El lado B del estrés

El lado B del estrés

Por Laura Marajofsky
Pasaron las Fiestas, las reuniones familiares y los tan temidos balances de fin de año. Sin embargo, todavía sentimos la mochila de 2016 un poco pesada sobre los hombros. Los dedos acusadores señalan al estrés generado por una serie de cuestiones acumuladas a estas alturas del año, desde tener que organizar las vacaciones hasta evaluar los logros y objetivos cumplidos. Lo cierto es que ahora ya no sólo nos estresamos por nuestros problemas; también porque tenemos estrés en un ciclo que pareciera no tener fin.
Es hora de cambiar el chip con respecto al estrés, que está dejando de ser mala palabra y está siendo redefinido. Gran parte de lo que conocemos hoy en día sobre el tema proviene de los primeros estudios realizados en la década del 70, a cargo del doctor Robert Sapolsky, un neuroendocrinólogo que estableció la conexión entre las hormonas que liberamos en situaciones de tensión extrema y los daños que provocan.
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Sin embargo, existen varias clases y no todas resultan nocivas para nuestro organismo. ¿Cómo distinguirlas? El estrés bueno debe tener una duración temporal (de minutos a horas) para ser catalogado así; en cambio, el malo es aquel que se vuelve crónico (de días a años). Por lo general, el primero suele darse en gente con un gran nivel de autonomía y capacidad de autogestión, mientras que la segunda clase se manifiesta en aquellos con menor estatus social y con falta de control sobre sus vidas. A nivel cardiovascular, el buen estrés mejora la eficiencia para soportar desgaste físico, mientras que el negativo produce hipertensión y puede generar problemas del corazón. En cuanto a lo que sucede dentro de nuestras cabezas, el buen estrés ofrece beneficios como mayor neuroplasticidad.
Pero, entonces, ¿es factible pensar que existe un lado bueno del estrés? Pues sí, de acuerdo con investigaciones recientes el estrés podría tener un efecto protector y regenerador en el organismo; pero no sólo eso: según la lectura que hacemos de éste será la respuesta psicológica y física que tendremos en consecuencia.

Una nueva mirada
Al parecer, aquellas situaciones cotidianas que suelen rotularse como estrés tóxico (una discusión en el trabajo, una lista agobiante de tareas para hacer, un deadline), a diferencia de lo que se pensaba con anterioridad, son experiencias que pueden ser buenas para la salud. “Pequeños períodos de este tipo de estrés diario podrían ser algo positivo”, afirman los especialistas desde la Universidad Rockefeller. Y no se vinculan necesariamente con problemas de salud, como enfermedades cardiovasculares, depresión o disfuncionalidades del sistema inmunológico.
En este sentido, el dogma solía ser que el estrés suprimía la inmunidad, es decir, ”deprimía” el organismo, cuando en realidad podría estar fortaleciéndolo y preparándolo para librar esas batallas cotidianas que enfrentamos en el día a día. Desde luego que hay que aclarar que el estrés crónico siempre es debilitante para nuestro cuerpo, pero poder ver bajo otra luz la ansiedad o la tensión que generan ciertos obstáculos razonables podría ser de gran utilidad, sobre todo en estos meses bisagra y de preparación para el año.
Asimismo, otros vínculos interesantes que se están explorando tienen que ver con la relación entre el estrés moderado y la longevidad, e incluso, la posibilidad de que hormonas como el cortisol colaboren activamente con nuestras defensas ante ciertos tipos de cáncer.

Cómo usarlo a nuestro favor
La clave para maximizar los efectos benignos parece ser alternar entre períodos cortos de estrés intenso y períodos de bajo o nulo estrés, usualmente referenciados como “zonas verdes”. Esto no implica forzarse a vivir situaciones peligrosas o empezar a practicar deportes de alto riesgo como parte de la rutina, sino tomar las complicaciones que la vida cotidiana ofrece y ejercitar con eso. Por otro lado, hacer deporte y actividad física es otra estrategia, ya que funciona como una variable de estrés a corto plazo, porque nos pone en alerta e intensifica nuestros sentidos (la famosa reacción de lucha o huida).
¿Nos estábamos perdiendo de algo al considerar el estrés una variable intrínsecamente negativa? Sobre esto Kelly McGonigal, una psicóloga que se dedicaba a dar charlas acerca de cómo hacer frente al estrés y relajarse, y ahora enseña técnicas para aprovecharlo, señala que pensar que las situaciones estresantes serán negativas para la salud o preocuparse por el estrés en demasía pueden volverse profecías autocumplidas.
Según McGonigal, si el mensaje que le damos constantemente a la gente es que el estrés es malo lo más probable es que nos predispongamos mal. Por eso, propone una visión de “amenaza vs. oportunidad” para pensarlo hoy en la actualidad, ya que nuestras construcciones pueden incidir en el modo en que lo procesamos física y mentalmente.
Sólo por citar un ejemplo, un estudio de Harvard demostró que exponer a la gente a mensajes positivos sobre el estrés antes de una charla pública podía incidir favorablemente en la calma de los expositores, y de este modo alterar de manera positiva su perfil cardiovascular.
Por lo tanto, McGonigal ya no se focaliza en enseñarle a la gente a respirar, calmarse y otras técnicas que todos conocemos, sino, por el contrario, estimula a sus seguidores y alumnos a “aprovechar” el estrés como un momento de energía extra para lograr hacer cosas. “Después de todo, incluso si vivieras en una burbuja libre de estrés, probablemente también tendrías que ejercitar todas las cosas que le dan sentido y felicidad a tu existencia, como relaciones, trabajos que te desafíen, aprendizaje y crecimiento. En cierto sentido el estrés es como un tipo de compromiso con la vida”.
LA NACION