Nicolás Cuño: “aprendí a acomodar el dolor”

Nicolás Cuño: “aprendí a acomodar el dolor”

Por Laura Reina
Primero fue la ropa, luego la música y finalmente, la meditación. Nicolás Cuño (46), el fundador de la marca de ropa para hombres Key Biscayne, se fue armando de afuera hacia adentro para poder llegar a lo que es hoy: un hombre multifacético que no se queda sólo con la cáscara, sino que bucea en lo profundo para cumplir el objetivo que se propuso desde que una pérdida irreparable -la muerte de su hermano Esteban, hace 13 años-, lo enfrentó cara a cara con el dolor. “Ahí me propuse ser cada día mejor persona. Podría haberme enojado con la vida o sacar alguna enseñanza de eso. Yo elegí hacer sabiduría de ese dolor”, dice quien, además de manejar la marca junto con su amigo de toda la vida Martín Lief, lidera el grupo Los Echeverría (elegido como banda revelación en Cosquín Rock el año pasado). Por si fuera poco, es una de la caras conocidas de El arte de vivir, donde estará dando un curso para principiantes el jueves que viene. “Es para todo el mundo, incluso, para el que no puede pagarlo”, insiste durante la charla en su oficina-taller de Chacarita. La llegada de Gael, el hijito de un año que tuvo con la ex Leona Giselle Kañevsky, lo encontró en un momento de plenitud que coincidió con la filmación de Conexión real, el corto protagonizado por Guillermo y Nicolás Francella con el que se presentó en Cannes y otros siete festivales de cine internacionales y lo hizo descubrir una nueva pasión: la dirección cinematográfica.
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-¿Cómo fueron los comienzos?
-Desde los 16 o 17 años que hacemos ropa con Martín. Empezamos en 4to o 5to año del secundario. A los dos nos pasó que había que empezar a ayudar a nuestras familias. Esa necesidad, sumada al hambre de conseguir cosas como viajar o comprar nuestro primer auto, nos hizo empezar. Lo primero que hicimos fueron shorts de baño. La marca se llamaba Skamp y logramos marcar tendencia. En esa época, estoy ha¬blando del año 87 o 88, empezaron a usarse las bermudas más largas, los colores fuertes. Hacíamos combinaciones novedosas y la moldería sobre nuestro cuerpo, algo que seguimos haciendo hoy. Teníamos el ojo entrenado. En ese momento era modelo de Pancho Dotto, o sea que estaba en la moda.
-Modelo, diseñador… eras un busca.
-En esos años también jugaba al vóley hasta que una lesión me hizo dejar. Y estudié Comercio Exterior. Martín jugaba al fútbol y cursaba Marketing. Los dos llegamos a jugar en Primera de nuestros equipos. Y ninguno terminó la carrera.
-El deporte atraviesa tu vida: tu socio jugó al fútbol, vos al vóley y estás casado con un ex Leona. ¿Es la fórmula del éxito?
-Puede ser, con Martín fuimos aprendiendo a armar un equipo de dos, de respetarnos y no pisarnos. Veníamos de ese mundo y nos aportó mucho. Sobre todo a no bajar los brazos. Y Giselle también tiene muy instalado esos valores del deporte, a ser solidario con el otro. Eso me hizo más fácil armar equipo con ella. Es increíble lo que te potencia una buena mujer.
-¿En qué te cambió ser papá?
-Con la paternidad el corazón se te abre en 360 grados, es el amor más lindo del universo. Tiene otro sentido la vida, es un dar constante sin esperar nada. Es puro amor y emoción.
-¿Gael te motivó a filmar el corto Conexión real?
-Sí. Recuerdo que cuando salíamos del sanatorio con el auto, a las dos cuadras agarro el celu y mando un WhatsApp. Ahí pensé «estoy loco, estoy con mi familia en este momento trascendental como es irte a tu casa con tu hijo y agarro el celular. Hay algo que no puedo controlar». Yo creo que en pos de comunicar y compartir, te olvidás de vivir el momento. Es algo que nos pasa a todos y quise comunicar eso desde la marca. Igual siempre fuimos un poco precursores en estos temas: la campaña «Vivir más despacio» tiene 15 años. También fuimos pioneros en usar modelos grandes, como Graciela Borges o Charly García y muchos después nos imitaron. Key Biscayne es una marca más sentida que pensada. Es más vivencia que estrategia.
-A partir del corto, ¿descubriste una nueva faceta tuya como la dirección?
-Gracias a José Cicala, que me dejó participar de la dirección del corto, descubrí que esto también me apasiona y estoy escribiendo dos o tres cortos de conciencia más. A partir de la repercusión que tuvo en Cannes y 1 os demás festivales, me llamaron de Italia para filmar allá, también de España y hasta India. Fue el corto más visto de América latina. Y acá fue declarado de interés cultural. -¿Lograste bajar la dependencia del celular?
-Ahora soy un poco más consciente, pero un poquito, nada más. No to¬do lo que quisiera. Quiero trabajar más con eso. Es muy fuerte lo que está pasando.
-¿Tenés amigos de la farándula? ¿Se puede generar una “conexión real” con ellos?
-Con [Adrián] Suar tengo un vínculo muy sincero. Se acercó hace años porque quería vestirse con nosotros y yo en su momento le dije que había que laburar mucho su imagen. Fui a Polka y le dije: «Sos un genio pero te vestís como el culo». Se rió y me agradeció. Con él hicimos un cambio muy fuerte. A la marca le tiene que servir. Así sea Messi o Bill Gates, si no nos sirve, preferimos pasar. -¿Rechazas a muchos?
-Por suerte llama mucha gente y a muchos les decimos que no porque hay que hacer un laburo grande y no todos están dispuestos. Con
Charly pasó eso. Queríamos mostrar un referente de la juventud bien. Fui a verlo a la casa y le hablé de los Rolling que eran unos gentelman. Me atendió en la cama. «Yo quiero hacer una foto pintado, en la cama», me dijo. Le agradecí y me fui. A los dos días me llamó y me di¬jo: «Hagámosla como vos querés». Fuimos a la playa, lo estábamos esperando. La gente decía que no iba a venir y en eso aparece. Me dijo que había ido porque yo lo quería mostrar bien. Después Charly vino a cantar a mi casamiento, nuestro vínculo es sincero.
-Los que te conocen dicen que nada te conforma…
-No es inconformismo. Al mundo venimos a mejorar como personas. Cuánto más presente tengo que esto se termina, más ganas tengo de vivir. Yo perdí a mi hermano Esteban a los 33. Fui a un grupo de hermanos que habían perdido a los suyos y ver cómo evolucionaron me ayudó un montón. Y sentí que a partir de ahí tenía que mejorar. O podés enojarte o hacer sabiduría el dolor. Todo lo que pasó me hizo ser mejor persona Yo aprendí a acomodar el dolor en un lugar que no me pese. Aunque no pasa un día sin extrañarlo, hoy puedo recordarlo bien.
LA NACION