Animales nocturnos: ambiciosa, perturbadora y angustiante

Animales nocturnos: ambiciosa, perturbadora y angustiante

Por Javier Porta Fouz
La segunda película como director del famoso diseñador de moda Tom Ford se impone, en pocos minutos. Y permanece con una fuerza que no se encuentra con mucha frecuencia en el cine actual. Hay aquí una decisión estética, un trazo visual contundente, una idea clara de cómo componer el cuadro, entre otros atributos. Pero además de eso, hay una ambición narrativa que refulge. Y si en algunos pasajes los resultados no están a la altura de las ambiciones, esos momentos son muy breves -alguna explicación de emociones inicial en una fiesta, o en una reunión laboral- y, además, se diluyen ante una película de un peso abrumador, en emociones, en suspenso, en angustia, en permanencia a varias horas de haberla visto.
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Animales nocturnos combina melodrama con algo de Douglas Sirk, pero virado a una amargura absoluta. Agrega un policial con tintes de David Lynch, una cita directa a Fuego contra fuego de Michael Mann en un diálogo y algún guiño a Sed de mal de Welles. Y apuesta a una estructura temporal y de ficción dentro de otra que no falla, no solo en inteligibilidad sino además en conexiones y eficacia. Las diversas historias y los diversos tiempos se potencian progresivamente, e interactúan con cada vez mayor intensidad emocional. Para esto, los actores son fundamentales, especialmente el trío de Amy Adams, Jake Gyllenhaal y Michael Shannon. Este último con su detective Bobby Andes, y los otros dos con dobles roles que son algo así como un milagro: pocas veces dos actores pudieron con personajes con 20 años de diferencia con esta perfección. De todos modos, hay un mérito innegable en un director apto para detectar la expresividad del menor gesto, de la menor inflexión en un diálogo ínfimo.
Ford, con dos películas, se comprueba como un gran director de actores. Como suele ocurrir, y especialmente en este caso, no se recomienda conocer el argumento antes de ver la película, pero el planteo inicial es que una reconocida galerista, casada con un marido muy vistoso -pareja en crisis- recibe un libro, dedicado a ella, escrito por su ex marido. Y lo lee, y la película cuenta esa ficción dentro de la otra. Y también cómo la galerista recuerda e intenta recuperar la historia con su ex marido. Pero lo importante es que Tom Ford cuenta todo esto con la capacidad de resonancia emocional que provee alguien convencido del uso de las herramientas de un arte muchas veces disminuido y sacrificado en altares cualunquistas o estéticamente inconsistentes. Aquí estamos en presencia de alguien con una visión y una ambición inusuales que hizo una de las películas más angustiantes y perturbadoras de esta temporada.
LA NACION