08 Feb El mal de mandarse la parte en Instagram
Jupiter Island.- En un torneo de tenis muy amateur de fin de semana, con una amiga logramos el segundo puesto de la rueda de perdedoras. Era en un club muy elegante de la Florida, y nos dieron una copa con palmeras tropicales delicadamente grabadas en metal resplandeciente, un recuerdo inmejorable al cual aferrarse para volver al frío de la Gran Manzana. Estábamos tremendamente orgullosas. Claro que si no lo poníamos en Instagram, era como si no hubiera pasado nada.
Esta redactora, si bien usuaria con alguna frecuencia de Facebook, es novata en este otro medio social, aparentemente más joven, cool y donde las mamás amigas de Manhattan van poniendo las noticias de su vida con fotos que luego, a la salida de la escuela, todas comentan cuán maravillosas.
Parecía el momento de incorporarse. Sin embargo hubo dudas antes de publicar la foto en el deporte blanco porque según una plétora de artículos recientes en medios muy distintos -de la Vogue a la Harvard Business Review-, hay una práctica muy frecuente en Instagram en la que es fácil caer y hay que evitar a toda costa. Se trata del humblebragging, el término es una contracción de humble (modesta) y brag (presumir). Es intentar “mandarse la parte pero que no parezca que uno se está mandando la parte”, y según el estudio de la Harvard Business Review, es la estrategia de autopromoción cada vez más común en los medios digitales. Si bien existe en todos ellos (y, ni que hablar, en la vida real), se considera que Instagram y Twitter es su fórum natural. Un ejemplo de Instagram convertido en clásico fue el del compositor semiconocido que etiquetó como “nada como el calorcito de hogar en las fiestas”, a una imagen con todos sus Emmys en el manto de la chimenea, de los cuales colgaban dos o tres adornos navideños. O, en Twitter, quien escribió algo como: “No tengo ninguna fuerza de voluntad, me acabo de comer 15 bombones, tengo que aprender a controlarme cuando viajo en primera o me van a cancelar mi contrato de modelo”. Evidentemente, los humblebrags también contribuyen al humor en la Web y hay gente que colecciona los mejores.
La teoría es que la gente hace humblebrag, de manera consciente o inconsciente, para presentar sus logros y cualidades de manera indirecta y así impresionar a los demás sin parecer presumido. Pero los estudios muestran que suele fallar en su propósito porque los observadores encuentran a la estrategia poco sincera, y a los humblebraggers menos atractivos que los que se mandan la parte abiertamente.
En particular, los medios alertan contra el uso del hashtag #blessed, es decir etiquetar como “bendecido/a” a una imagen o comentario diseñado para impresionar y así intentar parecer humilde. The New York Times publicó una gran nota sobre la furia que hoy despierta “#blessed” al haberse vuelto casi sinónimo del humblebragging. ¿Qué hacer, entonces, con la foto del segundo puesto en la rueda de perdedores del torneo de tenis amateur? Los veteranos usuarios de Instagram explicaron que no había forma de caer en la falsa modestia al publicarla, porque, de hecho, era un logro muy modesto. Así que, en próximas ediciones, con mi compañera intentaremos volver por más. Aunque sólo sea para ver si, algún día -y, por supuesto, aunque luego no lo usemos-, podemos humblebrag al respecto…
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