28 Nov Aprender trabajando: las cooperativas en las escuelas buscan inculcar valores
Por Javier Drovetto
En la escuela primaria N° 19 de Berazategui, la cooperativa tiene 80 socios de 5° y 6° grado, y una economía con superávit. El año pasado la leche que dieron sus dos vacas, los huevos que pusieron sus 14 gallinas, las verduras de su huerta y las tortas que cocinaron generaron ingresos por $ 47.186. Si se descuentan los costos hubo dinero suficiente para pagar las excursiones a la República de los Niños, Tecnópolis y la catedral de La Plata, que entre todas costaron $ 12.200. También se pudo comprar ropa y zapatillas para alumnos que lo necesitaban por 1830 pesos.
Este año, Los Tres Gauchitos, como llaman a la sociedad, está en expansión. “En asamblea aprobamos que puedan sumarse como socios compañeros de 4° grado que hayan cumplido los 10 años”, explica Marion Tolcachier, de 5°, y aclara que no fue el único tema tratado: “También aceptamos sumar a la granja un pato que estaba solito en una estancia de la zona”.
El emprendimiento de esta escuela pública, en el parque Pereyra Iraola, tiene una constitución formal reconocida por la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia, un consejo de administración integrado por alumnos y hasta una caja de ahorro en un banco. Pero lejos está de ser un caso aislado de cooperativismo escolar o un legado de una fórmula en desuso para organizar prácticas educativas. Todo lo contrario: en los últimos ocho años, en territorio bonaerense se triplicaron las cooperativas escolares. De las 23 que existían en 2008 se pasó a 73 que en la actualidad funcionan en primarias, secundarias, colegios especiales y centros de formación laboral. Sólo este año se formalizaron siete nuevos emprendimientos.
Los docentes y las autoridades provinciales coinciden en que las cooperativas son una herramienta para ejercitar contenidos de matemática, lengua, contabilidad, construcción de la ciudadanía y ciencias sociales. También sirven para inculcar valores relacionados con la democracia de las instituciones, la igualdad entre los socios y la solidaridad. Y al mismo tiempo son un medio jurídico para generar ingresos y recibir donaciones para hacer viajes de estudio, comprar herramientas y equipos, y resolver necesidades de los alumnos, la escuela o el barrio.
“Cuando trabajan en la receta de una torta aplican proporciones matemáticas, cuando documentan la receta ejercitan la redacción, al elegir ingredientes saludables analizan contenidos de ciencias naturales y cuando pensamos en los potenciales clientes analizamos cuestiones sociales”, ejemplifica Celeste Agostino, docente de la escuela N° 19.
La secundaria N° 1 de Pirovano, una localidad de Bolívar de 1500 habitantes, es una de las escuelas que se sumó este año al cooperativismo. Bajo esa figura funcionan varios emprendimientos: restauración de muebles, venta de panchos y producción de tortas. Además, como en la región hay productores de miel, planean armar un laboratorio para certificar la calidad del producto.
“La idea de la cooperativa fue de los chicos. Es una herramienta que los ubica como gestores de una organización productiva que, a su vez, les permite encarar proyectos comunitarios”, afirma María Laura Salaberría, profesora de Teoría de las Organizaciones y Economía. Con menos de un año de vida, la sociedad ya dio sus frutos: “Con lo que recaudamos estamos armando una radio para el pueblo en un salón del colegio”, contó Delfina, que tiene 17 y va a 6° año.
La mayoría de las cooperativas funciona en escuelas de zonas rurales del conurbano, pueblos pequeños o ciudades del interior donde la proveedora de energía, el principal banco o el único centro comercial es una cooperativa. Mientras que la institución donde se plasma la sociedad es bastante heterogénea: 30 funcionan en secundarias; 19, en primarias; 13, en colegios privados; seis, en escuelas especiales, y cinco, en centros de formación laboral.
Voluntarios
Cuando la gestión provincial promueve la formación de nuevas cooperativas en jornadas específicas por el interior bonaerense, afirma que desde el punto de vista didáctico permiten “elevar el rendimiento de los alumnos”, “ayudar a establecer relaciones positivas entre ellos”, “promover el aprender a pensar” y “reemplazar la estructura basada en el individualismo”. “Son una herramienta que busca generar valores para el trabajo”, completa Romina Rosales, directora de Cooperación Escolar provincial.
Integrar formalmente la cooperativa es una decisión voluntaria de los alumnos. Pero en la práctica, cuando una escuela adopta la creación de este tipo de emprendimiento como uno de los proyectos pedagógicos, todos los chicos participan. De todos modos hay alumnos que toman más protagonismo y mayor compromiso. Son aquellos que deciden formar parte del consejo de administración, conformado por un presidente, un vicepresidente, un tesorero y tres vocales.
“Nos está yendo bien. Logramos juntar $ 14.000 en lo que va del año y el objetivo es llegar a los $ 18.000, que es lo que nos sale el viaje de fin de año a Necochea”, detalla Ariana, la tesorera de 11 años que tiene la cooperativa Palomitas Blancas, de la escuela primaria N° 18 de San Miguel Arcángel, un pueblo de 500 habitantes a casi 700 kilómetros de Buenos Aires. En esa escuela cocinan pizzas para vender en el colegio, tienen un reparto de tortas y se ocupan de la distribución del semanario local Cambio 2000, donde los propios alumnos suelen escribir.
La diversidad de los emprendimientos que enmarcan las cooperativas es muy grande. Hay quienes reciclan papel, producen alimentos, tienen huertas, hacen artesanías, preparan tierra negra, elaboran artículos de limpieza, arman un diario escolar, pintan murales, administran el quiosco o hacen ferias americanas.
“En nuestra escuela los chicos armaron una librería con útiles que venden prácticamente al costo. Y dan talleres de recreación y de artesanías para otros alumnos. Por esos servicios, la escuela a veces les paga”, cuenta María Belén Marcolini, vicedirectora del colegio Nuestra Señora de Luján, de Tornquist.
LA NACION