Niño: el sello que nadó a contracorriente, del digital a la edición en papel para coleccionar

Niño: el sello que nadó a contracorriente, del digital a la edición en papel para coleccionar

Por Natalia Blanc
Del mundo digital al libro en papel: ése es el camino que recorrió Niño, un pequeño sello independiente especializado en libros para chicos que se propone recuperar títulos editados en otras lenguas en los años 40, 50 y 60. Surgida en 2014 como una productora de contenidos para Internet, la nueva editorial publicó en noviembre sus tres primeros álbumes ilustrados y está a punto de lanzar una colección de Bruno Munari integrada por nueve volúmenes.
La aplicación para celulares Love, adaptación animada e interactiva del bellísimo libro de Gian Berto Vanni, fue el primer proyecto de Niño. Con un diseño que respeta el espíritu del original, Love, the app ganó en 2014 el premio más importante de la industria editorial a nivel internacional: el Bologna Ragazzi Digital Award, que entrega la Feria del Libro Infantil de Bologna. Motivados por la prestigiosa distinción y con ansias de rescatar del olvido el trabajo de Vanni, los editores se lanzaron a la aventura de publicarlo en papel. “La experiencia de la aplicación nos abrió un montón de puertas: entre ellas, el entusiasmo por mostrar el potencial de los proyectos digitales desde lo narrativo. Y nos picó el bichito de publicar en papel”, cuenta Pablo Curti, director de Niño.
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Publicado en Francia en 1964, Amor es un libro de culto protagonizado por una chica abandonada por sus padres a los 9 años. La historia, tan simple como conmovedora, va acompañada por un diseño de páginas con calados, pestañas y solapas. “Es un libro que te cambia y cuando lo descubrís no lo podés soltar. La app puede gustar mucho, pero lo que hizo Vanni hace sesenta años en el papel es insuperable”, asegura el editor. La primera edición salió con tres mil ejemplares y está por distribuirse la segunda, con otros tres mil. Se consigue en las principales librerías del país y cuesta $ 320. Con páginas troqueladas que permiten espiar la escena que sigue, es un libro complicado para producir porque requiere papeles y procesos especiales. Explica Curti: “Se imprimen en Malasia. Acá sería imposible hacer un libro así por los costos. No se podría vender a un precio accesible para el público. Los libros de Munari son más simples de imprimir, pero también tienen un juego con distintos papeles y solapas”.
La serie Munari es de 1945 y está compuesta por nueve títulos. Los tres primeros (El ilusionista amarillo, Nunca contentos y Buenas noches a todos) llegarán a las librerías la semana próxima; el resto saldrá en 2017. “Son libros exploratorios, bien al estilo del mundo de Munari: una propuesta de lectura muy asociada al juego. Nunca se habían editado en español.”
Cuando se le pregunta por qué se les ocurrió editar libros publicados hace más de cincuenta años, Curti explica: “Algunos son títulos que ni siquiera llegaron al país. Como Amor, que no es muy conocido a nivel mundial. Siento cierta identificación con un lenguaje y una forma de contar que se ven en esos períodos. Pero también es porque hay muy buenos títulos literarios ilustrados de esa época. Ahora estamos trabajando con algunos más cercanos: por ejemplo, un libro de los años 70 de un autor japonés. Nos fue llevando hacia allí el destino”.
La elección de los títulos es una tarea clave, y dar con los indicados, una misión difícil. “Editar es un ejercicio en muchas direcciones que requiere mucha paciencia y buen ojo. La feria infantil de Bologna es el mejor lugar para buscar y encontrar buenos libros. Después de editar Amor, se nos acercaron editores de otros países con títulos en la misma sintonía para traducir al español. Así se va armando el catálogo, que también incluye El pequeño Brown, de Isobel Harris y André Francois, con traducción de Rafael Spregelburd, y Mi pequeño gran papá, de Mari Kanstad Johnsen. Queremos sorprender al lector con los libros porque es lo que nos pasa a nosotros: primero nos sorprendemos y enseguida sentimos que nos gustaría traspasar esa experiencia maravillosa.”
LA NACION