09 Dec Oliver Stone: “Detrás de todo está la búsqueda del control de la información”
Por Alberto Armendáriz
Ya con 70 años, Oliver Stone está cansado de dirigir películas políticas que generen controversia; bromea con que pronto se dedicará a las comedias románticas. Pero su espíritu rebelde es más fuerte que él, y fue ese inconformismo el que finalmente lo empujó a contar la historia de uno de los personajes más enigmáticos de los últimos tiempos: Edward Snowden, el joven ex consultor informático de la National Security Agency (NSA) que tres años atrás denunció los alcances globales del programa de interceptación de telecomunicaciones y vigilancia electrónica de Estados Unidos.
“La información que llegaba sobre Snowden me parecía de una gran urgencia. No creo que lo que él reveló al mundo en junio de 2013 haya sido completamente entendido”, destacó durante una entrevista con LA NACION Stone, para quien su nuevo film, Snowden, que se estrena mañana, es un “pequeño acto de protesta”, protagonizado por Joseph Gordon-Levitt (Snowden), Shailene Woodley (Lindsay Mills, novia del agente), Melissa Leo (interpreta a la documentalista Laura Poitras), Zachary Quinto y Tom Wilkinson (quienes encarnan a los periodistas Glenn Greenwald y Ewen MacAskill, respectivamente).
Acostumbrado a dirigir películas biográficas de grandes personajes -The Doors, JFK, Nixon, Alejandro Magno, W-, Stone fue en un principio contactado para realizar ésta por Anatoly Kucherena, el abogado que Snowden tiene en Rusia, país donde el ex agente de la CIA buscó asilo después de que estalló el escándalo internacional sobre sus revelaciones. Kucherena había escrito una versión novelizada sobre el caso, El tiempo del pulpo, pero al cineasta no lo convencía del todo encarar el proyecto como una narrativa ficticia basada en un tema tan importante. Al final, adquirió también los derechos del libro Los archivos de Snowden, del periodista Luke Harding, del diario británico The Guardian, que relata cómo se vivió dentro del periódico la decisión de publicar los explosivos datos brindados por el informante estadounidense.
“Fui a ver a Snowden a Moscú tres veces antes de sentirme cómodo con él, confiar en su versión de la historia. Sabía que él quería colaborar, así que lo escuché durante mucho tiempo; en total lo visité nueve veces para entender sus puntos de vista, algo que nunca antes habíamos tenido. Había artículos periodísticos sobre él, pero muchos que no eran precisos”, señaló Stone durante la charla en el hotel Hilton de San Pablo, donde vino a presentar la película para América latina.
“Es un tema tan controvertido, y estaba cansado de meterme en estos asuntos polémicos, enfrentar todas las acusaciones; nunca se puede dejar a todo el mundo contento. Yo soy dramaturgo, no soy periodista. Tengo instintos periodísticos, pero lo mío es la dramaturgia; quiero contar una historia, hacerla atractiva. un film que perdure. Las películas perduran, los artículos periodísticos no, van surgiendo nuevas informaciones todo el tiempo. Podría haber decidido hacer la película sobre Snowden y que luego aparecieran nuevos datos sobre él que nos arruinaran todo”, destacó el ganador de dos premios Oscar como director, por Pelotón, en 1986, y por Nacido el 4 de julio, en 1989, además de una estatuilla dorada como guionista por su adaptación de Expreso de medianoche (1978).
-¿Qué lo convenció de meterse de lleno en Snowden, cuando en ese momento esta trabajando en otro proyecto histórico sobre Martin Luther King Jr.?
