15 Nov Crianza para armar
No hay manuales para ser la mejor hija, hermana o amiga. Ni libros que enseñen a ser la compañera perfecta. Sin embargo, cuando se trata de la maternidad, los textos con modelos a seguir abundan; desde guías de estimulación hasta manifiestos de crianza, el rol de madre queda bajo la lupa. “Es tanta la exigencia y la ansiedad que son los padres quienes buscan información sobre cómo criar a sus hijos de la mejor manera posible”, señala Marisa Russomando, psicóloga especialista en crianza.
El principal problema es que las líneas de pensamiento muchas veces son contradictorias. Un especialista habla de las virtudes del colecho, otro asegura que son todas mentiras y que el bebé debe dormir en su cuna. Y lo peor es que ninguno miente, ya que “lo mismo se puede fundamentar a favor y en contra”, asegura la autora de Rutinas desde los pañales.
Cada maestro con su librito
Hay tantas teorías sobre la crianza como expertos que escriben sobre el tema; pero en líneas generales, se puede hablar de dos estilos: uno más bien inflexible, que suele regirse por métodos conductistas, y otro conocido como crianza con apego o crianza natural.
El primero tiene entre sus gurúes al pediatra español especialista en medicina del sueño, Eduard Estivill, autor del bestseller Duérmete niño. También se inscribe en esa línea Amy Chua, abogada y profesora de derecho, quien escribió Himno de
batalla de la madre tigre, un libro en el que desgrana el riguroso método con el que crió a sus hijas para que fueran alumnas brillantes.
Del otro lado hay varios exponentes. El pediatra norteamericano William Sears, padre del término “crianza con apego” y autor de 40 libros sobre el tema; la psicóloga española Rosa Jové, quien escribió Dormir sin lágrimas –la contracara de la obra de Estivill– y su compatriota, el pediatra Carlos González, pionero en difundir la crianza con apego en los países hispanohablantes. Ante la abundancia de material, Russomando señala que “cada familia debería encontrar aquellas líneas que tienen que ver con su manera de pensar. Lo importante es que los padres se informen, conversen y vayan tomando posiciones”.
Primer debate: el sueño
Estos modelos difieren en la manera de entender la crianza en todos sus aspectos, pero es cierto que sus visiones encontradas se advierten con total claridad en temas álgidos como el sueño y la alimentación.
Duérmete niño se autoproclama como un sistema eficaz para lograr que los bebés duerman toda la noche en su cuna. Consiste en aplicar un método conductual en el que se deja llorar al bebé por intervalos de tiempo, que se incrementan de manera gradual.
Del otro lado, la crianza con apego brega por el colecho, es decir que los padres y el bebé duerman en la misma cama. Según sus promotores, esta es una práctica ancestral, propia del ser humano, que cayó en desuso alrededor de 200 años atrás, cuando la cultura impuso otras normas.
En el sitio de Crianza por Apego International (API, por sus siglas en inglés) dan algunas pautas para practicar el colecho y aseguran que “en aquellas culturas donde la rutina de compartir el sueño está instalada, el índice de síndrome de muerte infantil súbita es muy bajo y en algunas de esas culturas incluso ni siquiera existe”.
Sus detractores afirman que genera niños dependientes –cuando los cultores de la crianza por apego sostienen que esa es la naturaleza de los niños–, que no aceptan límites y son inseguros.
Para la doctora y especialista en psicoanálisis de niños y adolescentes Ana Rozenbaum, “el colecho está de moda en algunos sectores de la sociedad. En principio puede no tener efectos (ni positivos ni negativos), pero los resultados se verán en el futuro”, y asegura que “lo importante es que sea una mamá que comprenda al hijo. Si duerme al lado del bebé pero odia el momento en que el bebé llora y pide de mamar, desde lo afectivo eso no sirve”, agrega la especialista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Rebelión en la mesa
“El nene no me come”: la frase que rankea en los primeros puestos de las más pronunciadas por las madres.
Del lado de Estivill también hay un método para solucionarlo, que el autor desarrolla en el libro A comer; también se basa en intervalos de minutos. Primero se intenta que el niño coma durante tres minutos, si la respuesta es negativa, se corta el proceso; se esperan tres minutos y se vuelve a intentar durante cuatro minutos y así una vez más. Si ninguno de los intentos dio resultado, el niño solo podrá beber agua hasta que llegue la próxima comida.
Fiel a su estilo, González es mucho más laxo en ese sentido: “Los niños al año dejan de comer, es normal”, cuenta en un video promocional de su libro Mi niño no me come; ¿qué propone? Nada en especial: “Jamás de los jamases hay que obligar a un niño a comer”, asegura.
Claro que no hay discusión alguna con la lactancia: en este punto, toda la comunidad médica adhiere a ella, en línea con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que la recomienda como alimentación exclusiva durante los primeros seis meses de vida.
La tregua
Raro sería no caer en la locura con tantas opiniones contrapuestas, pero lo cierto es que más allá de leer y seguir consejos, se hace lo que se puede. ¿Cuántas madres pensaban ser inflexibles con el sueño de sus hijos y después de no descansar durante tres noches seguidas se llevaron el bebé a la cama?
Además, siempre existe la posibilidad de elegir y equivocarse. “Cuando hay padres atentos y con buena intención, los errores nunca son fatales. Con padres así nada es tan grave, y siempre hay tiempo para ajustar y revisar”, tranquiliza Russomando.
La psicopedagoga y puericultora Silvina Gradi parte desde otro lugar: “Lo importante, más allá de lo que los padres quieren, es que puedan observar lo que ese bebé necesita”, señala. “No se puede decir de antemano colecho sí o no, porque quizás hay bebitos a los que les molesta dormir con los papás. Una crianza saludable es poder acomodarse a la necesidad del bebé”.
Nunca faltan las abuelas que, ante el descubrimiento de nuevos conceptos, como “parto humanizado”, “colecho” y “portear” (llevar al bebé pegado al cuerpo), sentencian que hay mucha vuelta para algo tan simple. Y en parte tienen razón: la maternidad es mucho más intuitiva. “Una cuota de información está bien y el resto se va construyendo”, acota Russomando.
Para Rozenbaum también es necesario relajarse un poco. “No sirve tomarse examen todo el tiempo, hay que guiarse por la intuición; en definitiva, una buena madre sabe qué es lo mejor para su hijo”.
Ironías de la vida, la maternidad es una de las temáticas que más contenido editorial genera, y sin embargo la respuesta a las dudas, miedos e incertidumbres no está en los libros. Solo una certeza rescata de la angustia: no hay mejor mamá para un hijo que la suya.
LA NACION