Los hombres bravos y libres que describió Vicente Fidel López

Los hombres bravos y libres que describió Vicente Fidel López

Por Pablo Emilio Palermo
“El gaucho argentino vivía absoluto e independiente, con un individualismo propio y libre. Se emancipaba de sus padres apenas comenzaba a sentir las primeras fuerzas de la juventud, y vivía abundantemente de las volteadas de los animales que Dios criaba en el desierto.” Así, Vicente Fidel López (1815-1903) resumía el mundo de libertad y sustento de que era dueño el habitante de las llanuras argentinas al estallar el movimiento revolucionario de 1810.
Hijo del poeta del Himno Nacional y padre de Lucio Vicente López, autor de La gran aldea, Vicente Fidel López fue abogado, historiador, novelista y hombre de Estado. Su Historia de la República Argentina, diez tomos aparecidos entre 1883 y 1893, son la cima de su potente intelectualidad. Rival de Bartolomé Mitre, la historia ha reconocido su condición de “improvisador genial” y “su extraordinaria aptitud para vitalizar el pasado y dar relieve y color a los personajes y acontecimientos”.
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Sostenía Vicente Fidel que las primeras décadas de vida independiente habían tenido en el gaucho al agente poderoso de la más profunda transformación del régimen colonial. Los gauchos, decía, constituían un “pueblo viril”, preparado para el ejercicio de una importante acción política en la “nueva gloriosa nación”. Tenían ideas y pasiones propias, que bien pronto buscarían aquel “orden social” que presentían como suyo.
Elegante, cauto, serio, a veces fiero e impetuoso, en ocasiones hidalgo y generoso, el gaucho era un ser bravío criado entre las soledades pampeanas y las costas del Atlántico. Esos inmensos territorios le daban carne, fuego y agua. La choza familiar, inteligentemente levantada bajo la cubierta de un bosque, o entre sendas y vados, servía para que sus enemigos nunca le encontrasen desprevenido. Su veloz caballo lo conducía a las aldeas y la disponibilidad del ganado lo hacía indiferente a los frutos de la agricultura. “La ley civil, la regla política, no pesaba sobre él, y aunque no había dejado de ser miembro de una sociedad civilizada, vivía sin sujeción a las leyes positivas del conjunto.”
Vicente Fidel López concebía al gaucho como un europeo dentro de la vida errante de los desiertos americanos. Sobrio y sufrido, ni el hambre ni la desnudez lo abatían. Poseedor de una personalidad independiente, fue sin dudas un “tipo especial”, un sello de identidad nacional metido en la Revolución de Mayo para moverla en sentido democrático y liberal, sin sujeción a trabas pasadas. Nunca reconoció jefe alguno, a excepción del caudillo que él mismo elegía como líder. Contrario a la idea del “servicio militar”, enemigo “de la disciplina del cuartel”, cuando podía desertaba de las levas. Y, sin embargo, su alma noble supo llegar hasta el heroísmo por amor a su patria.
“Tomaba partido por sentimiento propio y por pasión, jamás por interés ni con la mira de obtener el menor provecho directo como premio de sus esfuerzos.” A fines del siglo XIX, Vicente Fidel escribía con nostalgia sobre aquel arquetipo. Ya no presentaba la República ese prototipo de suelo y valentía: el gaucho, según él, ya era leyenda, no existía.
LA NACION