Policías y ladrones en el arte: cuando no todo es lo que parece

Policías y ladrones en el arte: cuando no todo es lo que parece

Por María Paula Zacharías
Mi papá hubiera estado encantado. Él decía que el día que lo falsificaran iba a ser un pintor realmente importante”, se ríe Silvina Deira. Pero la risa de la hija del maestro de la neofiguración y preferido de los plagiadores, no es una carcajada. Más bien, un espasmo de la ironía, porque el tema de fondo no tiene chiste: en el mercado argentino de arte muchas obras falsas salen a la venta y hay compradores incautos que pagan pequeñas fortunas por ellas. Las estimaciones sobre cuán extendido es el modus operandi varían y crecen. Interpol cree, por ejemplo, que el 40 por ciento de lo que circula en el mundo del arte es falso. Por supuesto la ciencia avanza y aporta recursos de testeo, pero no hay que olvidar que también lo hace en beneficio de los falsificadores, que sofistican sus técnicas fraudulentas.
El comisario inspector Marcelo El Haibe, jefe Departamento Protección Del Patrimonio Cultural, comparte su proyecto de abrir pronto un museo de piezas falsas con todo lo decomisado, “un espacio con fines didácticos”. En el depósito de Interpol contiguo a su oficina en Barrio Parque hay cerca de 800 piezas, entre falsas y robadas. El 6 de octubre pasado sumó otro centenar que iban a convertirse en estafas: “Eran obras de cierta antigüedad que un grupo compraba, les cambiaba el autor por otro más reconocido y las vendían por Internet. Encontramos 35 certificados de envío”, dice.
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Pero las obras que le llegan a El Haibe son una pequeñísima porción de las falsas que circulan. “Mercadolibre.com es la panacea de las obras falsas de Berni. Con Inés Rodríguez Berni, que se ocupa del archivo, nos indignamos con los pasteles que le atribuyen ahí. Cuando veo una obra sospechosa, renuncio a comercializarla, pero me abstengo de denunciar. Guardo la información en una carpeta donde ya debo tener 50 casos”, dice la galerista Amparo Díscoli. En sus términos y condiciones, el sitio de compraventa virtual indica que no es responsable “respecto de la existencia, calidad, cantidad, estado, integridad o legitimidad de los bienes ofrecidos, adquiridos o enajenados por los usuarios”.
Gracias a una pista incuestionable, los hijos de Deira pudieron iniciar un juicio por la presunta falsedad de ocho tintas, aún en trámite. “Había una especie de fabriquita de Deiras que sacaba a la venta en casas de remates dos tintas por mes”, dicen sus herederos. Las rematadoras no aseguran la atribución de una obra, sino su procedencia: lo vende fulano de tal. Para eso, las obras se exponen una semana antes de las subastas, así los futuros compradores tienen tiempo de visitarlas con expertos. El certificado de autenticidad lo otorgan, generalmente, la galería o los herederos, con un costo por el trámite. “Una vez vino un galerista a pedirnos un certificado para una de esas obras; le dijimos que no, pero la vendió igual, certificada por ellos. Por eso, nosotros como familia no cobramos la certificación y se la ofrecemos a quien tenga dudas”, aclara Silvina Deira. “Otras veces el certificador falsifica el certificado de la galería”, agrega su hermano, Martín. “Esperamos ansiosamente el fallo del juez para ponerle nombre a esta gente”, coinciden.

Nuevos originales
Hay falsos que son copia fiel de un original preexistente. Pero los falsificadores también pueden crear nuevos originales. Clara Martínez, desde la galería Jacques Martínez, dio la voz de alerta cuando vio en la página de subastas online Estimarte las obras de Deira en conflicto (algunas ya habían sido vendidas en 7900 dólares). Detectó un anacronismo clave: “En las tintas sospechadas aparecen personajes de la serie Pantaleón y las visitadoras, novela de Vargas Llosa publicada en 1973. Pero las obras están fechadas en 1968”. Las originales se exhibieron en el stand de la galería en arteBA 2011, junto con un dibujo inédito hasta entonces de 1984, que parece que también resultó inspirador. “Esto no va a parar hasta que la obra pueda estar registrada y blanqueada, para lo cual hay que cambiar las políticas impositivas. De lo contrario, seguiremos con un mercado negro e infestado de falsos”, alumbra Martínez.
Después de la denuncia en 2013, la causa se reactivó a comienzos de este año tras la intervención de la División Patrimonio Cultural de Interpol. Hoy los peritajes están en manos de expertos en conservación del patrimonio cultural del Ministerio de Hacienda, tasadores del Banco de la Ciudad, investigadores sobre celulosa y papel del INTI, profesores universitarios y peritos de la Policía Federal que analizan tintas, firmas y una huella digital.
De este caso se habló mucho en el seminario ¿Verdadero o falso? sobre falsificaciones en el arte, que se realizó en la UMSA el mes pasado. “Los más falsificados son Koek Koek, Antonio Berni, Lineio E. Spilimbergo, Eduardo Sívori, Raúl Schurjin, José Kuis Menghi, Bruno Vernier y Juan Carlos Castagnino”, reveló Cristina Alonso, especialista del Banco Ciudad.
“El 40% de las obras de arte que se exhiben en el mundo son falsas”, estima El Haibe. “Se recomienda hacer el estudio histórico, químico y físico de los bienes culturales, o estar seguros de a quién se los compra. Hay casas de subastas y galerías de mucha trayectoria a las cuales nosotros allanamos. Siempre hay que consultar la base de datos pública de Interpol”, dice.
En el sitio www.interpol.gob.ar figuran 4600 obras con pedido de secuestro. Esos datos están en línea con el organismo internacional, que va a sacar una app para chequear si una obra tiene pedido de captura. En la base global hay 49.000 obras robadas. “No sé de dónde puede derivarse ese porcentaje tan alto, aún cuando se incluyan obras mal atribuidas pero legítimas, como las del ‘taller de’ pero no falsas”, disiente Américo Castilla, secretario de Patrimonio Nacional, con ese 40%.
El año pasado, Interpol desbarató una banda que se dedicaba a la venta de obras falsas en San Isidro; allí secuestraron 230 piezas atribuidas a Salvador Dalí, Carlos Páez Vilaró, Antonio Berni, Pérez Célis, Miguel Victorica, Spilinbergo, Molina Campos, Xul Solar, Raúl Soldi y Castagnino, entre otros. “Si las hubieran logrado vender, representaban unos 4 millones de dólares”, cuenta El Haibe, que lideró esa investigación, con el perito Néstor Barrio, decano del TAREA-IIPC, expertos en restauración. En abril último, estas obras falsas se exhibieron en una exposición que ocupó dos pisos en el Palacio de Hacienda.
“Entre el 25 y 30% de las obras de arte que circulan en el mercado secundario [cuando la obra no sale directamente del artista al comprador a través de la galería, sino que media una reventa o subasta] son falsas”, dijo Colette Loll, directora de Art Fraud Insights, consultora con sede en Washington, en su disertación en el Congreso Internacional de Peritaje de Obras de Arte. “Las nuevas tecnologías de seguimiento y rotulación basadas en ADN revolucionarán y protegerán el mercado en el futuro”, cuenta. Loll trabaja en la creación de un algoritmo anti-fraude para la detección de anuncios fraudulentos en Internet. “Nuestra investigación reveló que más del 68% de los anuncios de subastas online contenían información errónea o contradictoria, o bien omitían por completo la información crítica de identificación”, explica. En este ámbito todo es cuestión de fe: hay que consultar con galeristas, herederos o especialistas de confianza antes de comprar.
LA NACION