-Ese proyecto se cayó; me preocupaba también la controversia que se generaría. Mi visión sobre Martin Luther King Jr. era interesante, pero sin dudas iba a sorprender a mucha gente; quería presentarlo como un ser humano, con todas sus fallas también, algo que se ha perdido. La familia hubiera sido todo un problema para ello. Así que final decidí abandonar ese proyecto. Mientras tanto, la información que llegaba sobre Snowden me parecía de una gran urgencia. No creo que lo que él reveló al mundo en junio de 2013 haya sido completamente entendido. No se trata sólo sobre las interceptaciones de comunicaciones, es toda la recolección de datos que hace Estados Unidos de manera ilegal, sobre todo el mundo, tanto en los países enemigos como en aliados como la Unión Europea, México y Brasil, y hasta de los propios ciudadanos estadounidenses. Se crea software malicioso (“malware”) para penetrar en todos lados, es un instrumento de guerra no declarado, y hay muchísimo dinero invertido en ese esfuerzo. Detrás de todo está la búsqueda del control de la información, hay una vigilancia constante, para presionar, esparcir temor o realizar ataques militares con drones. Es realmente una locura.
-Ésta es una película bastante distinta a las que venía haciendo últimamente; no hay mucha acción física, ni violencia ni grandes despliegues.
-Tiene elementos de espionaje al estilo de una novela de John Le Carré, con muchos detalles y conversaciones largas; tal vez más al estilo de lo que hice en Wall Street. No fue fácil encontrarle la vuelta para contar la historia de Snowden como una película atractiva. Lo que me dio la pauta fue el personaje de su novia, Lindsay Mills. Me di cuenta de que Snowden tenía una relación muy fuerte con ella, algo que no se sabía por las notas periodísticas de aquel momento, que la presentaban como una novia cualquiera, sin mucho peso. Pero ella jugó un papel fundamental en su decisión y en mantenerlo humano; era su base de referencia.
-¿Es cierto que durante la filmación de Snowden en Alemania falleció su madre, pero usted decidió no asistir al entierro para no alterar la grabación?
-Sí, estaba enferma desde hacía tiempo y era algo que esperábamos; tenía 94 años. No podía dejar las grabaciones para ir a Estados Unidos al funeral. Estábamos con un presupuesto muy ajustado, cada día contaba, y la película se habría caído si me hubiera ido de Alemania al menos cuatro días; nos habríamos quedado sin dinero y no habríamos podido terminarla. Los últimos días de mi madre hablábamos mucho y ella entendía la importancia de hacer esta película; ella no hubiera querido que quedara sin terminar.
-En 2013 la sociedad estadounidense no parecía tan enfurecida por las consecuencias de las revelaciones que hizo Snowden. ¿Por qué cree que no hubo un repudio mayor entonces y hoy hasta parecen haberlo olvidado, a diferencia de lo que ocurre en el resto del mundo?
-Somos una sociedad muy pasiva, sin educación. Por eso me parecía importante hacer la película, para que el asunto del espionaje de comunicaciones de la NSA se entienda mejor, cómo funcionan sus programas. Es importante que sigamos descubriendo todo, porque estamos en una situación como la que describía el libro 1984, de George Orwell. No podemos convertirnos en una población cautiva y pasiva. Nuestra información, nuestros medios de comunicación en Estados Unidos son muy limitados. No sabemos realmente todo lo que pasa en la NSA; muchos de los documentos de Snowden todavía no han sido divulgados.
-¿Cómo cree que será recordado en el futuro?
-Como una figura histórica que tuvo el coraje de enfrentar al estado de vigilancia de Estados Unidos y revelar al mundo cómo actuaba. Pero si el estado de vigilancia logra imponerse, Snowden será tragado por un “agujero de la memoria”, como el del Ministerio de la Información en 1984, dejará de existir, toda mención de él, en Wikipedia e Internet, desaparecerá. ¿Quién sabe? Cualquier cosa puede pasar. Lo curioso es que mucha gente ni siquiera sabe muy bien quién es Snowden; lo confunden con Julian Assange, de WikiLeaks, o con Chelsea Manning, la soldado que dio miles de documentos militares clasificados a WikiLeaks. Yo soy pesimista sobre la masa en general, pero creo que si logras hacer un movimiento correcto, crear conciencia en la gente que puede tener más impacto, escucharán y mantendrán la presión sobre el gobierno, habrá resistencia. La película es mi pequeño acto de protesta.
LA NACION