16 Jan Mentes brillantes: son tan inteligentes, que no encuentran su lugar en la escuela
Por María Ayuso
Ezequiel Glombovsky tiene nueve años y altas capacidades intelectuales (ACI). Desde que iba al jardín de infantes, encontrar una escuela que diera respuesta a sus necesidades fue una tarea casi imposible: pasó por cuatro e hizo un año de homeschooling. “Se aburría, no se integraba con sus compañeros y los maestros se negaban a hacerle el enriquecimiento curricular que sugería su psicóloga”, cuenta Gabriela, su mamá.
Bullying, angustia, bajo rendimiento, falta de identificación con sus pares y desmotivación son algunos de los problemas que la falta de atención a sus necesidades educativas específicas provoca en los niños que, como Ezequiel, tienen ACI. Éstas son las potencialidades excepcionales en una o varias funciones cognitivas o áreas del conocimiento: en nuestro país no existen estadísticas oficiales, pero a nivel internacional se calcula que un 2,14% de la población las posee. Son los llamados “superdotados”, con un coeficiente intelectual igual o superior a 130 (la media es de entre 90 y 110). Algunas organizaciones incluyen también dentro de las ACI a los talentos especiales, que abarcan a entre un 15 y 18% de las personas.
“La superdotación implica que el niño a nivel intelectual tiene un desarrollo parejo en todas las áreas. En cambio, los talentos son específicos: por ejemplo, se lo puede tener para la matemática o lingüística, pero en el resto de las áreas comportarse como un chico promedio”, explica Mariela Panzeri, directora del Centro para el Desarrollo del Alto Potencial (Cedalp) y vicepresidenta de la Federación Iberoamericana de Superdotación y Talento.
La lucha por la inclusión
Las dificultades y situaciones de violencia emocional (y a veces física) que sufren estos chicos en la escuela llevó a un grupo de profesionales, organizaciones sociales e instituciones que asisten y contienen a aquellos y sus familias – como Padres Embajadores ACI, CreaIdea, Alta Inteligencia Jujuy, Fundación para la Evolución del Talento y la Creatividad y el Cedalp, entre otras- a presentar la campaña “3 puntos para la inclusión de los niños ACI”.
Reclaman la creación de una secretaría para la atención de las altas capacidades dentro del Ministerio de Educación de la Nación; capacitación docente y la reglamentación e implementación del artículo 93 de la ley nacional de educación, que establece que “las autoridades educativas jurisdiccionales organizarán o facilitarán el diseño de programas para la identificación, evaluación temprana, seguimiento y orientación de los alumnos con capacidades o talentos especiales y la flexibilización o ampliación del proceso de escolarización”.
Tras dos reuniones que estas organizaciones mantuvieron con funcionarios del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación, estos últimos se comprometieron a iniciar en enero una mesa de trabajo con padres, asociaciones y profesionales relacionados con la temática. “También mencionaron que el área de Coordinación de Educación Especial de la Nación atenderá directamente a aquellas familias que no reciben respuestas una vez agotadas todas las instancias de reclamo en sus jurisdicciones”, cuenta Laura Diz, vocera de Padres Embajadores ACI.
Es que si bien estos niños cuentan con una posibilidad de aprendizaje superior, esto no significa que puedan arreglárselas sin problemas en la escuela. “Ése es uno de los mitos”, asegura Diz. “Aprenden de una forma diferente y necesitan un abordaje específico. Cuando eso no sucede, es común que experimenten desmotivación, desgano, soledad, y falta de identificación con sus pares, lo que puede llevarlos a no desarrollar los hábitos de estudio y esfuerzo necesarios para la etapa educativa.”
Panzeri sostiene que muchas de las dificultades de estos chicos parten de lo que se conoce como “síndrome de disincronía”: la diferencia entre la edad cronológica e intelectual. “Esto forma parte de su desarrollo heterogéneo y normal, e implica que, por ejemplo, tenemos un nene de seis años que puede tener la madurez intelectual de uno de ocho o nueve. Es decir, convive con esas dos edades”.
Además, señala que aprenden en forma mucho más rápida y profunda, contando con una diversidad de intereses y un vocabulario mayor al promedio. “Tienen necesidades distintas: logran interrelacionar conceptos con mucha facilidad, tienen una memoria más vasta y eso genera que el ritmo de las clases les resulten demasiado lento. Para ellos, tener que repetir una y otra vez lo que ya aprendieron es como una tortura.”
Los problemas que esto trae se traducen en dos grandes extremos: por un lado, los chicos que empiezan a llamar la atención para mostrar lo que saben, a portarse mal y ser avasallantes en sus respuestas. Por el otro, los que se sienten distintos a sus pares y deciden mimetizarse con ellos, ocultando lo que saben.
Los padres, sin contención
Para los padres, la falta de un lugar específico a dónde recurrir en búsqueda de asesoramiento es uno de los principales problemas. “Sería muy importante crear una secretaría dentro del Ministerio de Educación que atienda a las familias cuando se encuentran con el diagnóstico.”, dice Laura Diz, vocera de Padres Embajadores ACI.
Explica que desde el Ministerio de Educación de la Nación los remiten al artículo 93 de la ley de educación, que establece que las autoridades educativas jurisdiccionales deberían ocuparse de atender los casos. “Se supone que los padres tendrían hablar con la docente, esta con la directora, esta con la inspectora y de ahí pasar a las autoridades de cada jurisdicción. Pero cuando las familias hacen este recorrido, no consiguen nada.”
LA NACION