Diez consejos para ser administrador en WhatsApp

Diez consejos para ser administrador en WhatsApp

Por Ariel Torres
Luego de más de un año de administrar un par de grupos de WhatsApp he coleccionado una serie de axiomas que cualquier ser humano (destaco lo de humano) que se atreva a ocuparse de uno de estos grupos debería conocer. Me imagino que, dada la casi inconcebible complejidad del asunto, habrá otros principios que aún no he descubierto. Así pues, si han hallado alguno de estos arcanos, los invito a que los compartan en los comentarios.
Les habrá ocurrido salir del dentista -un facultativo que en general no ve con buenos ojos que uno espíe el teléfono mientras nos pasa el torno- y encontrarse con 435 mensajes nuevos. Cuatrocientos treinta y cinco. En un circulito con fondo rojo. No sé a ustedes, pero a mí esas notificaciones me trastornan. Hasta que no desaparecen no puedo hacer ninguna otra cosa. ¿Solución? Simple, abrís el grupo, y listo, los numeritos enajenantes se esfuman. Por 30 segundos, pero bueno, algo es algo.
Ahora, si sos administrador, no podés darte ese lujo. Tenés que leer todo y estar atento a lo que los otros miembros necesitan. Para empezar, añadir nuevos participantes.
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Los veteranos sabemos esto desde, digamos 1996 o 1997, cuando chateábamos y, eventualmente, éramos administradores de canales de IRC. Eran tiempos salvajes en un territorio no cartografiado. Veinte años más tarde, WhatsApp puede parecer más civilizado, pero el papel del administrador sigue siendo complejo y demandante. Sumando aquellas lejanas experiencias y las del último año y pico, éstas son algunas de las cosas que he aprendido.

Mejor en la Web
Si tenés alguna remota posibilidad de usar una PC, notebook, estación de trabajo o cualquier otra cosa con teclado y acceso a Internet, usá WhatsApp en la Web. Exacto, esa sensación extática que estás experimentando es la de responder un mensaje mediante un dispositivo que fue diseñado -precisamente- para tipear, no mediante un pedazo de vidrio. Esas imágenes claras y distintas son las mismas que en el teléfono parecen estampillas y te hacen bizquear cuando tratás de determinar si es una mochila, un calefón solar o una tortuga de agua. La Web preserva incluso el cifrado asimétrico implementado por Facebook en abril. Pero ojo: el que sigue comunicándose es el teléfono, de modo que, aunque uses la Web, si no hay Wi-Fi, vas a consumir tu plan de datos. En general, sin embargo, no es grave.

Lo pasado, pisado
Si alguien dijo algo en el grupo una hora atrás, olvidate, es exactamente lo mismo que no lo hubiera dicho nunca. Ya no existe, fue, es historia. Esa mamá de una compañera de colegio de tu hija no tiene problemas de comprensión de texto cuando pregunta si la reunión de padres es el lunes o el martes. Cierto, vos y otras 36 personas ya informaron que dicha reunión se suspendió, tres horas atrás. Pero no hay que enojarse, a todos nos pasa lo mismo: es más fácil volver a preguntar que ir hacia atrás en el historial de mensajes; simplemente, porque son millones. Tampoco hay que irritarse con los que pasan el mismo video sobre los alacranes o el dengue que ya fue compartido 26 veces ese día. Lo hacen con la mejor intención, lo puedo asegurar. En WhatsApp se vive un presente perpetuo, sin memoria, sin recuerdos, y, si sos administrador, ésta es la primera lección que tenés que aprender, y posiblemente la más importante.

Truco al paso: entre las opciones que se despliegan en el menú de un chat (privado o de grupo) está la de Buscar. Funciona sólo en el teléfono, pero es una solución para encontrar algo que se dijo varios días atrás sin sacarte una ampolla en el índice.

¿Quién se bajó?
La segunda lección clave es que todo el mundo tiene todos los grupos silenciados. Casi nadie, excepto algunas personas entrenadas en profesiones de altísimo riesgo (pilotos de combate, por ejemplo), podría tolerar el estrés de tantas notificaciones. He visto muchas personas bajarse de un grupo después de uno de esos debates que derivan en 260 notificaciones por minuto. No te amargues, seguramente esas personas no tenían el grupo silenciado, y su reacción es perfectamente lógica. Se suponía que era un grupo de WhatsApp, no el centro de operaciones del SAME. Lo que me lleva a otro asunto.

