23 Feb Legion: la nueva era de los mutantes desembarca en el universo de las series
Por Juan Manuel Domínguez
“¿Qué preferís usar? ¿Lycra amarilla?” le decía en el año 2000 Cíclope (James Marsden) a Wolverine (un jovencito y nuevo Hugh Jackman) en X-Men, adaptación al cine de la franquicia superheroica de Marvel Comics. La burla iba teledirigida al clásico traje del personaje de las garras retráctiles. Por elevación, se apuntaba también a los modos que han caracterizado al medio, siempre poderoso en colores chillones, exageraciones y calzones por encima de los pantalones. Hoy la franquicia de los X-Men vuelve al mundo de las series, después de fracasos varios y lejanos en el tiempo en la TV. Y regresa gracias al anuncio de un ciclo que tendrá presencia de personajes vistos en la pantalla (que planea dirigir Bryan Singer, mente maestra del estilo y temas mutantes en el cine) y principalmente gracias a Legion, serie que estrenó FX el jueves 9, a las 22. Desde aquel primer film hasta Legion, pasando por las queridas encarnaciones animadas, los mutantes han generado no sólo más de 4000 millones de dólares de ganancias para Fox, sino también un recorrido único por fuera de los cómics.
Aquel film dirigido por Bryan Singer generó 300 millones de dólares de ganancias globales, algo que una película basada en un cómic de Marvel no había logrado nunca y que fundó el Súper Hollywood actual, fascinado con superhéroes, secuelas y sus posibilidades de ventas. Ése sería el primer paso de los X-Men en el cine, que continuarían hasta la actualidad en varios films distintos que irían desde cuatro secuelas, un reinicio de la saga, films solistas de Wolverine hasta la reciente, guarra y exitosa Deadpool.
Legion es parte del desembarco de Fox, dueña de los personajes, en la edad dorada de las series y sus roces con Súper Hollywood. Su creador, guionista y productor Noah Hawley (Fargo) ha negado vínculos con su nave nodriza, o sea, esos nueve films previos. Pero lo cierto es que el piloto del programa posee ese espíritu rupturista que amablemente planteaba aquella X-Men en 2000. La ficción de Fox no busca ser esa pequeña “embajada” de aquello que fascina en el cine, como sucede con Marvel’s Agents de S.H.I.E.L.D.(Sony) respecto de Los Vengadores y sus periplos. De hecho, se acerca más a la forma en que Marvel se ha expandido, gracias a Netflix, con programas adultos como Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage y la futura Iron Fist (disponible en la plataforma desde el 17 de marzo), series que se recortan sobre una historia específica y que dejan de lado los fines del mundo de turno.
Legion es otra cosa, aunque se nota que sabe perfectamente donde acertó Singer (que aprovecha el potencial de los personajes) y se lanza hacia otro lugar, donde se mezclan canciones de Serge Gainsbourg, superpoderes, los años 70, una narración salvaje y un estilo distinto, más atrevido en sus riesgos y menos interesado en la gimnasia básica del superhéroe.
Lo que Noah Hawley hace se parece, en alma y no en el traje, a aquella jugada de Singer. Parte del encanto de sus X-Men -dirigió cuatro films protagonizados por los personajes- fue la impronta que trajo de su exitosa película Los sospechosos de siempre.
Singer, a diferencia de todo el Marvel que vendría después en el cine, parecía interesado en varias cosas que los superhéroes de su tipo nunca habían tenido en la pantalla: estilo, elegancia, canchereada y conciencia de clase, las materias que los personajes del papel perfeccionaron gracias al guionista Chris Claremont (ver recuadro).
El paso de Singer por los X-Men convirtió a Hugh Jackman en una celebridad y un récord (nueve veces interpretó a su Wolverine, y vuelve a hacerlo en Logan, a estrenarse en marzo) y hasta abordó la revolución sexual de 2000. En X-Men 2 (2003), cuando el jovencito Bobby decide confesarse mutante frente a su familia, la escena claramente remite a la caricatura de alguien “saliendo del clóset”. El mismo Singer confesó el año pasado al sitio especializado Collider, durante la promoción de X-Men: Apocalipsis, que cuando comenzó con las adaptaciones mutantes “no había concepto. No había diseño para hacer películas de superhéroes por aquel entonces. Las películas de superhéroes habían muerto, y el único concepto era el ridículo. Acepté porque me interesaban sus temas. Vi a Xavier y Magneto como paralelos de Martin Luther King y Malcom X. Soy gay o bisexual, y eso tuvo un peso, ya que cuando sos mutante en los films lo descubrís en la adolescencia, y te sentís muy aislado”.
Desde el cambio de prendas y sus temas feroces, pero que nunca renegaban de la aventura (la potenciaban, de hecho), Singer despertó la franquicia. Sus seguidores, sobre todo el director Matthew Vaughn (X-Men: Primera Generación, 2011), aceptaron otro de sus desafíos: la historia. Si el primer film mostraba Auschwitz, es decir, no negaba el mundo real, Vaughn ubicó su película en la misma canchereada con conciencia histórica al mostrar Cuba en plena Guerra Fría.
A partir de Singer, los X-Men han logrado separarse de otros superhéroes, sean de Marvel o los amigos/enemigos de DC Comics (Superman y Batman), gracias a que sus historias los pusieron a hablar directamente sobre el mundo y tener aventuras, físicas o sentimentales, allí mismo. Esa decisión argumental se convirtió en marca de estilo, sumada a una fascinación operística a la hora de la acción, hasta la llegada de Deadpool. El film que el año pasado, a base de insultos, humor soez y carisma, alteró, debido a sus ganancias inesperadas, un mandamiento del género: no harás películas no aptas para todo público.
Legion, Logan, las futuras series y hasta Fox parecen haber entendido el mensaje fuerte y claro. Y, por lo pronto, a la hora de las revoluciones en calzas en la pantalla, la X siempre marca el lugar.
LA NACION