08 Jan El artista que les habla a los más chicos de igual a igual
Por Verónica Abdala
Son las dos de la tarde y el inglés Anthony Browne –uno de los autores de libros infantiles más populares del mundo– espera el turno para que le sirvan su almuerzo, una ración mediana de tacos picantes y sopa, en una larguísima fila que serpentea en el comedor de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de México (FILIJ), donde fue invitado a participar de una serie de actividades y a dictar una clase magistral de ilustración. Un rato antes, unos trescientos chicos hicieron fila en el Parque Bicentenario, nueva sede de esta 36a. edición de la feria, y a cada uno de ellos Browne les firmó sus libros y dibujó monos y caras acompañando algún mensaje.
La paciencia, esa cualidad que aquí ha quedado probada ante los visitantes de la feria, resulta esencial también en su trabajo: sus títulos se definen, entre otras cosas, por el nivel de detalle con que ilustra, a lo que hay que sumar –o anteponer– un talento descomunal para comunicar con imágenes y “balancear” el sentido con el texto que también él escribe. Entre sus títulos (más de 50) se incluyen En el bosque, Mi hermano, Mi mamá, Mi papá, La feria de los animales, Willy el campeón, Willy el tímido, Un cuento de oso y Cosas que me gustan, editados por Fondo de Cultura Económica. Considerado uno de los principales creadores de libros-álbum, recibió en el año 2000 el Premio Hans Christian Andersen. Browne admira a Maurice Sendak, autor de Donde viven los monstruos.
Ahora, dice, está agradecido de haber podido retomar el contacto con sus “apasionados” lectores latinoamericanos. Sintió lo mismo cuando visitó la Argentina en 2010. “Expresan su emoción con euforia, son muy amorosos conmigo y eso es algo que me sorprende y disfruto”, explica en la entrevista con Clarín.
– Los chicos latinoamericanos sufren muchas veces condiciones desfavorables para su crecimiento, pero son más plásticos que los adultos para adaptarse a las dificultades. ¿Qué es lo que más disfruta del contacto con ellos?
– Precisamente, cómo expresan sus emociones y que reconocen lo que temen o no pueden resolver. Creo que eso también explica mi éxito en Latinoamérica: mis libros hablan sobre todo de dificultades.
– Y jamás terminan con algo parecido a una moraleja, ¿por qué?
– Yo no vengo a decirle a nadie qué debe hacer o cómo manejarse. Nadie toleraría que lo hiciera, menos los chicos.
– ¿Cree que ellos valoran eso, que a menudo se sienten subestimados por los autores del género infantil?
– Creo que sí, ellos son muy inteligentes y sensibles. Nadie quiere que le expliquen cómo tiene que vivir. En mis libros siempre hay al final un espacio para la imaginación y la ambigüedad, es el lector el que decide qué ocurre después.
– ¿Usted les escribe a partir de un acercamiento racional o más intuitivo?
– Es algo totalmente intuitivo. Incluso tengo más tendencia a querer representar a los que sufren y a los perdedores. Creo que los chicos y yo nos entendemos a partir de emociones compartidas, cierta sensibilidad que muchas veces los adultos pierden en el camino.
Browne nació en Sheffield, Inglaterra, en 1946. Luego, su familia se mudó a Bradford, donde sus padres regentearon un bar. Pasó gran parte de su infancia haciendo deportes y dibujando con su hermano mayor. La muerte repentina de su padre, a sus 17, tuvo en efecto traumático para él. De hecho, dibuja gorilas porque le fascinan sus miradas y porque “se parecen” a él.
Este autor estudió diseño gráfico en la Facultad de Arte de Leeds y trabajó como dibujante médico en el Hospital de Manchester, donde hacía “ilustraciones sutiles de operaciones grotescas” y que le permitieron, sostiene, “aprender a contar con imágenes”.
Después, durante quince años, diseñó tarjetas de felicitación para la Galería Gordon Fraser, hasta que ilustró Alicia en el país de las maravillas y empezó a pensar en dedicarse a la literatura infantil. Gorila, publicado en 1983, y su libro más famoso, le valió una serie de premios, incluyendo el Kurt Maschler y la medalla Kate Greenaway.
– ¿Cree que los soportes audiovisuales compiten en la actualidad con la lectura?
– Por supuesto que las pantallas funcionan como distracciones, pero creo que en las vidas de los niños ambas cosas conviven en armonía. Si no es así, ojalá los niños encuentren el balance justo en el futuro. Los libros tienen la ventaja de ser reales, tangibles, forman parte de tu vida, incluso si son prestados. Como los chicos comparten la lectura con un adulto, generalmente, eso los lleva además a compartir un diálogo y eso es muy bueno.
– Ellos reaccionan con sensibilidad ante las historias por las que se sienten representados, ¿cómo cree que eso los ayuda?
— Eso les permite sentirse aliviados y empatizar con los demás. La lectura tiene ese potencial inmenso, el de permitirnos comprender. En ese sentido tiene un valor formativo.
– ¿Cuál será su próximo libro?
– Es sobre un chico y una chica que pierden a su perro. El nene se sumerge en el bosque y la nena queda afuera. Desde ese momento vemos dos relatos en simultáneo: lo que piensa y ve ella y lo que piensa y hace él. El libro también juega con las formas que uno cree ver, siluetas que no son lo que parecen. Luego oscurece y todos se preocupan, ella se enoja y él está asustado. Finalmente, cuando se encuentran y van hacia el trailer donde viven, la imagen hace una suerte de zoom y vemos una caravana de personas.
– ¿Es cierto que piensa escribir un libro sobre Frida Kahlo? Cuéntenos sobre eso.
– Sí, es una historia imaginaria, sobre Frida de chica. Ella tiene una especie de renguera, de la que otros niños se burlan, se pone medias para que sus piernas se vean gruesas. Un día, descubre una ranura en la ventana que le permite salir al exterior. Llega a una especie de granja y cae en un hoyo profundo, como Alicia; entonces encuentra a otra nena que es como ella pero no puede hablar. Frida se siente cómoda y habla de cómo se siente, mientras la otra chica baila mientras la escucha. Comparten ese momento feliz, hasta que Frida regresa a su casa y comienza a pintar. La amistad y la alegría le permitirán convertirse en artista. Ojalá resulte inspirador.
CLARIN