01 Jan Carlos Ruiz Zafón: “Escribo para quienes les gusta leer”
Por Leonardo Tarifeño
A donde va deja un rastro de fans de todas las edades que cargan su nuevo libro, El laberinto de los espíritus, como un tesoro único e incomparable. En la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, la aparición de la novela con la que el best seller español concluye la saga iniciada en La sombra del viento fue la gran noticia, muy posiblemente la más esperada por esa legión de lectores que, mientras el autor español recibe a LA NACION, aguardan que su héroe literario comparta unas palabras con ellos o firme sus ejemplares. “Es, sin duda, la obra que más me ha costado escribir -afirma acerca de la conclusión de su tetralogía, donde la guerra, la amistad y el amor a los libros protagonizan una historia intensa y llena de misterios-, y que haya lectores que la esperan es una buena noticia para los libros y los autores, sea yo o cualquier otro.”
-En tanto escritor popular, ¿cómo es su relación con sus lectores?
-Muy buena, por supuesto. Como sabemos, durante mucho tiempo los lectores escribían cartas. Ya con las redes sociales, la inmediatez de la expresión ha sustituido el viejo arte de la correspondencia y multiplicado la comunicación que producían las cartas. En mi caso, siempre son muy bondadosos y pacientes conmigo y estoy muy agradecido a ellos.
-¿Sólo son bondadosos y pacientes? ¿No son críticos?
-Críticos, sí, pero en el buen sentido. Las cosas más interesantes y las percepciones más inteligentes con respecto a mi trabajo se las he leído a los lectores. Me gusta mucho cómo se expresan sobre mis libros, porque es una lectura que no tiene ningún condicionante o prejuicio. Es espontánea y pura; puede ser acertada o no, pero siempre tiene una sinceridad que se agradece.
-Se ha dicho que una de las grandes cualidades de sus libros son sus personajes, que tienen una fuerza especial. ¿Sus lectores son como los adictos a las series, fans de ciertos personajes?
-Es curioso cómo reaccionan los lectores con los personajes. Es verdad que tienen una relación emocional con algunos de ellos. A mí no me gusta decirle a nadie lo que tiene que pensar o creer, me resulta mucho más interesante crear preguntas y abrir un diálogo con el lector. No para venderle nada, está claro, sino para proponerle reflexiones e invitarlo a cuestionarse el mundo. Ante esa propuesta, el lector reacciona, y eso es lo bueno.
-¿Y a qué atribuye esa empatía que sus libros han despertado entre los lectores de distintas partes del mundo?
-Yo lo atribuyo a que escribo para personas a las que les gusta leer. No escribo para un tipo de lector específico, no intento reforzar el prejuicio que pueda tener un lector. Escribo para los que disfrutan la textura del lenguaje, para aquellos que están dispuestos a perderse en una atmósfera particular y conocer a los personajes como si fueran seres reales. Esos son mis lectores.
-¿Cómo crea esos personajes inolvidables, como Daniel Sampere o Fermín Romero de Torres, entre tantos otros?
-¿Cómo lo hago? A ver. La mejor literatura se basa en la caracterización. Quiero decir: cuando pensamos en las grandes obras clásicas recordamos los personajes, no las tramas. Pero los creadores tienden a inventar sus personajes a través de la exposición. El novelista le dice al lector que este personaje es así y asá, obra de este modo, le ocurrió aquello, esas cosas. Esto, en términos dramáticos, no funciona. Es algo importante porque hay que dar la información de quién es quién, pero en realidad es un lastre con el que hay que lidiar. En mi caso, yo intento que la exposición esté dramatizada, que a los personajes los definan sus acciones. Es algo muy visible en la dramaturgia y el cine.
-¿Qué tanto tienen que ver sus personajes con usted mismo?
-Los escritores siempre creamos a partir de la experiencia personal. Los personajes son producto de esas experiencias, pero también de una manera de observar el mundo. Esa es la arcilla con la que creo a mis personajes.
-¿Qué pueden esperar sus lectores de El laberinto de los espíritus?
-Es el momento de la recompensa, el gran final. Todos los lectores que conocen a estos personajes y han entrado a estos mundos tienen incertidumbres que ahora se resuelven. Así que llegó el momento en el que todos estos laberintos, tramas, subtramas y puentes encajan como si fueran un gran mecanismo de relojería.
-¿La saga ya estaba planeada así, desde su origen?
-Sí. Yo no quería que fuera una saga lineal, sino que funcionara como un gran laberinto de historias. Que hubiera muchas puertas de entrada, y que cada novela tuviera su propia personalidad. Mi plan era proponer una experiencia caleidoscópica. Hay un mapa, sí, pero ese mapa debía ser sólido y flexible a la vez.
-¿Cuál es su principal objetivo cuando escribe?
-Yo quiero que los lectores cuestionen el mundo. Estoy seguro de que si hubiera más personas con capacidad de cuestionar, tendríamos un mundo mejor. Pero al hacer esa propuesta desde la literatura, debe ser disfrutable. El lector tiene que disfrutar.
LA NACION