09 Nov Donald Trump ganó las elecciones de Estados Unidos: el mundo, en shock
Por Rafael Mathus Ruiz
El republicano Donald Trump se impuso en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y se convertirá en el 45º presidente del país, un desenlace sorpresivo para una de la campañas más hostiles y divisivas que se recuerden y la coronación de una revuelta populista y nacionalista contra Washington.
Su rival, la demócrata Hillary Clinton, lo llamó en la madrugada para conceder la derrota.
El sorpresivo batacazo de Trump, un cataclismo inédito en los 240 años de vida de la democracia de Estados Unidos, sacudió a los mercados financieros, dejó incrédulo a medio país y al establishment político, económico y cultural del país, y puso en riesgo la supervivencia del legado de Barack Obama.
Los republicanos tendrán un amplio poder durante los próximos años, ya que además retuvieron el control de ambas cámaras del Congreso.
El voto popular arrojó una elección reñida y cerrada, como anticipaban algunos sondeos. Trump obtenía el 47,8% de los sufragios, o poco más de 58 millones de votos, contra un 47,4% para Clinton. En el Colegio Electoral, el órgano que elige al presidente, Trump obtenía 279 votos, nueve más de la mayoría de 270 necesarios para capturar la Casa Blanca .
Con esos resultados, Trump, el magnate inmobiliario devenido en el outsider que pateó el tablero político de Estados Unidos y lideró un movimiento contra el establishment de Washington, incluido el propio Partido Republicano, dominó la elección, y tras una campaña divisiva, hostil y desgastante, terminó por darle forma a un histórico y contundente triunfo que sumió en la tristeza a los seguidores de Clinton, quienes daban casi por descontado un triunfo.
“Estoy decepcionado. Hoy ganó el racismo, la xenofobia y el sexismo”, lamentó Dante Morelli, uno de los seguidores de Clinton que se acercó al búnker demócrata, que en tan sólo unas horas pasó de la alegría a la desazón. Una fiesta devenida en calvario.
Trump ganó en Florida, Ohio, Pensilvania y Wisconsin, los “estados pendulares” más importantes y los que le brindaron la ventaja casi decisiva para los 270 votos que necesitaba.
El mapa electoral de la elección presidencial dejó las divisiones de Estados Unidos a la vista: Clinton aparecía mejor posicionada en las costas cosmopolitas, donde late la “nueva economía”, mientras que Trump se impuso en los estados del centro rural el sur del país y en Rust Belt, la región que más ha sufrido el éxodo de fábricas que provocó la globalización y la pérdida de empleos por los avances tecnológicos.
Ni sus insultos ni las acusaciones de acoso sexual en su contra ni sus polémicas declaraciones -públicas o privadas- o las críticas por el mensaje xenófobo, racista y nacionalista de su campaña, o el rechazo del propio Partido Republicano, la prensa y el establishment político y económico del país frenaron el fenómeno Trump.
Su triunfo fue un acto solitario. Trump lideró una campaña errática, mucho más pequeña que la de Clinton, sin el respaldo de su partido, y tampoco contó con el respaldo de grandes donantes. Todo el peso de su cruzada por el poder recayó sobre sus hombros y su familia.
Denostado por la elite del país, Trump tocó una fibra en la sociedad de Estados Unidos y construyó un movimiento formado, mayoritariamente, por trabajadores blancos, sin título universitario, que se han sentido relegados y dejados de lado por el progreso del país en los últimos años.
“Los hombres y mujeres olvidados de este país no volverán a ser olvidados”, prometió Trump, en su discurso de victoria, el más moderado desde que lanzó su candidatura.
Su mensaje populista y proteccionista, en contra de los acuerdos de libre comercio, prendió muy bien en el norte y el centro del país, el ya citado Rust Belt.
El triunfo echó por tierra el sueño de muchos estadounidenses de llevar a la primera mujer a la Casa Blanca.
Marisa Mabli, una trabajadora social de 40 años que vive en Brooklyn, fue a votar muy temprano a una escuela de Prospect Heights, donde antes de las 8 de la mañana ya se veía una cola de gente esperando para sufragar. “Ha sido una campaña fea”, dijo. “Mostró que hay dos países y eso me pone muy triste. Pero viene un cambio, y va a ser grande”, agregó. Mabli votó por Clinton, emocionada.
“Votar por una mujer para la presidencia es una de las cosas más significativas que me pasaron en la vida”, dijo a LA NACION, con lágrimas en los ojos.
Al final, los norteamericanos volvieron a marcar un quiebre en la historia, pero no el esperado por los demócratas. Cuando asuma la presidencia, Trump se convertirá en el primer hombre en liderar a la primera potencia global sin haber ocupado jamás un cargo público. Será el líder de la primera economía mundial y el comandante en jefe del ejército más poderoso del planeta.
LA NACION