Jamie Raab, presidenta y editora de Grand Central Publishing, que adquirió Diario de una pasión, de Sparks. “Son escritores que al principio atraen a un montón de lectores y después se ocupan de mantenerlos –dice Raab, cuyo sello también publica a Baldacci–. Esos escritores le dan al lector lo que al lector le gusta.”
Además, “Sparks es un estratega. Sabe cómo conservar su grupo de seguidores –dice Raab–. Inventa personajes jóvenes que atraen a lectores jóvenes.” En la misma línea estratégica, Charlie the Choo-Choo, de King, y las series Theodore Boone: Kid Lawyer, de Grisham, y Middle School y Treasure Hunters, de Patterson, están orientadas a lectores más jóvenes, que luego crecen y se convierten en compradores adultos.
Los grandes escritores rara vez dan por sentada su popularidad. Van siempre al encuentro de sus lectores y continúan haciendo apariciones mucho después de haberse convertido en superestrellas consagradas… e increíblemente ricas. En junio, con el lanzamiento de End of Watch, King recorrió Dayton, Ohio, Tulsa y Salt Lake City, destinos que los autores más “literarios” suelen pasar por alto. Los megasellers también mantienen una presencia constante en las redes sociales. Brown, por ejemplo, tiene seis millones y medio de pulgares levantados en su página de Facebook.
Una gran historia, la clave
Sin embargo, la mayoría de los que más venden ofrecen más que nada una gran historia. En sus novelas, sobre todo de suspenso o ciencia ficción, la trama es fundamental. Los héroes suelen ser fácilmente identificables –tímido, torpe, ansioso, miope, en rehabilitación, malhumorado, burgués, en quiebra–, pero sus historias son fantásticas, exageradas, un paseo alocado y un escape de la vida cotidiana que el lector siempre agradece. Y si hablamos de romance, el amor siempre es eterno, predestinado, todo lo contrario a algo casual. La historia no se empantana porque haya que lavar los platos o lleguen las facturas por debajo de la puerta.
“El valor del entretenimiento que ofrecen esos autores no debe ser subestimado –dice Suzanne Herz, vicepresidenta ejecutiva de Doubleday, la editorial de Grisham y de Brown–. El tema suele ser de tipo David vs. Goliat. Lo que el lector quiere es que el héroe llegue a la cima.”
“Y eso es porque son héroes que uno siente que vale la pena alentar –dice Nan Graham, la editora del sello Scribner, que publica a Stephen King–. Una de las cosas que hacen de Stephen un autor tan excepcional es que sus historias avanzan sobre el filo entre lo ordinario y lo sobrenatural, pero siempre empiezan con un hombre común. Muchos de sus héroes pertenecen a la clase obrera, salidos del corazón de Estados Unidos.”
Reagan Arthur, editora del sello Little, Brown, entre cuyos autores se cuentan Patterson, Meyer y Michael Connelly (60 millones de libros vendidos) coincide con sus colegas. Los héroes creados por los escritores más vendidos “tienen una confiabilidad a la que los lectores vuelven, a la vez que ofrecen una historia que es una fuente de escapismo”, dice. “Tampoco hay que subestimar jamás el poder de un buen villano, alguien a quien el lector se pueda oponer.”
¿Es fácil lograrlo? Para nada. Si lo fuera, los autores que venden millones de libros serían muchos más. En la actualidad, Mark Stay, un escritor poco conocido, y Mark Desvaux, que se autodenomina “aspirante a escritor”, intentan producir un éxito en 52 semanas, un sueño del que van dando cuenta en su blog y en las entrevistas (en las que hablan con autores más conocidos) de “The Bestseller Experiment”.
Pero la gloria no siempre llega con el primer libro. Gillian Flynn publicó dos libros de misterio antes de su éxito monumental, Perdida, que vendió más de 15 millones de ejemplares. Tampoco hay ninguna garantía de que se repita. Las editoriales están ansiosas por ver si con el nuevo thriller de Paula Hawkins, que se publicará el 2 de mayo, Into the Water, pasará lo mismo que con La chica del tren, que vendió más de 18 millones de ejemplares.
“No creo que sea una expectativa realista pretender que un autor repita ese momento único”, dice Jason Kaufman, editor de Brown.
Así y todo, algunos lo logran. “King está decidido a no decepcionarnos nunca –dice Graham–. En 20 años que trabajo con él, nunca faltó un libro de Stephen King en la lista de los mejor vendidos.” A los 69 años, King sigue escribiendo y escribiendo…
Pero King no ha vendido 350 millones de libros por tener un pensamiento positivo ni por los éxitos previos de Misery o La milla verde – El pasillo de la muerte. Este año, publicó lo que a otro escritor le hubiera llevado una década o más producir: una novela, una colaboración para una colección de ensayos, un libro para niños y dos cuentos cortos. Y el año que viene saldrá una nueva novela. Es así como King logra seguir siendo el rey para los lectores y seguir bailando en la cima de la lista de los más vendidos, su lugar de residencia permanente.
LA NACION/THE WASHINGTON POST