Lesiones en el rugby: el 51% de las más graves se produce durante el scrum

Lesiones en el rugby: el 51% de las más graves se produce durante el scrum

Por Javier Drovetto
El 17 de septiembre pasado jugaban Newman y San Isidro Club (SIC). A los 35 minutos, un scrum colapsó y Jerónimo Bello, pilar del SIC, sufrió el desplazamiento de dos vértebras que le lesionaron la médula espinal. Lo sacaron en ambulancia. El partido siguió. Y aunque nadie imaginaba que el joven quedaría cuadripléjico, los jugadores continuaron cometiendo infracciones y errores tan peligrosos como el que provocó el derrumbe. En 80 minutos de partido se disputaron 12 scrums que colapsaron porque hubo jugadores que se posicionaron incorrectamente, no empujaron de frente o colocaron la cabeza hacia abajo.
En todos los casos se generó un contexto similar al instante en el que Bello se despidió del rugby para toda su vida. Newman ganó el partido. Le ganó al SIC, un equipo que los martes entrena sólo cómo disputar el scrum, un equipo que es reconocido por su fortaleza en esa formación, un equipo que inventó un empuje coordinado que ayudó a que ganara 20 títulos en los últimos 40 años. Un equipo que tiene un récord triste: cuatro jugadores de su club quedaron cuadripléjicos durante el derrumbe de un scrum: Bello, José Rocha en 2004, Francisco Maggio en 1987 y Aldo Monti en 1977.
En el último medio siglo, el rugby argentino sumó 35 jugadores con lesiones invalidantes. Del total, 18 se lastimaron durante un scrum (el 51%). En los últimos dos años, de los cinco casos registrados, cuatro se lastimaron en esa formación: Juan Gastaldi (CASI), Ignacio Maeder (Duendes de Rosario), Bello y Federico Bocelli (Tala de Córdoba). Es decir, el scrum desencadenó el 80% de las lesiones, una relación que supera la de otros países: 35%, en Australia; 50%, en Sudáfrica, y 51%, en Francia. Así se consigna en un informe publicado en enero pasado por la revista alemana Global Spine Journal.
scrum1
La asociación World Rugby ya había advertido que la propensión de lesiones en el scrum fue clasificada como “la más alta” en relación con las demás jugadas.
En la Unión Argentina de Rugby (UAR) reconocen que el scrum nacional tiene una peligrosidad adicional. Según un estudio hecho por la entidad sobre 25 partidos disputados este año, el 56% de las formaciones colapsó, lo que marca una diferencia con el resto de los países, como Gran Bretaña, donde esa relación es del 30%.
“Podés tener 20 scrums por partido, no se derrumba ninguno, se juega rápido y no te generan ningún problema. Pero el riesgo aparece cuando se repiten los scrums porque se derrumban. Y en el rugby argentino el nivel de colapsos es alto”, acepta Fernando Rizzi, secretario de la UAR, institución que dirigió casi todos los cambios reglamentarios y disciplinarios recientes para hacer más seguro el scrum .
Sobre este tema, el presidente de la UAR, Carlos Araujo, señaló en el ciclo Conversaciones: “Pusimos árbitros dentro de la cancha y propusieron una serie de medidas que tomamos en cuenta, como la doble amarilla para el que hace trampa, acumulativa”.

