Cómo ahorrar combustible

Cómo ahorrar combustible

Por Gabriel Tomich
Salir de vacaciones implica gastar bastante dinero. El hotel o el alquiler de la vivienda, los gastos de la estadía, desde la comida hasta los juegos de los chicos, alguna excursión o entradas a un espectáculo pueden hacer flaquear nuestra billetera.
Ni hablar del combustible para el auto que, cuanto más nos alejemos de Buenos Aires, más caro será, amén que no es barato. Por eso, aunque no sea la panacea para nuestras finanzas veraniegas, ahorrar combustible no viene nada mal, sobre todo porque es el mayor costo que nos demandará nuestro vehículo. Tampoco viene mal ahorrar si nos quedamos en laciudad, donde al menos en el verano la circulación es más fluída y con menos atascamientos.
Para eso, podemos asumir un estilo de conducción económico, tanto en la ruta como en la ciudad, basado en algunos tips, que pueden llegar a reducir el consumo entre un 5% y un 15%.
No pise el acelerador cuando pone en marcha el vehículo. Los actuales sistemas de inyección electrónica de combustible regulan la cantidad de nafta que el motor necesita en cada situación de marcha. También se deben evitar los trayectos cortos con el motor en frío, que requieren de una mezcla rica (más nafta, menos aire).
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Circular en el cambio más alto posible
Quinta y sexta (si la caja tiene) son sobremarchas. Para no entrar en cuestiones técnicas, las marchas bajas aportan fuerza para mover la masa del vehículo y las altas velocidad sostenida a bajo régimen del motor, lo que obviamente ahorra combustible.
El consejo, cambiar antes a marchas más largas: así, por ejemplo, pase los cambios entre 2000 y 2500 rpm si tiene un motor naftero, y entre 1500 y 2000 vueltas (esto lo vemos en el tacómetro o cuentavueltas) con mecánica diésel. También podemos usar el velocímetro con una regla fácil: a 30 km/h se puede engranar 3ra.; a 40 la 4ta. y a 50 ya se puede poner quinta sin problemas. Cuanto más aceleramos, más gastamos; así, no apure las marchas y evite pisar a fondo el acelerador.
Desde ya, desterrar los rebajes exagerados (cambios descendentes que hacen subir rápidamente el régimen del motor), que son muy deportivos por el ruido del motor, pero que provocan un gasto superfluo. Otra buena práctica es evitar todo lo que se pueda el uso de la primera velocidad.

Velocidad constante
Frenar y acelerar con frecuencia aumenta drásticamente el consumo de combustible. Así, lo mejor será mantener una distancia suficientemente amplia con el vehículo que nos precede para compensar las oscilaciones de velocidad con solo levantar el pie del acelerador. Huelga decir que guardar una prudente distancia con el auto que nos precede redunda en un mayor nivel de seguridad (es bueno tomar una referencia y contar hasta tres para calcular a ojo la distancia de frenado, que varía con la velocidad del vehículo); así se pueden evitar los famosos choques en cadena.
Por eso es práctico mantener una velocidad constante, moderada y regular; en especial, en autopistas y autovías. La mayor parte del consumo se produce por acelerar. Tenga en cuenta que a 90 km/h (consumo de ruta, según las normativas) un automóvil mediano naftero con motor 2.0 L nos permitirá hacer 16 km/L (6,2 L/100 Km). Si subimos la velocidad a 120 km/h, nuestro consumo también subirá: haremos unos 13 km/L (7,7 L/100 km); es decir un 20% más. En ciudad, el consumo trepa a 9,6 km/L (10,4 L/100 km), lo que significa un 41% más. La autonomía no es un tema menor en lugares con poco abastecimiento como la Patagonia o el NOA. Con estos cálculos, a 90 km/h nuestro auto recorrerá 887 km a 90 km/h y 714 km a 120 km/h.
Con un mediano diésel, más eficiente que el naftero, tendremos rendimientos de 19 km/L (5,3 L/100 km) a 90 km/h (unos 1038 km de autonomía) y algo más de 15 km/L (6,7 L/100 km) a 120 (821 km sin repostar). El consumo urbano, en tanto, sube un 42% respecto del que puede obtenerse a 90 km/h constante.
Además, para tomar una curva no debemos frenar bruscamente. Levantemos el pie del acelerador y dejemos rodar al vehículo con la marcha engranada y mantener una velocidad uniforme según el radio de la misma.
La velocidad tiene otro matiz: la seguridad. Un informe reciente del Cesvi advierte que la diferencia entre viajar a 110 km/h o a 130 km/h implica un 33% más de riesgo de un accidente y lo que resulta muy significativo: apenas se ganan 8 minutos de viaje en un tramo de 100 kilómetros aproximadamente.

Anticiparse al tránsito
Para evitar aceleradas y frenadas bruscas, hay que anticiparse al tránsito. Esto es, evaluar la situación, adaptarse a la velocidad del resto de los automóviles y desacelerar o acelerar en forma progresiva. Lo mismo vale en una avenida o calle con semáforos.
En paradas prolongadas (cruces de ferrocarril, atascamientos densos) conviene detener el motor (si tenemos buena batería, claro). El consumo de un motor regulando se calcula entre 0,5 y 0,7 litros por hora, un gasto superfluo y contaminante.
Tenga en cuenta que si duplicamos nuestra velocidad, la distancia de reacción (el tiempo que el vehículo circula sin que apliquemos el freno) también se duplicará y, lo que es más peligroso, se cuadruplicará la distancia de frenado.

Aprovechar el terreno
En pendientes ascendentes, retrasemos al máximo las reducciones de cambios. Es mejor incrementar suavemente la presión en el acelerador para sortear la trepada. En bajada, suba de inmediato una marcha, la pendiente lo ayudará a seguir con el impulso sin acelerar de más.
La climatización del habitáculo es fundamental en el verano, pero tampoco hay que exagerar. No debe haber una diferencia excesivamente grande entre la temperatura interior y exterior. Una diferencia grande requiere mucha energía que, por supuesto, proporciona el motor. Lo mejor es lograr una clima confortable, no un freezer. Por lo general, 21° es la temperatura recomendada.
A alta velocidad mantenga los vidrios cerrados, con ellos abiertos se consume mucho más, porque perjudica la aerodinámica del auto.

Neumáticos y carga
Calibrar la presión de los neumáticos es vital para ahorrar combustible. Esto reduce la resistencia al rodamiento (parámetro al que se acusa de producir un 20% del consumo de combustible). Por eso, utilice la presión recomendada por el fabricante. En ruta, es bueno inflarlos con un par de libras más que para la ciudad. Con las cubiertas bajas gastará más y éstas levantarán más temperatura, factor de posibles reventones. De más está decir que deben estar en condiciones (al menos 2 mm de profundidad del dibujo y no estar vencidos).
El exceso de carga también es nocivo para el ahorro y la seguridad. En rasgos generales, cada 100 kg más, nuestro consumo crecerá entre un 5% y un 7%; la capacidad de aceleración del vehículo se reducirá, por lo que se deben evaluar muy bien los sobrepasos.
Es importante cómo se estiba la carga. Evite en lo posible llevarla en el techo; esto no sólo empeora la aerodinámica de la carrocería (lo que implica más gasto de combustible), sino que modifica el centro de gravedad del vehículo y con ello el comportamiento dinámico, tanto en las curvas como en las frenadas, en las que deberemos aplicar mayor presión sobre el pedal de freno para detener el vehículo en distancias acordes.
Las vacaciones están cerca. Es tiempo de disfrutar, pero también de gastar dinero, cuanto menos mejor.
LA NACION