En privado
Hay asuntos que tiene sentido conversar en el grupo. Pero cuando el tema se vuelve muy específico, cuando llegamos a esa parte en la que estamos pasando la receta de una bechamel en un grupo de expertos en fitotoxinas, ése es el instante para continuar por privado. E incluso si estamos hablando sólo sobre fitotoxinas, pero uno de los participantes se enfoca, digamos que con persistencia excesiva, en el papel de la acetil coenzima A en la síntesis de los terpenos, es hora de pasar a privado.

On demand
En mi experiencia, y esto también es natural, sólo un pequeño porcentaje de los miembros de un grupo participan activamente. La mayoría sólo se suma al diálogo cuando el asunto les compete o les preocupa. De modo que sí, un grupo de WhatsApp es en gran medida un servicio para los demás, y así hay que tomarlo. No es tu grupo. No sos dueño de nada. Sos una suerte de servidor público virtual. Si no lo ves así, no tenés lo que hace falta para ser administrador. ¿Es un trabajo sacrificado? Sí. ¿Es de lunes a lunes? Sí. ¿Querés tomarte vacaciones? Buena pregunta, que me lleva al siguiente punto.

Nunca solo
Ser administrador de un grupo grande de WhatsApp no es (repito, no es) algo que puedas hacer solo. Escalar el Everest en ojotas sería más razonable. Así que en el momento de crear un grupo, tu primera misión es nombrar otro administrador, como mínimo. Pero, por favor, no lo hagas sin antes preguntarle. Un administrador tiene que tener el tiempo y las ganas de cumplir ese rol. Y otra cosa: nunca nombres administrador a alguien que insiste en que quiere ser administrador, porque o trama algo o no tiene idea de en dónde se está metiendo. Muchos recordarán esa pesadilla de los aspirantes a admin en los canales de IRC. Es lo mismo.

No te pases
Así como hay personas que rara vez participan en el diálogo (y repito, esto está bien, pasa en cualquier agrupación humana), hay otros que son felices colaborando. De modo que no abuses con tu presencia. Ser administrador no significa protagonismo. El 80% de tu trabajo va a ser silencioso y, en buena medida, invisible. Así que nunca impongas tu voz. De ese modo se va a instalar la idea de que el grupo es de todos, lo que es por otro lado muy cierto. Al principio, durante los primeros meses, dependiendo de un número de factores, quizás haga falta que intervengas más, pero después es mejor ir dando un paso al costado. Excepto, por supuesto, en un caso.

Incendiemos todo
Puede ser un grupo de escritores, payasos, vecinos, padres del colegio, astronautas retirados, físicos relativistas o choferes de Uber, siempre habrá dos o tres que tienen el hábito de soliviantar al resto. No todos lo hacen con mala intención. Algunos sólo quieren ser escuchados. Otros tal vez tuvieron una infancia difícil. Cualquiera sea el caso, tu función como administrador es la de prestar oídos a todos, incluso aquellos que tienen un modo agresivo de comunicarse. Pongámoslo así: que el modo no te impida ver si esa persona tiene razón en lo que dice. Si pretendés vivir en un mundo donde todos son corteses y amables, bueno, te equivocaste de mundo. Y un grupo grande de WhatsApp es una fracción de este mundo.

Grafito en el reactor
Si estás pensando en la palabra “moderar”, acertaste. Buena parte de tu trabajo va a ser la de un moderador. Grabate esto a fuego antes de meterte a administrar un grupo de WhatsApp: en todo debate todas las partes tienen una fracción de la verdad. El desafío es evitar simultáneamente dos males: el fanatismo y la parcialidad. Y antes que nada, evitarlos vos mismo.

Cadenas y demás
Un rasgo característico de los grupos de WhatsApp son las cadenas, los chistes (malos, buenos, subidos de tono, ininteligibles, repetidos ad nauseam, etcétera) y la compraventa de toda clase de productos y servicios. Excepto en casos muy específicos -por ejemplo, un grupo dedicado a emitir emergencias médicas o alertas meteorológicas-, mi postura es que está todo bien, aunque con ciertos límites relacionados con el hecho de que los chiquitos suelen sacarle el teléfono a papá o a mamá, y ciertamente no queremos que vean esas imágenes que algunas personas parecen tan entusiasmadas en compartir. Supongo que me entienden. Todo lo demás, está OK. Chistes, cadenas, videos, GIF, compraventa, no le veo nada de malo. Sí creo que el insulto y la descalificación no sólo no suman, sino que contribuyen a crear una grieta, y de eso ya tuvimos bastante. En todo caso, las reglas deberían ser claras y establecerse desde el principio.
LA NACIÓN