Sobre femicidios, los piropos y el trasero del David

Sobre femicidios, los piropos y el trasero del David

Por Osvaldo Pepe
“Mira que cosa más linda/más llena de gracia/es esa chiquilla/que viene y que pasa/con un dulce balancear/camino del mar/Moza de cuerpo dorado/por el sol de Ipanema/su balancear/es más que un poema/es la cosa más linda/que yo haya visto pasar.”
(Fragmento de “Garota de Ipanema”, letra de Vinicius de Moraes, música de Tom Jobim, 1962, pieza fundacional de la bossa nova, inspirada en una jovencita a quien todos los días veían pasar por la famosa playa de Río de Janeiro).
En general, cuando los movimientos reivindicatorios, de la naturaleza que fueren, se radicalizan pueden correr el riesgo de extraviar o desnaturalizar sus verdaderos objetivos.
Más aún: hasta podrían transformarse en una mala copia de sí mismos. Una causa noble, de consenso cada vez más extendido hasta volverse grito popular y conciencia colectiva (#niunamenos) es exactamente lo que es: plantarse frente a la brutalidad del femicidio que está haciendo estragos en la sociedad argentina.
Hay que denunciarlo, hostigarlo y castigarlo hasta el destierro final. Pero si detrás de ese escudo indispensable se combinan cuestiones “de género” de espesura menor, quizá la prédica originaria resigne su eficacia.
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La cosificación de la mujer tiende a ocupar el centro de este debate que ha enfermado de corrección política. Así mató al piropo gentil, aquella lejana galantería barrial hoy al parecer indicio irrefutable de un depravado al acoso. Un bocinazo es un ataque sexual latente. Y los concursos de colas playeras ya se rindieron.
¿Será cierto que premiar un trasero bullicioso y estéticamente bello es producto de mentes enfermizas que sólo piensan en la mujer como un objeto? Que los creyentes se preparen para otras Sagradas Escrituras.
El Dios de la Biblia, se sabe, concibió al hombre “a imagen y semejanza” suya y de una costilla hizo surgir a Eva para que en sus días en el Paraíso Adán combatiera cierta soledad ontológica: “No es bueno que el hombre esté solo”.
Dos mil años después, los concursos de be- lleza son denunciados por “violencia de género” de “hombres necios” porque promoverían la bulimia, la anorexia y la depresión, cuestiones presentes en cualquier familia y no por concurso alguno.
Llegan tarde a la protesta. Hace años que grandes firmas, y no sólo las de la moda, han reivindicado a su modo las rotundas redondeces renacentistas de las mujeres, contracara de tanta herejía de delgadeces.
Traseros ultra pulposos como los de Jennifer López o Kim Kardashian son reverenciados por legiones y cada vez más mujeres los admiran.
En confianza, si fuese por estos grupos exacerbados, Vinicius no hubiese podido escribir aquello de “mira que cosa más linda/más llena de gracia/es esa chiquilla/que viene y que pasa/con un dulce balancear/camino del mar…”, como reflexionó en Pasiones el periodista Hernán Firpo.
Sería tachado de pervertido. Hace más de cinco siglos Miguel Angel esculpió el David, un mármol 5.500 kilos y 5 metros de alto. Sin él, el mundo sería menos bello. Si tienen dudas, mírenlo de atrás.
CLARIN