Una cuestión cultural
Para Martín Brousson, pilar del CASI, la primera causa de los derrumbes es el deseo de sacar ventaja de manera desleal: “El scrum se cae porque algún jugador quiso derrumbarlo. Un equipo que se siente dominado prefiere tirarlo”.
Cuando se profundiza sobre las causas que hacen que un scrum se caiga aparecen distintas respuestas, pero con un trasfondo común ligado a la identidad deportiva local: la Argentina tiene una gran tradición en el scrum, es reconocida mundialmente por eso y en consecuencia los jugadores le otorgan más relevancia. “Hay una cultura que trasciende a la de ganar un partido. Aún si pierden, hay jugadores que hablan de haber ganado el scrum y en ese afán es cuando pierden valores de lealtad”, opina Juan Hernán Sylvestre, uno de los dos árbitros profesionales que tiene el país.
Entrenadores, jugadores y árbitros coinciden en que la lealtad que pregona el rugby no logra imponerse en el scrum. Sylvestre dice que ve “mañas” que buscan hacer colapsar la formación, como empujar antes de que entre en juego la pelota, hacer presión hacia abajo para derribar el scrum o empujar en diagonal para ganar la disputa. Y señala que hay faltas que son “muy difíciles de detectar”, como “clavar” la cabeza en el pecho al rival para desestabilizarlo o cuando un pilar cambia de posición un hombro para perturbar al oponente.
Alejandro Conti, entrenador de San Albano, ex de Belgrano y el SIC, y reconocido por formar equipos poderosos en el scrum, define la situación con una metáfora de raíz trágica que le quita algo de la responsabilidad inicial con la que cargan los árbitros por no advertir las infracciones: “Cada scrum es como una caja negra de los aviones, donde sólo estando en esa formación, se puede saber qué hizo colapsar el scrum. Puede haber accidentes y causas humanas, algunas involuntarias y otras intencionales”.
“Las ansias de ganar el scrum, de que no te empujen, hace que se generen mañas para tirar la formación”, opina Sebastián Perasso, autor de libros sobre rugby y miembro de la Subcomisión de Valores de la Unión de Rugby de Buenos Aires. Cuenta que el culto al scrum nació a fines de los 60 en el SIC, con una técnica de empuje coordinado que idearon los entrenadores Francisco Catamarca Ocampo y Carlos Veco Villegas, y que luego llegó a Los Pumas, una fortaleza que hizo reconocido al rugby argentino. Y agrega: “Ganar el scrum no es solamente ganar la pelota, ya que a partir de ahí un equipo puede dominar psicológicamente al rival. Por eso su importancia. Pero lo que hay que trabajar es en que esa disputa sea leal”.
El entrenador del CASI, Juan Campero, indica: “Por esa cuestión cultural, el jugador pone mucha expectativa en el scrum. Y sobre todo en el ingreso, porque se dice que entrar bien te ayuda a ganarlo al conseguir un mejor posicionamiento. Esa expectativa puede ser la que provoca un posterior colapso”.
Juan José Angelillo, ex hooker del SIC y Los Pumas y especialista en entrenamiento de scrum, apunta que la mayoría de los derrumbes ocurre antes de que empiece la disputa o inmediatamente después.
“Un jugador que colapsa un scrum lo hace porque alguien le enseñó a hacerlo”, dice Alexis Padovani, ex pilar del CASI, que quedó cuadripléjico por una lesión durante un scrum. “Hay entrenadores que enseñan a derrumbarlo. Todos lo hicimos. Quizás uno no veía como riesgosas esas técnicas. Pero es juego desleal y peligroso. Y es ahí donde hay que lograr el cambio cultural”, concluye quien también se desempeña como coordinador del Comité de Seguridad de la UAR.
Juan Gastaldi, pilar del CASI, que quedó cuadripléjico el año pasado, hace una lectura parecida: “También hice esas mañas. Es una locura. Los entrenadores te dicen: «Si te va mal en el scrum, hacé tal cosa». Cambiar esa costumbre va a llevar años”.
A diferencia de lo que ocurre en el país, en el mundo relativizan el peso del scrum en un partido y la World Rugby define esa formación apenas como una acción para “reiniciar el juego, rápida, segura e imparcialmente”. Pero en el país tiene mayor relevancia y los equipos le dedican gran parte de uno de los tres o cuatro entrenamientos semanales, situación que obliga a reflexionar por qué nunca se registró un lesionado medular en una práctica. “En los entrenamientos confrontás con buena conducta. Algunos dirán que es porque no jugás por nada. Pero lógicamente jugar por algo no justifica otro tipo de confrontación”, señala Alejandro Conti, y estima que, en un año, el plantel superior de San Albano ensaya 5000 scrum.
“Bien formado y con los jugadores en las posiciones que tienen que adoptar, un scrum no colapsa”, afirma Angelillo, y señala que un scrum bien formado es aquel en el que cada jugador de los 16 que participan tiene la espalda recta y paralela al piso, la cabeza levemente levantada y las piernas “ni muy estiradas ni muy flexionadas”.
“Los ocho jugadores de cada equipo deben formar una unidad, asirse al otro pack de jugadores y empujar en un marco de lealtad. En esas condiciones, es difícil que el scrum se caiga”, dice Angelillo.
Cuando terminó el partido en el que se lesionó Bello, sus compañeros se enteraron de que podía quedar cuadripléjico. Pocos días después, Carlos Hernández, ex pilar y hooker de Tala de Córdoba, revisó los videos del partido. De los 15 scrums que hubo, 12 se derrumbaron. Hernández advirtió que hubo 62 infracciones: espaldas con el hombro por debajo de la cadera, ángulos de empuje incorrectos y brazos mal tomados. El informe deja una afirmación irrefutable: “Esas posturas antirreglamentarias producen el colapso al momento de la disputa del scrum”.
LA NACION