08 Dec Kraftwerk: los hombres máquina que sentaron las bases de la música moderna
Por Sebastián Ramos
¿Es Kraftwerk la banda más influyente de la cultura pop desde The Beatles?” Desde que, en 2012, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (Moma) armó una retrospectiva en vivo del cuarteto alemán, luego replicada en la Tate Modern de Londres y en el Guggenheim Bilbao, entre otros prestigiosos museos, el mundillo intelectual occidental se hace una y otra vez esta misma pregunta. En una Universidad de Birmingham, en el Reino Unido, donde académicos analizaron la cuestión durante todo un fin de semana con tópicos como “Kraftwerk y el tema de la autenticidad poshumana” o “Kraftwerk y los estudios culturales del ciclismo”; en la prensa norteamericana, donde un artículo de The New Yorker, publicado días antes de los conciertos en el Moma, sostuvo que “muchas personas vieron venir a las máquinas, pero nadie más que Kraftwerk las ha escuchado con tanto cuidado o documentado sus puntos fuertes tan amorosamente”, o incluso en la carrera de diseño gráfico en su Alemania natal, donde se estudia cada detalle de las imágenes más icónicas del grupo y su influencia en la vida moderna.
Esta noche, los teutones que quisieron ser robots cuando nadie se animó volverán a actuar en Buenos Aires comandados por su operario mayor, Ralf Hütter -único sobreviviente de la línea fundadora-, y llevarán al Luna Park su Concierto 3D. Un repaso de su influyente obra estética y musical que estuvo a punto de no aterrizar en la ciudad debido a una insólita medida preventiva.
1D. Su música. En 1970, en el mismo momento en el que la factoría The Beatles cerraba sus puertas para siempre, Ralf Hütter y Florian Schneider abrieron su “usina de energía” (Kraftwerk, en alemán) como un espacio de experimentación sonora, donde se respiraba cierta oposición a la estructura de blues americana-inglesa de la música pop reinante en esos días.
Así las cosas, desde los Kling Klang Studios (los Abbey Road de Kraftwerk), ubicados en una zona industrial de Düsseldorf, Hütter y Schneider comenzaron a construir su leyenda, pero no fue hasta 1974, con la edición de su cuarto álbum, Autobahn, que su música y su estética llamaron la atención. Fue entonces cuando se creó la imagen de los cuatro hombres máquina, vestidos de traje, parados detrás de sus “estaciones musicales”, tocando en sus modernos sintetizadores melodías inspiradas en objetos de la vida moderna de un mundo industrial, anticipando lo que vendría.
Es precisamente en Autobahn (no casualmente el álbum elegido como partida de la retrospectiva que se paseó por los museos del mundo) donde la melodía se hace presente en su obra. “Kraftwerk es la interacción entre el hombre y la máquina. Hay partes de nuestra música donde todo es automatización y otras donde sintetizamos los sonidos del silencio”, decía Hütter entusiasmado por esos días.
Desde entonces, y en menos de una década, a Kraftwerk le alcanzó con componer cuatro discos más (Radio-Activity, en 1975; Trans-Europe Express, en 1977; The Man-Machine, en 1978, y Computer World, en 1981) para convertirse en pioneros de la música electrónica, poetas de la era robótica y artistas de vanguardia al mismo tiempo, adelantándose a la era digital, a conceptos futuristas como el cyberpunk y a la utilización de computadoras en la vida cotidiana del ser humano.
2D. Su obra conceptual. Mucho más que una banda pop, el concepto Kraftwerk involucró máximas que trascendieron la escena musical, al impulsar la idea de que “cualquiera puede ser un músico electrónico” (previa al “hacelo vos mismo” del movimiento punk), considerarse “operarios” más que músicos y batallar en el campo intelectual con frases-eslóganes como “traer arte a cada día de nuestras vidas”.
Ya en 1991, cuando finalmente pudieron construir cuatro robots con las caras de los integrantes del grupo para que los reemplazaran en cada show durante el tema “The Robots”, Kraftwerk completó además el concepto detrás del anonimato del que siempre hicieron gala (en contra de la estrella de rock para las masas) y hasta presagiaron una vez más el futuro, al anticiparse a los shows de hologramas que, en el siglo XXI, buscan su lugar en la industria del entretenimiento.
3D. Su influencia. “Lo que me apasionó de Kraftwerk fue su singular determinación de mantenerse apartado de las estereotipadas secuencias de acordes norteamericanas y su forma de abrazar la sensibilidad europea que exponen en su música”, le dijo David Bowie a la revista Uncut, que aseguró además que su álbum Station to Station era un homenaje a Trans-Europe Express y que le dedicó un tema de su álbum Heroes a Schneider (“V2 Schneider”).
Pero si bien Bowie fue probablemente el promotor número uno de Kraftwerk en los años 70, lo cierto es que la influencia de los alemanes atravesó todo el arco musical a partir de fines de esa misma década y no solamente como suele remarcarse en la escena de la música electrónica.
En 1982, Afrika Bambaataa combinó el beat de “Numbers”, de Computer World, con la melodía de “Trans-Europe Express” para grabar uno de los primeros temas de LA NACION hip hop, “Planet rock”. Un año más tarde, New Order sampleó a Kraftwerk en su hit para las pistas “Blue Monday” y la escena pop de los 80 se rindió a los pies de los alemanes, de Human League a Pet Shop Boys y de Madonna a Depeche Mode: “Para todos los de nuestra generación que estaban metidos en la música electrónica, ellos fueron los padrinos”, aseguró Martin Gore.
Con la llegada del nuevo milenio, nada cambió, y mientras U2 los homenajeó con un cover de “Neon Lights”, Coldplay se basó en “Computer Love” para su tema “Talk” y los LCD Soundsystem de James Murphy samplearon “The Robots” en su pegadizo “Get Innocuous!”, entre tantos otros que encontraron en Kraftwerk su inspiración divina. O si no, habrá que preguntarles a los franceses de Daft Punk de dónde sacaron la idea de esos cascos robóticos y el vocoder con el que conquistaron la escena dance de los últimos años.
LA NACION