Un estilo agresivo e impredecible que promete ser su sello

Un estilo agresivo e impredecible que promete ser su sello

Por Rafael Mathius Ruiz
Desde que fue elegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha criticado o atacado a The New York Times; al elenco del musical Hamilton; a Alec Baldwin y el programa donde lo imita, Saturday Night Live; a CNN y NBC; al Partido Verde y a su líder, Jill Stein; a un líder sindical; a la revista Vanity Fair y su editor, Graydon Carter; a los Clinton; al presidente, Barack Obama; a las empresas General Motors, Toyota, Lockheed Martin y Boeing; a Meryl Streep; al sitio Buzzfeed; a las agencias de inteligencia; al jefe de la CIA, John Brennan; al congresista demócrata e ícono de los derechos civiles John Lewis, a “la prensa”, “las encuestas”, la OTAN y a la canciller alemana, Angela Merkel.
Nada ha cambiado en los últimos meses. O sí: Trump ha comenzado a escribir mensajes encadenados en Twitter, su canal predilecto, como solía hacer Cristina Kirchner.
En la campaña presidencial y en la transición, Trump ha sido Trump. Y todo indica que luego de jurar con la mano izquierda sobre una Biblia, Trump seguirá siendo Trump.
“Es un enorme cambio respecto de Obama y de todos los presidentes pasados en la historia de Estados Unidos, y puede dañar la imagen de la presidencia”, apuntó Robert Shapiro, profesor de la Universidad Columbia. “Pero, al final, lo que importará más son las políticas que implemente y cómo afectará el bienestar del país”, agregó.
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El estilo del magnate, agresivo, impredecible y desarticulado, fue lo que atrajo a la gente a la coalición que lo llevó a la Casa Blanca y a convertirse en el político más poderoso del mundo. Ese estilo, que genera espanto y admiración en Estados Unidos, y, cuando menos, ansiedad fuera del país, promete ser uno de los sellos de su presidencia.
Trump fue el candidato más impopular de la historia, algo que tampoco ha cambiado: jurará con un nivel de aprobación históricamente bajo. Según Gallup, sólo un 40% de los norteamericanos tiene una imagen favorable del futuro mandatario, un respaldo inferior al que tenían, al momento de la jura, Barack Obama (80%), George W. Bush (62%) y Bill Clinton (66%).
“Las mismas personas que hicieron las falsas encuestas electorales, y estuvieron tan equivocadas, ahora están haciendo encuestas de aprobación. Están arregladas igual que antes”, fustigó Trump en Twitter.
La mayoría del país también desaprueba su manejo de la transición y un 44 por ciento cree que su gabinete es “pobre” o “por debajo del promedio”. Un dato positivo: Gallup ha registrado un salto en la confianza en la economía desde las elecciones.
Trump fue un candidato poco afecto a la verdad o los hechos. Eso tampoco ha cambiado. La única declaración “verdadera” de Trump desde que ganó las elecciones presidenciales fue que la ventas del último disco de la cantante Jackie Evancho se dispararon luego de que su equipo de transición anunció su participación en la jura presidencial, según el sitio Politifact.
El resto han sido verdades a medias o mentiras.
Cualquier expectativa de que la cercanía a la presidencia traería un Trump más presidenciable, más apegado al protocolo o a los hábitos y costumbres de otros mandatarios ha quedado hecha añicos. Ya lo había anticipado el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan: Trump fue un candidato atípico y será un presidente atípico.
Al igual que en la campaña, Trump tampoco ha dado ninguna precisión sobre sus planes de gobierno. Dijo, por ejemplo, en una entrevista con The Washington Post, que reemplazará la reforma de salud de Obama, conocida como Obamacare, con un plan “fantástico” que garantizará “seguro médico para todos”. Punto. No dio más detalles.
En otra entrevista, con el periódico The Times de Londres, se apegó a su política de no develar qué plan implementará para combatir a Estado Islámico (EI). Y en una síntesis de su estilo, se negó a responder de manera tajante si confía más en el presidente de Rusia, Vladimir Putin, o en Merkel.
“Bueno, voy a empezar confiando en los dos, pero veremos cuánto dura. Puede ser que ni dure mucho”, afirmó.
En las dos entrevistas le preguntaron si utilizará su cuenta de Twitter, @realdonaldtrump, o la cuenta que Obama inauguró para el presidente de Estados Unidos, @POTUS.
“Tengo 46 millones de seguidores ahora, es mucho, es realmente mucho, 46 millones incluido Facebook, Twitter, y ya saben, Instagram, así que cuando pensás que estás en 46 millones ahí, prefiero dejar que se acumule y mantener @realdonaldtrump. Está funcionando”, respondió.
LA NACION