“En los ‘80 todo era posible y estaba permitido”

“En los ‘80 todo era posible y estaba permitido”

Por Pedro Irigoyen
“Aló. Pronto. ¿Cómo estás? ¿Todo bien? Yo hablo portuñol. Estoy aquí en minha casita neoyorquina. Acabé de quemar minha manito deleita com un café; estoy grabando umas experiencias para mi novo disco e haciendo de tudo. Tenemos un pequenino estudio aquí, también tengo meu office, y seguramente antes de final de ano salga una faixa, un track. Lo estoy haciendo bem relax”.
Bien arriba arranca la charla con Bebel Gilberto, mientras se le entreveran las lenguas en la boca, y suelta una vertiginosa batida de palabras en portugués, castellano e inglés con ritmo carioca, vértigo de Primer mundo y cadencia de samba. Su tono sonríe. Bebel se hizo fama de loca en su país. Y, a veces, la fama no es puro cuento.
Lo que está grabando la hija de João Gilberto y Miucha Buarque de Hollanda -hermana de Chico Buarque-, es un disco que combina canciones de artistas reconocidos, con beats de un Dj que conoció en Tulum, México, cuando viajó para celebrar el último Año nuevo. Esa es su marca: llevar el género que inventó su padre un escalón más allá en la escala global. “Soy yo solita, con mi guitarra acústica, con beats de canciones que ya existen de artistas que admiro, como Violeta Parra. Ella fue quien presentó a mi papá y a mi mamá en París”, cuenta Bebel, y agrega: “Tengo que agradecerle a Violeta, y eso es lo que estoy haciendo”, responde.
Resulta fascinante imaginar la casa de su infancia con semejante árbol genealógico. Días y noches llenos de música, rodeada de artistas, poetas y canciones. “Todos los días eran una improvisación. Tengo muy buenos recuerdos de México – donde se radicaron sus padres cuando era niña-; ahí fue donde aprendí a hablar español, donde tengo los mejores recuerdos de papá y mamá juntos: papá tocando la guitarra, mamá cantando”, cuenta.
Bebel_Gilberto
Germinando en tierra fértil, es natural que su llegada a los escenarios y estudios de grabación haya sido temprana. “Empecé siendo una niña. En todo filme o show musical donde había niños, ahí estaba. Hice mi primera grabación a los siete años, luego registré con mamá O Que Quer Dizer, y más tarde hice Los Saltimbanquis con mi tío Chico”.
Pero Miúcha y João se separaron. La pequeña Bebel, con apenas cinco años, fue a vivir a la casa de sus abuelos maternos en San Pablo. Su abuela Memélia, madre de Chico, la crió hasta que volvió a Río de Janeiro a los ocho. Un año más tarde le llegaría su debut en un escenario. Ni más ni menos que en el Carnegie Hall de Nueva York, don- de cantó con su madre el tema que había grabado en un show en el que la acompañaba el saxofonista Stan Getz, quien con su padre grabó Getz/Gilberto (1963), disco emblemático en la historia de la bossa nova.
Su adolescencia en Río trae postales de playa, amigos y libertad. Bebel fue invitada a abandonar varios colegios, hasta que ella decidió dejar la escuela, a los 14. “En los ‘ 80 empecé a explorar: Prince, Tina Turner, Michael Jackson. Quedé absorbida por la música norteamericana”, dice. El Posto 9 de Ipanema, El Circo Voador en el barrio de Lapa y amigos como Cazuza, moldearon sus años “malucos”. “Eramos totalmente locos. En los ‘ 80 todo era posible y estaba permitido. Teníamos mucho en común, éramos rebeldes. Tengo una foto de Cazuza al lado de mi cama, abrazado con mi mamá. Siempre pienso en él. Quisiera contarle que vivo en Nueva York, que me hice conocida”.
La muerte de su socio de aventuras, en 1990, hizo de Río un lugar sin sentido para Bebel. Su destino era Nueva York, ciudad que adopta como propia. “Soy cien por ciento neoyorquina; mi casa está aquí. Adoro la libertad. Cuando voy a Brasil se me hace difícil, porque ya no tengo mi casa, y mis amigos están casados u ocupados. Me aburro. El día a día en Río es complicado”, confiesa Bebel, que hoy encuentra placer en otras cosas: “Alegría es trabajar”, sentencia.
CLARIN